Junto con afirmar que la ‘nueva economía’ ya existe y que es amplia y consistente, quiero decirles que también existe, y que se está desarrollando con gran vitalidad, una nueva teoría económica, una nueva ciencia de la economía, que es capaz de dar cuenta de estas racionalidades económicas solidarias, de potenciarlas, de proyectarlas hacia niveles cada vez superiores de logro y eficiencia.
En este sentido, sostengo que se ha superado la desconfianza y reticencia respecto del pensa-miento propiamente económico, que caracterizó durante casi dos siglos a las búsquedas tradicionales de economías alternativas. Es cierto que el cooperativismo y todas las búsquedas de economías no-capitalistas, han estado históricamente acompañadas de pensa-miento social. Pero hay que reconocer que esas elaboraciones intelectuales han tenido un carácter eminentemente ético, pero no económico. Son propuestas de valores, son propuestas que enuncian la necesidad de justicia en la economía, de lo comunitario, de lo social, de la cooperación.
Son propuestas que dieron lugar a dos tipos de elaboración intelectual, a dos estructuras de pensa-miento distintas: o son doctrinarias, o bien ideológicas. Doctrinarias, como en el caso de la “doctrina cooperativa”, o de la enseñanza o “doctrina social cristiana”, que se fundamentan en valores, principios y normas. O ideológicas, que más que fundarse en una ética filosófica lo hacen en un pensa-miento político o en determinados intereses que se quiere defender, promover y generalizar en la sociedad.
Incluso, las propias búsquedas de economías alternativas tendieron durante mucho tiempo a no pensarse como experiencias económicas, sino como organizaciones sociales. Una explicación de esto es que a lo largo de toda la época moderna, cuando pensamos en la economía pensamos en el capitalismo, pensamos que lo económico es algo ligado a intereses individuales, a la búsqueda del lucro y la ganancia, como si fuera algo ilegítimo. Como si hablar de economía implicara contaminarse del capitalismo, o participar en algo no coherente con los principios de una búsqueda idealista y ética.
Fíjense que el mismo concepto de organizaciones “sin fines de lucro”, o el de entidades “non-profit”, deja sin clarificar el objetivo económico racional de estas unidades económicas. Son expresiones que se usan para establecer que no hay motivaciones economicistas, que no se es capitalista; pero al decir non-profit o sin ánimo de ganancia, sin búsqueda de utilidades, se está negando algo que es de la esencia de la economía, más allá de la organización capitalista. Porque toda y cualquier economía busca generar beneficios, producir valor económico, y hacerlo con eficiencia, o sea con el mínimo de costos y sacrificios y con el máximo resultado posible.
Esta situación puede entenderse por el hecho que la ciencia de la economía se ha formulado en una perspectiva capitalista, y después se desplegó en una perspectiva socialista y de economía estatal, y ambas orientaciones de pensamiento económico han sido altamente críticas respecto al cooperativismo, el mutualismo, la auto gestión y otras formas alternativas.
Especialmente los socialistas y quienes proponen economías estatales y de planificación centralizada han sido extremadamente críticos, partiendo por el marxismo que tiende a ver capitalismo también en estas economías basadas en la cooperación y la solidaridad. Algunos la valoran en ciertos aspectos, pero nunca validándola como propuesta general, mientras que el pensa-miento económico capitalista ha siempre dicho que esta economía es ineficiente porque no estimula la competencia ni el natural afán de lucro,
Especialmente los socialistas y quienes proponen economías estatales y de planificación centralizada han sido extremadamente críticos, partiendo por el marxismo que tiende a ver capitalismo también en estas economías basadas en la cooperación y la solidaridad. Algunos la valoran en ciertos aspectos, pero nunca validándola como propuesta general, mientras que el pensa-miento económico capitalista ha siempre dicho que esta economía es ineficiente porque no estimula la competencia ni el natural afán de lucro,
Entonces, defendiéndose de estas críticas, quienes buscan economías alternativas, careciendo de un propio pensa-miento económico, se distanciaban de lo económico y no se pensaban a sí mismas como propuestas económicas. Este ha sido un tremendo vacío histórico-cultural, que les ha impedido fortalecerse, orientarse con eficiencia, asumir objetivos económicamente racionales.
