martes, 22 de octubre de 2019

Hipertensión

Según la OMS el 40% de la humanidad padece de hipertensión arterial.
Y han hallado a la culpable: la sal.
Hasta los niños tienen hipertensiòn y la causa son las papitas chip que son saladas.
La mayor parte de los hipertensos, por consejo de su médico suprimen la sal o consumen sustitutos sin sodio como el cloruro de potasio.
Y toman sus medicamentos antihipertensivos.
Con la dieta sin sal y los fàrmacos se consigue mantener las cifras tensionales dentro de un rango de seguridad.
Pero la hipertensiòn sigue allì.
Aunque dejen del todo la sal y tomen los diurèticos y los vasodilatadores, la hipertensiòn sigue allì.
No se va.
No se cura.
Porque el verdadero causante sigue allì.
Pero la medicina guarda silencio.
Deben proteger los intereses de las industrias làcteas y frigorìficas que facturan cientos de millones de dòlares al dìa.
Y asì las industrias farmacèuticas y las que lucran con las proteínas se ayudan mutuamente.
Y los mèdicos son còmplices de este juego macabro.
Y para ello se pone un gran esmero en inculcar a los jòvenes estudiantes sobre la "necesidad" de tomar proteìnas de alto valor biològico.
Sobre los peligros de la dieta vegetariana.
Y sobre todo vegana, la màs peligrosa.
Claro ....la màs peligrosa para la estabilidad de estas industrias que irìan a la quiebra si la humanidad cambiara sus hábitos.
Las proteínas animales son yang, es decir contractivas.
Las proteínas vegetales son yin o expansivas.
Las vegetales crean arterias flexibles.
Y las arterias flexibles aseguran la llegada de abundante sangre y nutriciòn a todas las cèlulas.
Permitiendo un estado joven durante muchos años.
Pero las proteìnas animales junto con el exceso de sal refinada crean una gran contracciòn.
Esta bloquea la llegada de oxìgeno y nutriciòn a las cèlulas produciendo un organismo carente.
Y un cerebro carente no puede pensar en abundancia.
Un cerebro carente no puede ser optimista.
Ni tiene confianza en sus grandes poderes.
Porque vive en un estado de asfixia.
Un infierno en la Tierra.
Y cada dìa vuelve a su carne, a su queso y a su vaso de leche.
Para profundizar màs y màs su infelicidad.
Pero como todo cambia, un dìa sentirà el impulso de renovar su vida.
Y ese dìa descubrirà que el cielo no està allì arriba.
Sino en su corazòn que siempre està lleno del amor infinito.

-Martín Macedo-

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