Hay 35 millones de personas diagnosticadas como portadoras del síndrome de fatiga crónica en el mundo (SFC).
Seguramente hay muchos más, pero son más los casos no diagnosticados que los diagnosticados debido a las dificultades de la medicina para establecer criterios diagnósticos claros o estudios confirmativos.
El 90% de los casos diagnosticados corresponden a mujeres y se supone que esta desproporción (10% hombres) se debe a que ellas están más abiertas a comunicar sus dificultades.
En el SFC todo es mucho más lento.
Hay una sensación de debilidad permanente, incluso existe dificultad para permanecer de pie por lo que la mayor parte están mucho tiempo en cama.
La cantidad de ejercicio o esfuerzo de cualquier clase (incluso mental) que se puede realizar es mínima debido a que no se tolera el cansancio y su recuperación lleva muchas horas.
El razona-miento es lento, la memoria reciente suele debilitarse mucho.
El sistema inmune está menos operativo ya que experimentan fiebre leve en forma permanente e inflamaciones que no mejoran a nivel de garganta junto con infecciones frecuentes del aparato urinario y respiratorio.
La depresión afecta a más del 40% de los afectados.
Y predomina en la raza caucásica.
La ciencia investiga e investiga buscando causas físicas ya que la ciencia por definición debe ser obstinada y rigurosa en buscar evidencias comprobables, resultados que todos podamos ver y reproducir.
La ciencia no puede aceptar el principio de yin y yang como criterio ni diagnóstico ni como herramienta para comprender el origen del SFC.
Hacerlo es visto como una traición al método científico.
Entonces la medicina basada en esta obstinación no puede curar el SFC, pero de todas formas advierte (por internet) de la inutilidad de la homeopatía, acupuntura o fitoterapia por no tener evidencias suficientes que demuestren su eficacia.
Como dice el dicho popular, es “como el perro del hortelano, no come ni deja comer a los otros”.
La ganancia de la ciencia está en que somete a los pacientes a una gran cantidad de estudios y éstos no son gratuitos, por lo que gran cantidad de personal de la salud se beneficia con estas exhaustivas investigaciones buscando confirmar o descartar el SFC.
La cura no se encuentra en un té o en un fruto de las islas tropicales del pacífico, sino de una comprensión del orden de la fisiología y biología.
Los alimentos anti fisiológicos son anti naturales y cuando vamos contra la naturaleza siempre ésta nos vencerá.
Los humanos deben nutrirse en base a los alimentos tradicionales, fundamentalmente cereales, verduras y otros alimentos de calidad vegetal (adecuadamente preparados y consumidos).
Un mínimo de derivados animales, excepto para los bebés que deben recibir la leche materna como alimento básico (o de cabra u otra mamífero).
Cuando un enfermo de SFC comprende esta conexión entre la naturaleza y la salud infinita (la naturaleza goza de salud infinita en todas sus expresiones) ya ha recorrido la mitad del camino hacia su cura.
Pero si se limita a seguir una dieta como si fuera una terapia “alternativa” su eficacia disminuye en un 50% ya que no hay fe, ni comprensión, ni gratitud ni un sentimiento de amparo infinito brindado por la gran inteligencia que protege a todos los seres por ella creados, como una madre cuida a sus bebés.
El amor infinito no desea el SFC en ninguno de sus hijos o incluso en los animales.
Pero cuando uno de ellos desea experimentar la enfermedad le pondrá todos los medios para lograrlo.
Entonces una vez alcanzada la meta (SFC) se podrá elegir la emocionante aventura de volver a recuperar la vitalidad infinita mediante la macrobiótica.
Y experimentar la gratitud y felicidad intensa que sólo conocen los que estuvieron en el infierno y consiguieron salir de él.
-Martín Macedo-
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