Yo pienso que, avasallado por las teorías económicas neo-clásicas, por un lado, y por otro lado atemorizado por la crítica tan radical que se ha realizado desde cierta izquierda, que ha criticado no sólo el capitalismo sino a la economía misma, que ha cuestionado no sólo el capitalismo sino también el mercado, la empresa, las ganancias, el dinero, e incluso el concepto de eficiencia, las experiencias económicas solidarias se atrincheraron en una formulación ética, doctrinaria o ideológica, inhibiéndose de construir verdadero pensa-miento económico.
Pero esto terminó ya, con el surgi-miento del concepto de economía solidaria. En el mismo enunciado Economía Solidaria no solamente está la legitimación de lo económico sino también, y es lo más importante, el descubri-miento de una racionalidad económica especial, que es específicamente económica pero que no tiene nada de capitalista. El pensar las experiencias cooperativas, autogestionarias y de economía solidaria en general, como genuinas y auténticas iniciativas económicas, abre a un descubri-miento fundamental: que la economía es mucho más que lo que la economía capitalista y las teorías asociadas a ella reconocen como económico.
Porque en la disciplina económica convencional se reconoce como económico solamente a aquello que pasa por una valoración monetaria y que se transa en el mercado y que adquiere precios. Cuando hablamos de Economía Solidaria en conexión con las experiencias de esta economía solidaria que he mencionado, descubrimos que la economía es mucho más que eso, que hay un campo enorme de recursos, por ejemplo de factores productivos, que no tienen una valoración monetaria y que, sin embargo, contribuyen a la producción.
Descubrimos que hay muchas "necesidades" que se satisfacen con bienes y servicios que se requiere producir, pero que no se accede a esos bienes y servicios o a la satisfacción de esas "necesidades" mediante el gasto, mediante el uso del dinero.
Descubrimos que la economía en el fondo es la reproducción de la vida, el gobierno de la casa, el organizar racionalmente las actividades para subsistir, para satisfacer aspiraciones y deseos, para progresar familiarmente, socialmente, para desarrollar todo tipo de proyectos de carácter cultural, social, político, espiritual incluso. Que la economía , igual que la política, es una dimensión presente en toda la vida, en toda actividad, en todo pensa-miento, en toda acción.
No hay actividad humana que no tenga contenido económico, que no utilice recursos económicos, que no implique un uso económico del tiempo, que no implique satisfacción de "necesidades", aspiraciones o deseos humanos, que no implique la utilización de recursos. Y lo económico es, en el fondo, organizar todo eso de manera más eficiente, de modo que los objetivos que las personas se propongan se alcancen en forma más plena. Y no significa necesariamente estar motivado por ambiciones egoístas, por intereses particulares, ni ponerse a competir con otros, porque se puede hacer economía, o sea vivir, reproducir la vida y ampliarla, cooperando con otros, compartiendo objetivos, distribuyendo solidariamente los beneficios, utilizando recursos que están disponibles para todos y que no necesariamente implican una apropiación privada individual que excluya a los demás.
Junto con descubrir que la economía es mucho más amplia de lo que normalmente entendemos por economía cuando la pensamos con las categorías que el capitalismo ha elaborado, descubrimos también que se puede hacer economía de distintas maneras, que hay racionalidades económicas muy distintas, que la racionalidad económica capitalista no es la racionalidad económica, sino que es una de las lógicas posibles, que hay otras que pueden ser aún más eficientes.
Esto hace el concepto de Economía Solidaria: facilitar y permitir el desarrollo de un pensa-miento económico propio sobre este tipo de empresas, sobre esta forma de interacción entre los sujetos, sobre los modos de consumo, sobre los recursos y factores productivos, sobre qué es y cómo opera el mercado, etc.
Esto hace el concepto de Economía Solidaria: facilitar y permitir el desarrollo de un pensa-miento económico propio sobre este tipo de empresas, sobre esta forma de interacción entre los sujetos, sobre los modos de consumo, sobre los recursos y factores productivos, sobre qué es y cómo opera el mercado, etc.
La expresión Economía Solidaria o Economía de Solidaridad convoca a esta elaboración de teoría y pensa-miento económico, cuya ausencia ha dificultado el validarse como una alternativa económica eficiente, y resolver la contradicción que aparece entre el tener que guiarse en forma deductiva por elementos doctrinarios o normativos, y el tener que operar en la realidad económica donde todo pareciera implicar una posible contaminación.
