David Bohm y la teoría del orden implicado. Para hablar de orden implicado se requiere primero entender qué se entiende hoy en día por "orden", para lo cual procederemos primero a ilustrar una sucinta evolución de dicho concepto.
Tras la Edad Media, se inaugura un nuevo concepto de orden según el cual nada tiene tiene un lugar especial y el movi-miento se reduce a un proceso mecánico sin meta última. El universo se pasó a contemplar como un mecanismo.
Este concepto de orden, que todavía despierta pasiones entre la gente, comenzó a disolverse con la relatividad de Einstein y más tarde con la teoría cuántica, y el orden dejó de entenderse símplemente como "orden mecánico".
Todo orden se basa, en un primer momento, en la percepción de diferencias, y después en la creación de similitudes a partir de dichas diferencias. Es así como funciona la percepción visual, por ejemplo. Cuando pasamos por delante de un edificio, cada visión del mismo mientras avanzamos es diferente, y sin embargo las agrupamos juntas para crear el concepto estático "edificio", que en realidad nunca hemos visto igual. Generamos una categoría: creamos un orden.
Por consiguiente, podría parecer que el orden se halla tan sólo en el interior de nuestra mente, y lo que construye el cerebro de esa realidad, y de como es ordenada, pero ¿qué sucede con los copos de nieve, los avisperos hexagonales o las conchas de caracol? Estos ejemplos parecen simples, pero hay otros más complejos que también siguen un orden. Así pues, el orden es "un proceso dinámico en el que se ven implicados tanto el sujeto perceptor como el objeto percibido, así como el ciclo de comunicación-percepción que los une".
Tomemos como ejemplo una pelota y pretendamos que se mueve conforme a la segunda ley del movi-miento de Newton. Si queda definida la fuerza con que se empuja la pelota, sólo hay que determinar su posición inicial y su velocidad para conocer todo el movi-miento y la trayectoria. Al ser dos variables, hablamos de orden de segundo grado. Si la pelota cae por una pendiente con muchas imperfecciones, será necesario conocer la naturaleza de todas las fuerzas que actúan sobre ella cada vez que rebota, y si las conocemos, seguiremos teniendo un orden de segundo grado, aunque los movi-mientos puedan parecer fortuitos.
En el caso de las olas del mar se puede observar mucho mejor. Un espectador distante puede explicar que su movi-miento es caótico, fortuito, pero están formadas por muchos subórdenes de pequeños remolinos y corrientes.
Más ejemplos de supuesto "azar": los números generados aleatoriamente por ordenador no son en verdad aleatorios, sino que siguen un orden determinado matemático, por ejemplo, generando un distinto número cada segundo y multiplicándolo por sí mismo tantas veces dependiendo de la hora que es en ese momento. A ojos del sujeto perceptor, los números son aleatorios, pero en realidad su generación está determinada por una serie de factores.
Pues bien, la teoría matemática del caos propone que el "azar" no existe, y que el "caos" no es más que un tipo de orden de grado infinito. Si se percibe como azar, es que no se está analizando en el contexto adecuado.
La teoría cuántica introduce nuevos desafíos. Las partículas no siguen aparentemente ningún orden, no responden a las leyes del movi-miento newtonianas y realizan excentricidades tales como duplicarse, teletransportarse, convertirse en ondas o necesitar girar más de 360º para girar completamente. No es posible entender un sistema como un conjunto de partes separadas sin caer en el azar absoluto. La interpretación más usual de esta teoría es que el azar es una cualidad de la naturaleza, inexplicable y no analizable.
Sin embargo, David Bohm, discípulo del renombrado premio Nobel Niels Boohm propone que todo lo que se genera, lo hace en un orden determinado. Pero este orden no es visible en este caso; se trata de un "orden implicado". Este orden va más allá de las leyes probabilísticas que rigen el comporta-miento cuántico de las partículas, y afecta incluso a estas propias leyes, que tendrían así también un orden de grado infinito derivado de un "orden superimplicado".
