¿Por qué todo lo que resistes, persiste?
“Todo lo que resistes, persiste”, una de las frases del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), define una actitud muy arraigada en muchos seres humanos: aferrarse a lo conocido y a las ideas preconcebidas, sin siquiera discernir su validez a medida que avanza el tiempo."
Los estudios científicos han demostrado que los pensamientos y las emociones humanas son una verdadera energía en movimiento; así es que tanto como podemos enfermarnos, también es posible curarnos, sanar; y en aquello en lo que pensamos, es en lo que nos convertimos.
Esta fuerza indomable, la del pensamiento inconsciente, necesita ser regulada si es que deseas obtener un mayor equilibrio emocional y mental. Como los pensamientos son energía que construye por dentro el andamiaje de lo que, luego, manifestarás hacia afuera, es realmente sorprendente la cantidad de personas ancladas en aspectos negativos y nada conducentes a la vida de plenitud y felicidad que expresan de la boca para afuera que quieren conseguir.
La energía vital, esa que se contagia, como la risa, los bostezos, el entusiasmo, la tristeza y la mala onda -por citar unos pocos ejemplos- determina la influencia directa que tiene cada uno con el entorno directo e indirecto.
Un ejercicio sencillo te permitirá comprobar esto: cuando llegas a tu hogar luego de un día muy complejo de trabajo, y con situaciones que serían preferibles no hubieran pasado, observa atentamente cómo se va diseminando esta energía inconsciente a tu alrededor. Es posible que los niños se pongan más demandantes -exasperándote aún más-; que haya desaciertos en la forma de abordar alguna complicación menor con tus relaciones, y de qué forma la cena en familia se transforma en una literal bomba de tiempo en tu sistema digestivo, como para cerrar una jornada desafiante.
Eso es energía pura. Lo mismo sucede en la calle, en el trabajo, con los amigos, relaciones, equipos con los que compartimos alguna actividad, y en todos los ámbitos. La energía negativa es densa, por eso se potencia más rápido, salpica y ensucia con contundencia. Puedes observar esto muy claramente cuando alguien empieza a quejarse en la cola del supermercado, o en un aeropuerto ante un vuelo demorado, y, casi instantáneamente, una docena más de personas se pliegan sin siquiera detenerse a considerar qué tanto los afecta directamente. La energía negativa se potencia.
La buena noticia es que la energía positiva también se transmite, aunque es más lábil, se disipa más fácilmente, es más fugaz. Por eso necesita de mayor ‘cantidad’ para lograr una contundencia y densidad, para hacer pregnancia. ¿Puedes reconocer que recuerdas siempre más lo negativo que los momentos positivos? ¿O que, acaso, le pones más énfasis la mayoría de las veces a las cosas malas que a las buenas que te suceden? Eso es energía negativa en su máxima potencia; y así vas creando tu realidad en la vida.
La resistencia a lo que no te gusta produce más resistencia
Muchas personas sostienen que, al resistirse a determinadas cosas en la vida, contribuyen a cambiar el status quo. Nada más errado, porque desde la posición de resistencia lo único que se logra es que aquello que desean cambiar para sí mismos o para los demás, persiste y con más fuerza. Se vuelve multiplicado.
Aquí no se trata de que desistas de tu esfuerzo por persistir (que es distinto a resistir) en tus ideales, pensamientos y anhelos.
Lo que sucede es que, volviendo al punto acerca de que somos energía en movimiento en este planeta, al menos mientras estemos por aquí, cuanta más fuerza en tus pensamientos generas de aquello que rechazas, más lo atraes. Como dijo la Madre Teresa de Calcuta: «Nunca iré a una concentración antibelicista. Cuando hagáis una concentración a favor de la paz, invitadme».
El pensamiento negativo es una adicción como las drogas.
El pensamiento negativo es adictivo, como una substancia nociva. Por eso hay tanta gente aferrada a él, y no quieren soltarlo. ¿Qué sería de sus quejas, miserias y autoengaño si no cuentan con ese recurso tan cruel? Su vida podría ser plena, exitosa y con felicidad: y es a eso a lo que tienen miedo en verdad.
Posiblemente en alguna etapa estabas corto de dinero, y tu lamento y queja era exactamente eso: “no tengo plata”. ¿Y qué paso? ¿Llegó lo que necesitabas? ¿Tu cuenta de banco aumentó mágicamente? ¿Se abrió alguna posibilidad para que recaudes a nivel de tus expectativas o necesidades? En más del 99 por ciento de los casos, la respuesta es “no”. ¿Por qué? Porque lo que resistes, persiste. En la misma ecuación de pensamiento (podría decirte aquí que es la “vibración de tu pensamiento”) estarás recibiendo exactamente lo opuesto a lo que quieres alcanzar.
