A lo largo de los siglos, ser humilde ha sido una virtud. Y aunque hoy en día la humildad sigue siendo muy valorada, solo nos damos cuenta de ella cuando por, ejemplo, los dirigentes de un país hacen ejercicio de revisión y mejora, o con aquellas personas con las que nos relacionamos en el día a día de manera más íntima.
Sin embargo, a algunas personas el éxito les hace cambiar y pervertir algunas de las cualidades por las que empezaron a tener el reconocimiento de su alrededor.
Cabe preguntarse entonces, cuáles son las características que definen a las personas humildes. No solo cuando se encuentran en una situación desfavorecida, sino también cuando alcanzan numerosos logros y pasan a vivir de una forma acomodada.
La humildad no es simpleza, sino sencillez en la grandeza.
¿Cómo son las personas humildes?
Como rasgo más llamativo, las personas humildes se encuentran fuertemente comprometidas con algún aspecto de su vida. No buscan el éxito, ni la fama, sino la gloria y el talento en lo que hacen; ya sea trabajando como escultora, ama de casa o médico.
Las personas que practican la humildad buscan mejorar la vida de los demás sin vanagloriarse de ello. Se centran en el proceso más que en el resultado, mostrándose receptivos a posibles cambios en el camino. Sus indicaciones, mandatos u órdenes no están cargados de imposición, sino de autoridad abierta a la crítica y a la mejora.
“Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande”
-Rabindranath Tagore-
Escuchan a los demás con interés, sin menospreciar valoraciones según de quienes vengan, desde un artesano a un político. Y consideran cada una de las opiniones como interesantes para entender algo en concreto o nutrirse de una visión más certera de la realidad que les rodea.
La exaltación del poder es algo alérgico para ellos. Además de no buscarlo, consideran que su recompensa está implícita en un trabajo bien hecho, mucho más que en su reconocimiento público. Por lo que son congruentes con su vida privada y con las ideas públicas que expresan. La hipocresía no entra dentro de su código de conducta.
En sus relaciones con los demás, prima la amabilidad y la buena comunicación, no emitiendo juicios a la ligera y practicando la empatía. Para ellos a veces las historias tienen más valor para cambiar el mundo que las normas.
Las personas humildes hacen pequeños actos todos los días que simplifican la vida de los que les rodea, sin ni tan siquiera avisar de que lo han hecho. Su manera de actuar es un fluir natural, sencillo y honesto.
¿Cómo son las personas carentes de humildad?
Ahora que ya sabemos los principales rasgos de las personas humildes, podemos mencionar cómo son las personas carentes de este gran valor:
Suelen ser personas carentes de todo pensamiento autocrítico y que practican una actitud de superioridad moral, intelectual o económica. Algo que crea tensión en sus relaciones con los demás.
No intercambian opiniones para enriquecerse. Creen que la única forma de imponer su punto de vista es mediante la evitación de otras opiniones, la ridiculización del otro e incluso la intimidación.
No escuchan. Aprovechan para expresar lecciones de vida y consejos que de ser seguidos por la otra persona, implican una ganancia implícita para ellos mismos.
Su obsesión por el poder y por el éxito, por agradar a los demás ante todo, produce en muchas ocasiones, un modo poco elaborado de encarar su trabajo y superar pequeñas dificultades para mejorarlo.
Y en el plano emocional, tienen la idea de que para llevar una buena vida en este ámbito es condición indispensable mostrar la felicidad como si de un trofeo se tratase. Esto puede llevar a la persona y a los que le rodean a un sentimiento de vacío y a una pérdida del verdadero sentido de las relaciones y su intimidad diaria.
Por lo tanto, practica la humildad, no tengas miedo de ser insignificante. Tendrás más impacto del que crees y más tranquilidad espiritual.
“Si crees que un mosquito es demasiado pequeño para causar impacto, intenta dormir con uno en la habitación”
-Anita Roddick-
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