Esto va mucho más allá de las actuales interpretaciones de la teoría cuántica, y se denomina "interpretación causal de la teoría cuántica". Como indica Bohm, "no hay cabida para este tipo de órdenes en el marco de las nociones normalmente aceptadas por la física, la química, la biología y otras ciencias. Así, cualquiera que pudiera ser la base de un orden de este tipo en los procesos naturales sería aprehendido por nuestras concepciones actuales como falta total de orden".
Hay ejemplos que pueden ilustrar un poco la enorme variedad de fenómenos "explicados" (percibidos) a los que subyace un orden "implicado" (escondido). Por ejemplo, en materia de entropía, tenemos la llamada "inestabilidad de Bénard", estudiada por Ilya Prigogine, en la que durante una subida de temperatura en un líquido, millones de moléculas se mueven de manera coherente, formando celdillas hexagonales de convección de tamaño característico.
Un orden ha surgido del caos creando un fenómeno espectacular, por otro lado observable por cualquiera en determinadas condiciones, prestando la suficiente atención a la superficie del agua cuando se calienta y mirando tangencialmente desde un lado del recipiente.
El "orden implicado", del que enseguida se hablará, es un tipo de "orden generativo". Los fractales son órdenes generativos, que siguen un patrón de adición cada vez más pequeña para formar básicamente todo lo que es observable en el mundo. El mejor ejemplo son las plantas, que crecen siguiendo un orden fractal. Si las observamos con detenimiento y ponemos toda nuestra atención te das cuenta que la forma de la hoja salen pequeñas hojas iguales pero más pequeñas, y así asta el infinito siguiendo un patrón constante de repetición.
Esto ya lo advirtió Goethe con su concepto de la "Urpflanze" en el s. XIX. Actualmente se está postulado que incluso las formas de los continentes y las costas siguen asimismo un orden fractal, aunque mucho más complejo.
El arte también sigue un orden generativo. Todos los artistas siguen un orden generativo de creación que contiene subórdenes complejos y dinámicos jerárquicamente ordenados. Así, el gran artista es quien percibe el mundo de una forma diferente (conforme a un orden distinto), y traslada dicho orden a sus cuadros, esculturas...
También la música experimental explora nuevos órdenes generativos. Los no acostumbrados al contexto en el cual se genera dicho orden, percibirá dicha música como equivocada, malsonante, falta de significado... Lo que sucede es que dicha persona trata de captar el significado de la música conforme a una noción de orden anticuada, clásica.
Explorar el nuevo orden por medio de la audición de más música experimental de ese tipo le descubrirá los patrones, estructuras y sonoridades en que ésta se basa, y pasará a tener un significado, salvo que la persona sea demasiado mediocre o su pereza le impida salir de las categorías tradicionales.
¿Que no entendéis a Tapies? Panda de mediocres...
Pero el ejemplo más revelador de lo que implica el orden implicado, citado por Bohm, es el siguiente:
Tómense dos cilindros de cristal concéntricos, el interior fijo y el exterior capaz de girar. El espacio entre los cilindros se llena de una sustancia viscosa como la glicerina. Cuando se da vueltas al cilindro exterior, éste arrastra casi a la misma velocidad el líquido que tiene cerca, mientras que el que está cerca del cilindro estático casi no se mueve.
Si ponemos en el líquido una gota de tinta insoluble y giramos el cilindro externo, se podrá observar, en consecuencia, cómo se va alargando; la parte cercana al cilindro estático va más lenta y la cercana al otro va más rápida, por lo que la gota se alarga en un hilo hasta que se vuelve tan delgada que termina resultando invisible. Pero si después giramos el cilindro en dirección contraria, la gota volverá a aparecer (dada la viscosidad del líquido), como surgiendo de la nada.
Ahora imaginemos que se ponen varias gotas en línea espacial y temporal, es decir: ponemos una, giramos el cilindro, ponemos otra un poco más abajo, giramos el cilindro... Así, giramos hasta que todas desaparezcan de la vista. A continuación, giramos en dirección contraria rapidísimo y lo que aparece a nuestra vista es una única gota moviéndose de un lado a otro. Este es el fenómeno "explicado".
