domingo, 21 de octubre de 2018

Lo que parece real en la mente pero no lo es en la vida

CUIDADO CON LO QUE PARECE REAL EN LA MENTE PERO NO LO ES EN LA VIDA
En mi opinión, quienes no saben controlar y gobernar su mente son más propicios a los sufrimientos innecesarios que provocan los pensamientos obsesivos o catastrofistas, o los que son fruto del miedo, o los que están equivocados.
La mente perturbada, la que campea haciendo estragos sin que nadie se lo impida o le ponga límites, sin que se le quite el poder que ella sola se otorga, es una mente que va a condicionar –y desastrosamente- la vida.
Me refiero, lógicamente, a esa mente trágica y pesimista, obtusa y sin aperturas, que se regodea en el sufrimiento y todo lo dramatiza en exceso, y que magnifica los males repitiéndolos continuamente, con lo cual les dan tanto poder que llegan a aparentar ser reales.
Se puede afirmar que lo que se piensa puede llegar a adquirir la misma fuerza que si fuese realidad.
Lo importante, o lo grave, no es lo que nos sucede sino lo que hacemos en la mente con ello. Parece que le concedemos el poder de decir a qué le damos importancia y qué no nos importa.
Al mismo hecho le podemos dar una categoría ínfima o podemos hacer de ello una tragedia. Un desaire –tal vez sin intención- podemos convertirlo en el inicio de la tercera guerra mundial o pasarlo por alto. La misma palabra, o el mismo hecho, dependiendo de cómo estemos en ese momento –más bien de cómo esté nuestra mente- puede dejarnos indiferentes, hacernos sonreír o montar en cólera.
Se trata, por tanto, de quitarle el poder y desechar todo aquello que nos pueda perturbar.
El mismo hecho, la misma situación, afectará de un modo distinto a cada persona en función de cuál haya sido el proceso mental del hecho.
Se trata, por tanto, de convertirse en una persona equilibrada, gobernadora de su propia mente, que antes de estallar es capaz de observar la situación con ecuanimidad y juzgarla con imparcialidad para, a partir de ello, decidir conscientemente el modo de actuación.
En numerosas ocasiones hemos tenido que pasar por el trance de arrepentirnos después de haber estallado en un acto, o con una respuesta, cosa de la que luego nos hemos avergonzado. Y, esto lo sabemos por experiencia, pedir perdón –de corazón- es más duro que pararse y contar hasta diez antes de soltar una ofensa o dar una respuesta que no es nuestra sino de nuestra mente estresada, mal educada, o que está al servicio de un ego innecesario y contraproducente.
La objetividad, la serenidad, el equilibrio, y la justeza, son cualidades para actuar desde una decisión razonada y madurada en la que el pensamiento se pone a nuestro servicio, en el que no somos un arrebato sino que somos consciencia, en la que nos somos y actuamos como energúmenos sino como esa persona juiciosa que aspiramos a ser.
En esos momentos -en los que la mente pretende jugarnos una mala pasada- es cuando tenemos que ser consecuentes y regir nuestra mente, que es regir nuestra vida.
En esos momentos es cuando uno ha de saber diferenciar claramente el pensamiento de la realidad, la verdad de la idea, lo cierto de la suposición, y que no sea la mente por su cuenta quien lo califique de un modo u otro, y que seamos capaces de cuestionar los pensamientos que aparecen en nuestra mente, y que sepamos diferenciar entre los que son impulsivos y los que son meditados.
Lo real es la vida, lo tangible, lo demostrable, lo cierto. Lo que sólo pertenece al reino de la mente no pasan de ser ideas, suposiciones, cábalas…
Mi sugerencia es que verifiques cada uno de los pensamientos que aparezcan en tu mente antes de darles credibilidad. Que seas reflexivo. Que controles los impulsos, sobre todo cuando eres capaz de intuir desde el principio que son frutos que aún no han madurado.
Es mejor esperar que precipitarse, y es un buen modo de evitar penosas consecuencias.
Procura distinguir bien entre la mente descontrolada –la que actúa libremente sin contar contigo, es impulsiva y caprichosa, y tiene bastante ego entre sus ingredientes- y la mente que es un instrumento a tu servicio para elaborar los pensamientos, y para tomar decisiones, pero bajo tu observación y vigilancia.
Lo que piense tu mente, cuestiónalo. 
Lo que pienses tú, dalo por bueno.

Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales

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