La hija llega y le dice a su padre:
- ¡Papá, ya no aguanto más a la vecina! Quiero matarla, pero tengo miedo que me descubran. ¿Puedes ayudarme con eso? El padre le responde:
- Claro que sí mi amor, pero hay una condición... Tendrás que hacer las paces con ella para que después nadie desconfíe que fuiste tú cuando ella muera.
Para que ella tampoco sospeche, tendrás que cuidarla con tus colores brillantes, tener un color gentil, un color de agradecimiento, el color de la tolerancia, el color del cariño, nunca uses el color del egoísmo y usa colores pacientes para escucharla más... ¿Ves este polvito hija? Todos los días pondrás un poco en su comida. Así ella morirá de a poco.
Pasados 30 días, la hija vuelve a decir al padre:
- Papá, papá....ya no quiero que ella muera, la amo. ¿Y ahora, cómo hago para cortar el efecto del veneno? El padre entonces le responde:
- Hay hija..¡No te preocupes! Lo que te dí fue polvito de arroz, ella no morirá, porque el veneno real, es un color que debía morir en ti.
Cuando alimentamos el color del rencor, morimos de a poco.
Aprendamos a traer el color de la paz con quienes nos ofenden y nos lastiman.
Aprendamos a tratar a los demás como queremos ser tratados.
Aprendamos a tener el color de la iniciativa de amar, el color de dar, el color de donar, el color de servir, el color de regalar, y no solo querer ganar y ser servido.
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