!!“Al comprender a tu prójimo y relacionarte con él, serás más bondadoso contigo; si percibes su fragilidad, estarás más atento a tus límites y buscarás crecer, entonces lo amarás y te amarás más”.
Juana de Angelis por medio de Divaldo Franco en el libro: Momentos de Salud.
El amor es el sentimiento más profundo que podemos experimentar, y lo manifestamos de manera espontánea en la generosidad y entrega a los demás.
La comprensión que recibimos tiene las propiedades de un bálsamo para nuestro espíritu. Lo experimentamos con las personas que nos sentimos realmente a gusto porque, aunque quizás no compartan nuestros pensamientos, evitan juzgarnos, evitan criticarnos, no intentan inculcarnos su forma de entender la vida; podemos mostrarnos como realmente somos y entienden nuestra forma de proceder.
Comprender va más allá de tolerar o soportar a la otra persona, es poner el corazón y la razón al servicio de quien necesita de nuestra atención o cariño, y saber proponer, sugerir o establecer los medios con los que contamos para poder ayudarle.
Esta virtud nos ayuda a saber cuál debe ser nuestro comportamiento, porque mientras más entiendo a la persona, mejor puedo comprender las cosas desde su punto de vista, aceptando su realidad y la forma de conducirse. Esto no significa que tengamos que ser condescendientes con todo lo que pueda realizar o pensar, porque el propio discernimiento de lo que está bien y está mal siempre debemos tenerlo presente.
La comprensión es todo lo contrario a juzgar, ridiculizar, ironizar. Establece una postura receptiva que obliga a poner los cinco sentidos en la persona que nos está hablando sobre sus problemas. Quizás sólo quiere ser escuchado, sentir que interesa a alguien.
Además, todos los días no nos levantamos igual, pues depende de nuestro estado de ánimo, producido por los diversos problemas que nos perturban o las situaciones adversas por las que estamos pasando; nos pueden provocar estados emocionales dispares en los que poder escuchar o comprender a los demás; se nos presenta, a veces, harto difícil.
Lo mismo puede suceder con las personas conocidas que se cruzan con nosotros en el diario vivir; unas veces les cuesta dirigir la palabra, otras se hacen las despistadas para evitar cordialidades o comentarios; incluso, en casos más extremos, se llega a percibir cierto rechazo… Lo más fácil es pensar mal de ellas, “qué antipática”, “qué poca educación”, “qué se habrá creído”, cuando lo más normal es que simplemente vayan pensando en sus cosas, en sus problemas, y no se fijan en lo que pasa a su alrededor; no es mala fe, simplemente están enfrascados en sus preocupaciones. Disculpar esta situación y no darle importancia nos ahorrará malestar y malquerencias, para continuar andando con tranquilidad de espíritu. Incluso se puede revertir esa situación, y en lugar de tomarlo como algo personal, actuar con una actitud de servicio, de ayuda al semejante; por ejemplo, elevando el pensamiento y solicitando ayuda espiritual para que les auxilien en lo que puedan necesitar.
También es cierto que no podemos caer bien a todo el mundo, para eso no hace falta tener méritos o deméritos, simplemente podemos tener alguna persona a nuestro alrededor que nos rechaza, no nos quiere bien, que muestra su antipatía hacia nosotros; evidentemente, no podemos ser afines a todo el mundo. Lo mejor que podemos hacer es minimizar su influencia negativa, no prestándoles atención, y al mismo tiempo relacionarnos con personas más afines, de actitudes más constructivas, que luchan por ser mejores, que trabajan en el bien buscando fomentar una buena convivencia con sus semejantes.
Es precisamente la comprensión el camino que facilita unas relaciones humanas más armónicas, porque admite otros valores, pensamientos e ideales… además de los propios; es estar siempre dispuesto a considerar el punto de vista de los demás; abriendo paso a la fraternidad.
¡Cuántas veces nos hemos podido encontrar inmersos en un “diálogo de sordos”! Es decir; todos quieren hablar y ninguno quiere escuchar. En otras ocasiones se habla mucho, pero divagando, sobre temas que no llevan a ninguna parte y además perdiendo el tiempo; esto es debido a que oímos pero no escuchamos, y lo importante para que exista entendimiento es prestar verdadera atención.
