sábado, 4 de mayo de 2019

Activa la prosperidad en tu presente

Recuerda, tu responsabilidad es tal, que no la puedes pasar a ningún otro, no la puedes arrojar sobre ningún otro. Tu responsabilidad es absolutamente tuya. La prosperidad en tu vida depende exclusivamente de ti. Tú tendrás que pensar, tú tendrás que sentir, tú tendrás que meditar, tú tendrás que corregir tus equivocaciones. Y déjame que te recuerde de nuevo: quizás te encuentres en situaciones en las que antes nunca te encontraste y te preguntas ¿por qué debes pasar por ellas?
Te recomiendo que mantengas activa tu atención consciente para sobrepasar esa determinada situación aprendiendo la enseñanza que Dios te quería dar. Porque si al contrario transitas por ella sin aprender el significado en cualquier otro momento futuro volverá a ti de una forma diferente para que aprendas la enseñanza.
La mente ejerce mayor influencia entre nosotros, por eso vale la pena tratar de alcanzar la paz mental y la salud global (cuerpo- mente – espíritu- emoción). El progreso material es importante pero debemos equilibrarlo con nuestra paz interior y al alcanzarla seremos capaces de enfrentar situaciones con calma y madurez.
El dar y el recibir tienen la misma importancia. El recibir es una manifestación de que también sabemos dar. Si queremos recibir, necesitamos estar abiertos a ello, debemos aceptarlo libremente sin limitar el flujo de energía. Es también aceptarnos y tener conciencia de que merecemos recibir.
Cuando en nuestra vida recibimos y aceptamos libremente con humildad muestras de afecto, cumplidos, respeto, admiración, etc., estamos aceptando que merecemos todo lo bueno que la vida nos ofrece fácilmente. Y aunque estas características no pertenecen al dinero o al mundo material en sí, es un acto de la conciencia del merecer y aceptar. En cambio si el recibir un elogio es motivo de pena, y si alguien nos dice «gracias» contestamos con un «no fue nada», le estamos restando valor a nuestras capacidades. Estaremos rechazando el flujo del recibir.
Si damos estas mismas muestras de respeto, admiración y cortesía a nuestros semejantes, no debemos dudar en que se nos serán devueltas, multiplicadas, pero hay que estar abiertos a recibirlo, hay que aceptarlo, si no lo hacemos, es posible que no venga, hasta que estemos preparados para ello.
Cuando nosotros no sabemos dar amor, respeto o no valoramos las acciones de los demás, estamos cerrando nuestra conciencia de dar. El dar sin esperar nada a cambio nos brinda la oportunidad de sentirnos útiles, el dar también nos provee de satisfacciones.
Cuando decimos que al dar no debes esperar nada a cambio, es realmente que no debes exigir que la persona a la que le estás dando responda como tú quieres o deseas. Es cierto que es muy bonito cuando alguien responde recíprocamente a nuestras muestras de amor y ayuda, pero si no lo hace, en el momento en que lo esperas, alguien lo hará en un futuro. Si en este momento tú ayudas a alguien y ese alguien no lo valoró dándote la espalda en el momento en que tú lo necesitabas, vendrá otra persona que sabrá extenderte la mano.
En la vida, no hay nada que quede sin recompensa, todo se devuelve, y si has hecho el bien, ese bien regresará a ti manifestado en las diferentes personas que conozcas y en las diferentes circunstancias que se te presenten. El no saber dar, es un estado de pobreza también, independientemente del dinero que pudieras tener concentrado en el banco. El no saber dar te lleva a un estado de vacío interior permanente que se irá ampliando en la medida en que no lo comprendas. Te lleva a pensar que nadie te quiere y que nadie te valora. Cuando en realidad, serías tu quien no ha aprendido a querer ni a valorar a los demás. La riqueza es la manifestación del flujo recíproco entre el dar y el recibir.
Si crees que mereces la riqueza y la aceptas como parte de tu vida, ésta llegará. Sólo que aquí no debemos sentir culpas de ninguna índole. ¿Valoras tu trabajo? ¿Cuál es el justo precio de tu servicio?Muchos de los problemas que enfrentamos dentro de nuestra vida, se derivan de una baja autoestima, no valoramos nuestro trabajo, y nos cuesta trabajo cobrar su justo precio, porque pensamos que «le robamos a la gente». El pago a nuestro servicio no es un robo, si ofrecemos un producto o servicio, este tiene que tener una remuneración justa (para ambas partes).
Valórate a ti mismo, y cobra sin culpas el valor de tu trabajo, verás como lejos de que tus clientes se sientan «robados» se sentirán satisfechos de haber pagado por un producto de excelente calidad.

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