Un error que solemos cometer es imitar a nuestros referentes y pretender ser como ellos. De hecho, algunos emplean la técnica del modelaje, identificando y replicando los patrones de éxito de las personas a las que admiran con el objetivo de cosechar sus mismos resultados. En vez de convertirse en sí mismos se han vuelto como sus referentes, lo cual es un claro síntoma de que mantienen con ellos una relación bastante limitante y potencialmente tóxica.
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Se requiere de mucha humildad para seguir y aprender de alguien. Pero también de mucha valentía para atreverse a soltarlo y dejarlo ir. En nuestro camino hacia el verdadero autoconocimiento y madurez espiritual es fundamental que tarde o temprano matemos a nuestros referentes. Solo así nos convertirnos, finalmente, en nuestro propio referente. En última instancia, nosotros somos el gurú, el maestro, el guía, el faro y la brújula que necesitamos para tomar nuestras propias decisiones en la vida.
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Todo lo que vimos en su día en nuestros referentes lo vimos, en primer lugar, porque estaba dentro de nosotros mismos. Ellos tan solo nos hicieron de espejo. Nos ayudaron a ver algo que se encontraba oculto en nuestro interior más profundo. Y por ello siempre ocuparán un lugar destacado en nuestro corazón. Lo más bonito de este proceso de aprendizaje y transformación, es que en el preciso momento en que nos convertimos en nuestro propio referente, empezamos –casi sin darnos cuenta– a ser un referente para otros.
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¿Quién ha matado ya a sus referentes?
Borja Vilaseca
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