sábado, 19 de octubre de 2019

Humildad

Como siempre que tratamos de definir algo de la forma más estándar posible, nos solemos acercar al diccionario. En este caso, el Diccionario de la lengua española dice que la humildad equivale a tener la virtud de ser conscientes de las debilidades y limitaciones propias.Según esto, ser humilde se opone al orgullo vanidoso que va más allá del que tiene que ver con el amor propio y la dignidad individual.

Contaba una fabula famosa que había una vez una rana presumida que rechazó con mucha soberbia a un sapo por considerarlo «poco» para ella. Contaba también que más tarde la rana necesitó de la ayuda del sapo y que, con humildad, se vio obligada a pedirle perdón y a asumir que ella no era más que cualquier otro anfibio. Lo que le ocurrió a la famosa rana de esta fábula es lo que les ocurre a muchas personas, o lo que puede pasarnos a todos en algún momento determinado de nuestras vidas. Además, están tan acostumbradas a que su actitud sea consentida que no se molestan en disimularla. En el momento en el que la rana de nuestra fábula decide rechazar al sapo, lo hace porque lo considera feo, pero empleando una actitud arrogante de superioridad. En este sentido, el comportamiento prepotente y la superioridad moral no definen a las personas humildes. Se trata de entender quiénes somos sin la necesidad de recordárselo al resto en forma de logros y éxitos.

«Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría.» -Salomón-

La humildad, es en la misma medida, una cualidad y un comportamiento que nos sitúa ante los demás, por lo que podemos decir que la humildad se puede practicar en cualquier acción que tomemos. Por ejemplo, lo hacemos en estas situaciones:

- Descubriéndonos a nosotros mismos: comprendiendo que todos tenemos nuestras experiencias y circunstancias y dando por hecho que no podemos juzgar el camino de los demás sin habernos puesto sus zapatos.
- Admitiendo nuestras equivocaciones y aprendiendo a pedir perdón cuando sea oportuno: esta quizá sea una de las actitudes que más nos cueste asumir porque nos pone de cara a nosotros mismos. Por esa razón, saber perdonar y aprender de los errores nos hace humildes.
 - Valorando las limitaciones y las libertades que tenemos: somos libres para decidir, para tomar direcciones hacia un futuro u otro, pero dentro de unas limitaciones. Saber cuáles son los defectos que nos frenan nos ayudará a superarlos humildemente.

«El que con perspicacia reconoce la limitación de sus facultades, está muy cerca de llegar a la perfección» -J. W. von Goethe-

- Reconociendo que vivimos en una sociedad y que como tal la integran personas de diversa formación, con mayor o menor edad, más constantes, etc. Con el respeto de unos hacia otros, teniendo en cuenta esas particularidades se puede seguir siendo humilde.

- Elogiando las virtudes de los demás de una forma sincera: dice mucho de lo que somos, el ser capaces de reconocer las virtudes de los que nos rodean tanto como lo hacemos con las nuestras. No es una forma hipócrita de acercarnos a otros, sino de hacer saber que todos tenemos un valor preciado, ya sea descubierto o por descubrir.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, la humildad tiene tanto valor que aquel que la consigue recordará siempre como mantenerla, porque habrá sabido encontrar armonía y paz interior. Además, habrá sabido alejarse de la vanidad y del apego material a las cosas.

La mariposa siempre recordará que fue gusano porque sabe que puede caerse en algún momento del vuelo y, entonces, entenderá que no es lo mismo ser humilde que tener una baja autoestima. La humildad desbordada es muy bonita, siempre que sepamos cuáles son los límites a los que hay que llegar, porque de lo contrario podemos hacernos daño.

La humildad logra que nos perfeccionemos, que sean amables y fraternales con nosotros, que encontremos a gente auténtica que nos quiera de verdad, que valoremos el esfuerzo por conseguir lo que nos hace felices, que huyamos del ego.

«Un hombre debe ser lo suficientemente grande como para admitir sus errores, lo suficientemente inteligente como para aprovecharlos y lo suficientemente fuerte para corregirlos». -Khalil Gibran-

Una persona humilde, verdaderamente humilde, tiene que ser alguien muy sabio. Debe de haber aprendido secretos importantísimos sobre el funcionamiento de la vida. De hecho sabiduría y humildad suelen ir siempre de la mano. No puede ser de otra forma. 

Allá donde usted encuentre soberbia significa que existe a su disposición todo un tesoro en ignorancia. Cualquier vía espiritual que se precie de serlo debería llevarle directamente ahí, a la humildad verdadera.

Una persona sabia no es humilde porque lo dicta una ley milenaria, porque lo haya ordenado una divinidad, o porque sea lo más conveniente a nivel ético y moral. La humildad nace de su cordura y coherencia más absoluta al saber cómo funcionan las cosas.

Además el sabio comprende que no somos inmortales. La impermanencia existe en todos y en todo. Nos une como un lazo común, por lo que experimenta sus deseos y apegos de forma mucho más realista. Sabe que el tiempo es inexorable e indeterminado, así que no malgasta su aliento en iras, enfados, intrigas, críticas o juicios chismosos e infundados.

Tiene una tendencia natural a la gratitud universal. Si pretende aumentar un poco la verdadera humildad en su vida cotidiana, debería comenzar por este punto. En todo momento y en todo lugar siéntase agradecido por los dones de que disfruta. Lo normal es que esté habituado a fijar la atención en aquello que le falta… ¡grave error!

Fijarse en lo que le falta solo puede llevarle a situaciones de dolor espiritual, deseos no realizados, e incluso imposibles, y estados mentales muy negativos como al ira o la depresión.

Levántese por la mañana, un momento del día excelente para comenzar su práctica, y agradezca cada cosa en donde se posen sus ojos: su cuerpo por su belleza y la salud de la que disfruta (aunque no sea completa). Su habitación por ser confortable y abrigarle durante las noches heladas. Si tiene pareja agradezca su compañía, su amistad y su amor.

La gratitud nos ofrece una buena perspectiva para fundamentar una verdadera humildad. Como si el universo entero conspirase para que cada acto sucediese en un determinado momento. Es una sabiduría llena de hermosura y frescor. Agradecer con humildad, llenarse de sabiduría y dejar que el universo nazca a través nuestro.

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