Sin embargo, lo que subyace son muchas gotas que aparecen en posiciones y momentos diferentes y después vuelven a desaparecer. Este es el fenómeno "implicado". Hágase la analogía al mundo de las partículas cuánticas como hace Bohm, y resultará bastante más sencillo explicar su comporta-miento. Así, por ejemplo, las partículas podrían sencillamente no existir, y ser intersecciones de ondas "percibidas" como partículas, etc... No tratamos de explicar dicha realidad conforme a las reglas "normales" de trayectorias tridimensionales, lo que nos llevaría al caos y al azar, sino que introducimos otra "dimensión": el orden subyacente: el orden implicado.
Así, las partículas son estructuras dinámicas, siempre en contacto con el todo a partir del cual se desenvuelven y en el cual se envuelven, y no pequeñas bolas de billar newtonianas, en contacto sólo con sus propias formas localizadas. Evidentemente todo esto nos lleva a una concepción holística del universo como un todo único, bastante más cercana a la aristotélica que a la mecanicista. Esta anaolgía se puede ver en los hologramas, en los que cada parte refleja la totalidad del dibujo.
Así, el "orden implicado" del movi-miento de las partículas sería el "campo cuántico", en el que se subyace la información que se desenvuelve en cada suceso particular. Sin embargo, el funciona-miento de dicho campo cuántico estaría guiado asimismo por otro orden implicado que, en este caso, se llamaría "orden superimplicado". Este orden no está cubierto por la actual teoría cuántica, que se queda en el campo cuántico.
Pero para Bohm, el nivel perfecto es la existencia de tres órdenes implicados. La existencia de estos tres niveles es necesaria para cerrar el sistema. Esto se explica, por ejemplo, utilizando la analogía de un juego de ordenador. El ordenador (orden implicado 3) produce imágenes en pantalla (orden implicado 2), que el jugador (orden implicado 1) interpreta y frente a las cuales da instrucciones al ordenador, que vuelve a producir imágenes diferentes. Así, el tercer orden implicado determina al segundo y es, a su vez, afectado por el primero.
Así, el sujeto que observa, está modificando lo observado. Esta es la conclusión inevitable de la física cuántica desde la paradoja de Schrödinger, pero fue adelantada ya por Kant al proponer este la necesidad de un giro copernicano en filosofía consistente en aceptar que en el acto de conoci-miento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida, y que no es posible conocer el noúmenos (cosa en sí), sino solo el fenómeno (cualidades percibidas a priori).
En nuestra vida diaria, para Bohm está claro que el pensa-miento es un orden implicado, así como los senti-mientos también lo son, y se envuelven mutuamente. A la hora de analizar la diferencia entre mente y materia, y debido a la triple relación arriba mencionada, Bohm llega a la conclusión de que son "dos aspectos de un todo y no más separables de lo que lo son forma y contenido", viniendo así a coincidir, por ejemplo, con una tradición hinduista de más de 4.000 años. Existe un paralelismo y relaciones entre la física moderna y las filosofías orientales.
Lo anterior, en todo caso, lleva a Bohm finalmente a afirmar la importancia de la inteligencia creativa, dado que es la única forma de aprehender cosas nuevas, entendiendo el nuevo orden que las genera en vez de tratar de encajarles en las categorías conocidas. Todo progreso se basa en dicha inteligencia creativa.
Por eso, el rechazo sistemático de cualquier evento, teoría o experiencia que se aleje de los postulados racionalistas (que no son más que un orden más) y los intentos de encasillarlo en alguna categoría ya conocida y explicable por medio de la consabida frase: "seguro que tiene alguna explicación racional (véase, comprobable mediante el método racional)", es una práctica mediocre y reaccionaria.
Entendemos también mejor cómo Sheldrake traslada esta teoría al campo de la biología bajo el nombre de "campos mórficos". Ahora podemos observar que el campo mórfico en que se desenvuelve la información de nuestra creación, comporta-miento y memoria es un orden implicado.
El problema de todo lo explicado hasta aquí es que remite a la recurrente idea de la pared de Platón, del "maya" de los Vedas hindúes, del "tonal" de Castaneda, del "fenómeno" de Kant, o de la cuarta dimensión de H. Hinton. No percibimos la realidad, sino simplemente los "fenómenos explicados".
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