De hecho, se ha ido construyendo un pensa-miento económico nuevo, se ha ido desarrollando una teoría de la economía de solidaridad, que va más allá y es también una teoría comprensiva de la economía en general, puesto que comprende las diferentes lógicas operacionales y los distintos modos de alcanzar eficiencia económica, y que en particular enseña cómo tratar a los distintos factores y cómo operar en el mercado manteniendo coherencia con el hecho solidario, con lo esencial de lo mismos valores y principios tradicionales a los que no se requiere renunciar para alcanzar eficiencia.
Porque debemos decir, finalmente, que la teoría económica de la economía de solidaridad no sólo ha significado la comprensión rigurosa y científica de una racionalidad económica distinta a la capitalista, sino también ha fundamentado e iniciado una re formulación de la economía en general, llegando a elaborar una propuesta económica global basada en una nuevo pensa-miento económico que hemos llamado “Teoría Económica Comprensiva”.
No tenemos tiempo para profundizar en esto; pero me interesa destacar que la economía de solidaridad responde también a esta necesidad profunda, de una nueva ciencia económica, que es una necesidad mucha más honda de todo lo que estoy expresando acá, y que tiene que ver con la situación en que se encuentra el pensa-miento social y el conoci-miento económico.
Una situación de crisis que nos plantea, también como necesidad urgente, acceder a una nueva estructura del conoci{miento, a un nuevo paradigma cognitivo que supere la limitaciones del pensa-miento y de las disciplinas positivistas que han enmarcado, hasta ahora, el pensa-miento económico y social. Pero eso es un tema de mayor amplitud y densidad que no alcanzamos a profundizar aquí.
Pero no quiero terminar sin mencionar algunos conceptos claves de la economía, que son reformulados en esta nueva manera de concebirla y de practicarla. Por ejemplo, el concepto de mercado, que ya no es sólo expresión de la competencia en que cada cual busca su propia utilidad, sino la expresión del hecho social fundamental, de que nos necesitamos unos a otros, y de que trabajamos unos para otros, porque no somos auto suficientes. El mercado se entiende, así, como la articulación y coordinación de decisiones económicas diversamente motivadas, y puede ser democrático o concentrado, competitivo o solidario.
El concepto de empresa, no necesariamente entendida como una inversión de capitales que buscan su máxima rentabilidad, sino como emprendi-miento cuyos protagonistas pueden ser los trabajadores que invierten su fuerza laboral, o comunidades que buscan una mejor calidad de vida. O tecnólogos que persiguen perfeccionar sus inventos e innovaciones, ampliando el campo de las aplicaciones de sus conoci-mientos y descubri-mientos.
La comprensión de que los recursos y factores productivos no son solamente la tierra, el capital y el trabajo, sino también el que hemos llamado Factor C, esto es, la fuerza de la solidaridad, la energía que resulta de la unión de conciencias, voluntades y emociones tras objetivos compartidos. Energía poderosa que incrementa la eficiencia y la productividad de las personas y de las organizaciones que la despliegan.
La idea que los bienes y servicios y factores no se distribuyen y asignan solamente mediante relaciones de intercambio, sino también a través de formas de reciprocidad, de comensalidad, de cooperación, de donación.
La economía solidaria no rehuye sino que acepta el desafío de la eficiencia. Porque la eficiencia es un valor económico esencial, pero hay que redefinirla en términos de responsabilidad en el uso de los recursos,y de maximización de la felicidad humana y social que puede lograrse mediante los bienes y servicios producidos. Todo ello en el marco de una concepción de desarrollo humano sustentable social y ambientamente.
Termino señalando que, para que se desarrollara la nueva ciencia de la economía, que llamamos economía comprensiva, era necesario que la nueva economía, la economía solidaria, se desplegara en la práctica en toda su diversidad y riqueza, y que se abandonaran viejas ideologías que impedían asumir que estas eran realmente formas económicas genuinas.
Pero además, era necesario que se cumplieran algunas condiciones de posibilidad de esta nueva ciencia económica. Entre ellas:
a) La profundización de la crisis del capitalismo, que por primera vez entra en una fase histórica en que sus capacidades de absorber recursos y población, son superadas por su capacidad de destruirlos y de expulsarlos.
b) La crisis del marxismo y del comunismo, que había hecho creer que una nueva economía implicaba necesariamente la totalidad de un sistema, hegemonizado por el Estado.
c) El despliegue real de la economía solidaria, sobre la cual realizar la teorización.
d) Y, finalmente, la superación del paradigma epistemológico positivista, que no permitía la identificación de nuevas posibilidades, y que había excluido de los análisis científicos la subjetividad, la ética y los valores.
Luis Razeto
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