viernes, 11 de octubre de 2019

Detectives en el supermercado: hoy yogur

he y bacterias que se comen el azúcar propio de la leche. ¿Qué tiene que ver con todos los cosos estos que aparecen en la foto? Bastante poco.

Lo que se enfría en la góndola de lácteos son en un 99 por ciento ultraprocesados glosinados. Alta fuente de azúcar y/o JMAF (enemigos de una microbiota saludable) que se agrega a lo que la industria láctea hizo de la leche: un tetris en el que entra más leche descremada que entera (no porque sea más saludable sino porque usando la descremada tienen más crema para otros productos, leche en polvo descremada (un rellenador barato que meten a todo), suero de queso, sólidos lácteos (y otras cosas que antes se descartaban pero ahora encontraron este mágico lugar al que volver)... todo mezclado con almidón, otros estabilizantes, colorantes extraídos de un mundo de síntesis del petróleo o del natural mundo de los insectos (ay, carmín) y saborizantes y aromatizantes permitidos por la misma industria que nos hacen creer que el yogur de vainilla es distinto al de frutilla cuando son iguales: ni tienen vainilla ni tienen frutilla.
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Los yogures que ofrece el supermercado son pesos más, pesos menos, todos iguales: un rejunte de problemas que terminan en lo único que realmente los diferencia: un envase plástico que vivirá cientos de años en este planeta. Animémonos a probar otras cosas: el mundo de las bacterias comestibles es espectacular. Suma conservas, kéfir, hasta gaseosas y aderezos. Salgamos de la alienación que permite estos fenómenos bizarros de influencers de red social y reconectemos con la comida real, es un camino de ida a una reconexión mucho más profunda.

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