Una persona puesta a dieta para controlar sus kilos de más, se queja permanentemente porque no logra bajar de peso. ¿Cuál será el resultado? Es altamente probable que no sólo no disminuirá en la balanza, sino que aumentará… pese a hacer dieta.
Aunque te parezca increíble, así funciona la vida según ha estudiado y sostenido el propio Jung y cientos de científicos alrededor del mundo.
Si tu postura de vida es “luchar contra algo”, lo que estás creando es, sencillamente, que ese ‘algo’ se haga cada vez más fuere. Al poner toda tu atención en contra de lo que luchas, te resistes a ello, y así se forma una posición de combate tal, que las cosas no cambian.
Resistir no es lo mismo que “persistir”: la mayoría de las personas lo confunden. Cambia tus pensamientos y cambiará tu vida.
En cambio, todo lo que aceptas, empieza a transformarse. ¿Te suena raro internamente? Aceptar no significa estar de acuerdo ciento por ciento. Es una posición empática para encontrar un nuevo punto de vista superador, no ya en batalla y combate con lo que resistes internamente, sino en actitud colaborativa.
¿Cómo superar tu resistencia a las cosas?:
1°) Empieza a ser consciente de tus pensamientos. Pásalos por el tamiz de la razón, sobre todo aquellos que son de contenido negativo y que no te apoyarán. Reconviértelos en positivo. Ejemplo: “Estoy bajando de peso y me siento saludable todo el tiempo. Gracias”.
2°) Focalízate en positivo alcanzando aquello que anhelas. Crea una foto mental, siéntela, percíbela como si ya fuese realidad. Ejemplo: “Estoy organizando mis vacaciones en esta isla maravillosa del Caribe”. Pon en acción tu anhelo, aunque no tengas los recursos en este momento: averigua, indaga, pide presupuestos, baja información de Internet, cuelga una foto de la isla y del hotel donde quieres alojarte muy visible en el espejo del baño; conversa con personas que ya estuvieron allí. Haz “como si…” estuvieses viviendo esa realidad, por anticipado. Observa cómo te va.
3°) Encuentra momentos de calma y relax, y deja descansar la negatividad: El mundo sí está en un plano negativo muchas veces. Sin embargo, depende dónde te enfoques con tu actitud, es el resultado que lograrás. Recursos: No te sumes a aquello que dice “la miseria busca compañía”, porque definitivamente no te ayudará a conseguir lo que quieres. Encuéntrate con personas que tengan tu misma energía co-creadora en positivo; que vayan para adelante más allá de las dificultades; que aprendan junto a ti que la tristeza y la decepción son parte de esta experiencia humana que puedes transformar en aprendizaje permanente.
4°) Utiliza a tu favor la neuroplasticidad de tu cerebro. Como órgano que es, que controla absolutamente todas las funciones vitales de cada ser humano, puede ser tu aliado si lo pones a trabajar a tu favor. En sí, se desarrolla como un músculo: funciona sólo si lo entrenas. Entonces, si siempre le das el mismo esquema de pensamiento, se obtura: no empieza a funcionar bien, porque no lo dejas pensar en libertad; lo quieres controlar tanto -por aquello que temes, y te da miedo lo que no conoces, por ejemplo, ante los cambios o la incertidumbre de las situaciones-, que el cerebro te devuelve más y más de eso. Por eso, persisten las cosas que resistes. Ejercicio: cambia el camino para ir al trabajo; escribe una libreta con cada idea positiva que se te ocurra en cualquier momento; inventa juegos con los niños; crea historias de fantasía. Es decir, conecta tu parte racional (hemisferio izquierdo) con tu parte blanda (hemisferio derecho). De esta forma tu cerebro se irá acostumbrando a ser más plástico para que puedas considerar puntos de vista diferentes.
5°) Escucha, no opines de todo. Convertirte en un opinólogo con el dedo señalador y enjuiciador no te hace una persona más inteligente, ni siquiera práctica. Lo único que consigues es ser tan determinista en tus esquemas de pensamiento en lo que persistes, y esto demuestra que no eres habilidoso para moverte fluidamente hacia aquello que podría ser algo superador. Ejercicio: busca mantenerte escuchando ante cada situación; y luego comparte tu punto de vista. Entrénate en no interrumpir a los demás, por más contraria que sea su posición u opinión. Reconoce cómo te sientes mientras lo haces. Entender no es lo mismo que justificar. Recuerda: las opiniones son como las narices: todos tenemos una. ¿Por qué tiene que ser la tuya la única válida entre los seis mil millones de otros que viven en el mundo?
Daniel Colombo
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