martes, 23 de octubre de 2018

El verdadero poder de un ser humano está en sus creencias.


Los dedos de una mano aparentemente son muy diferentes entre sí.
El pulgar tiene una amplia movilidad y fuerza; mientras que el anular apenas puede rotar y genera una débil tracción.
Los dedos no tienen un ego como lo tienen los humanos.
Y por esa razón no se complacen en comparaciones a ver quién es más fuerte o más flexible.
Cada uno es perfecto a su manera y la mano no sería la maravilla que es si faltara un solo dedo o un trozo de un dedo.
Pero la fuerza y la destreza de la mano no depende de lo que se ve.
Da igual si es grande o pequeña, joven o añosa, blanca o morena.
La capacidad de la mano en la cocina, en el deporte o en la música depende de la sangre que le da su poderoso impulso.
Pero todos vemos la mano que toca una sonata de Beethoven en el piano y pensamos que esas manos son un prodigio.
Pero no vemos la sangre que les inyecta esa fuerza y sensibilidad exquisita.
El verdadero poder está oculto.
El verdadero iceberg está sumergido en las heladas aguas.
El verdadero poder de un ser humano está en sus creencias.
Todos vemos los efectos de estas creencias pero no podemos ver la "intimidad" de ese ser.
El médico pide estudios de sangre y orina.
Ordena radiografías y estudios contrastados del aparato digestivo.
Toma muestras de tejidos y las estudia al microscopio.
Estudia la parte menor y establece un diagnóstico.
Se esmera con su máxima capacidad para establecer un diagnóstico exacto y correcto.
Todas las máquinas de la medicina sólo sirven para estudiar esta parte menor del ser humano.
Pero no permiten explorar las causas profundas de su mal, porque están ocultas en el mundo invisible.
Y la ciencia se siente perdida cuando los sentidos se apagan.
Pero el viejo Hipócrates, el gran maestro y fundador de la medicina occidental lo sabía perfectamente.
El origen profundo de la enfermedad está en la calidad de la sangre.
Si no se mejora la calidad de la sangre, ninguna quimioterapia, ninguna vacuna, ningún suplemento vitamínico podrá crear la salud infinita.
Porque para crear la salud infinita, se requiere tomar una decisión.
Y trasladarla con una potente convicción al alma de la sangre.
Para que transmita la orden a todas las células del cuerpo.

-Martín Macedo-

No hay comentarios:

Publicar un comentario