Hay también personas que, debido a sus complejos, prejuicios, miedo a no ser aceptados o valorados socialmente, prefieren mostrarse con una máscara superficial de su personalidad, prefieren las conversaciones livianas, superficiales, que no comprometan o permitan evaluarles como personas. Sin embargo, es bueno darse a conocer en nuestro círculo social, revelar aspectos de nuestra personalidad que ayuden a los demás a desplegar una relación más sincera, pero siempre con mesura y prudencia.
En ocasiones ocurre que nos quedamos sólo con la idea de algo negativo que nos sucedió con otra persona en el pasado, recordando el hecho ocurrido siempre que nos encontramos con ella. La sola idea de que pueda cambiar la desechamos con celeridad. Sin embargo, todos estamos expuestos a la transformación interior, esa persona también. Existen las pruebas, acontecimientos, experiencias buenas y malas, que nos ayudan a todos a madurar; son lecciones que recibimos a lo largo de nuestra encarnación, que nos van renovando. Cerrar la puerta indefinidamente al diálogo y a la concordia, o lo que es lo mismo, negar otra oportunidad, sería un síntoma claro de intransigencia e intolerancia.
La comprensión es paciencia, tolerancia, ya que asumimos que todos somos falibles, que cometemos errores. También es beneficiosa, pues profundiza en las relaciones que desarrollamos con las diferentes personas que están cerca de nosotros. Evita los celos, los enojos, evita también la crítica, los pensamientos se vuelven afectuosos, y esta situación ayuda a que los sentimientos que vayan aflorando sean siempre, cuanto menos, de simpatía, haciendo crecer la relación que establezcamos. Además, la comprensión es una virtud que desarrolla otras muchas, como pueden ser el perdón, la indulgencia, la tolerancia, el respeto… etc.
Esta virtud te lleva además por el sendero del perdón, nos ayuda a sobreponernos de los agravios que podamos recibir de algunos de nuestros congéneres, nos hace entender las vanidades humanas sin que nos sintamos ofendidos y tener indulgencia hacia las miserias humanas, con las que nos podamos sentir atacados, obteniendo la paz de espíritu.
La comprensión sostenida por el amor está siempre dirigida por una mente que piensa en positivo, que trata de ver siempre el lado bueno de las personas. Entiende que las limitaciones, debilidades, miserias… que con tanta facilidad criticamos y juzgamos en los otros, también son taras que arrastramos nosotros. Si hiciéramos una reflexión profunda y objetiva de cómo actuamos o pensamos, no tendríamos dificultad para aceptarlas, y estos nos ayudaría también a nosotros, a entender a los demás. Saber que yo soy imperfecto y que aún me queda mucho camino que recorrer para serlo, es una convicción que me llena de sentido la vida, conduciéndome a la comprensión de los demás. Si yo tengo caídas a lo largo de mi vida, no puedo negar ni criticar las caídas que tienen los demás.
El ejemplo más claro de la relación existente entre el amor y la comprensión nos lo dio el Divino Maestro cuando en el Calvario, ya subido en la cruz, dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34)
Al comprender a nuestro prójimo y conocernos mejor conseguimos vivir en paz, primero con nosotros mismos, y acto seguido con los demás, ya que somos seres sociables y las relaciones se establecen para convivir, en tanto que necesitamos los unos de los otros. Por medio de estas relaciones surgen los sentimientos, y el más poderoso es el amor, que consigue establecer relaciones fraternales entre esposos, hijos, amigos, compañeros, etc. Como hemos mencionado anteriormente, todos somos iguales pero con nuestras propias peculiaridades, y estas diferencias hacen que nos enriquezcamos más en la convivencia.
“El amor constituye la única manera de aprehender (comprender) a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales de la persona amada…”Viktor E. Frankl, extraído del libro El hombre en busca de destino.
Concluyendo, el entendimiento consigue que tengamos una actitud de calma, actitud que nos ayudará a solventar los acontecimientos, tanto gratos como ingratos, que van surgiendo a lo largo del día. Sabemos que no hay que juzgar a nadie porque piense diferente a nosotros. Ser receptivos hacia ellos y mostrarnos interesados en sus problemas hará que, cuando les tengamos que hablar, nos escuchen, ya que nuestro ejemplo y actitud dará confianza a todos aquellos que quieran acercarse a nosotros. Para conseguir esa naturalidad en nuestro proceder será necesario estar centrados y ser autocríticos para ver dónde fallamos, y de ese modo rectificar el comportamiento inadecuado. La confianza y el respeto es la base para que los demás puedan creer en nosotros.
La comprensión desarrolla la confianza por: Gloria Quel
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