El maestro Ohsawa en sus numerosas charlas y conferencias siempre insistía sobre la relación entre la proteína y el cáncer.
El tenía un criterio muy simple y claro: el tumor es un exceso de proteína que el organismo concentra porque se ha acumulado tanta que ya no hay dónde colocarla.
El cáncer es una acumulación.
Un exceso más allá de todo límite tolerable.
Tanta leche, queso, fiambre, yogur, mantequilla.
Fiesta tras fiesta, celebrando siempre con proteína animal desde el nacimiento hasta la muerte.
Toda celebración implica un trozo de animal sobre el fuego.
No se conoce otra forma de celebrar.
La gente trabaja duro para luego comprar una gran casa con una gran barbacoa e invitar a sus amigos para un gran asado cada domingo.
Los médicos creen en la superioridad biológica de la proteína animal.
La aconsejan, la recomiendan y la consumen.
Se preocupan mucho cuando un paciente es vegetariano.
Y sobre todo si es vegano.
Lo consideran como en una situación de riesgo.
Y por esa razón le piden muchos estudios porque creen que tiene cierto grado de desnutrición.
A veces los médicos creemos que por ser médicos tenemos una cierta protección contra las enfermedades.
Pero si un médico toma mucha proteína animal tendrá cáncer tarde o temprano.
La proteína vegetal no genera cáncer.
Porque es yin.
Y como es yin genera atracción por lo yang.
Cuando tomamos proteína vegetal nos apetece la sal.
Y la sal fortalece la sangre.
Pero cuando se toma proteína animal se absorbe una gran cantidad de yang.
Y ese nivel de yang crea el deseo por yin.
Azúcar, alcohol, harinas livianas. miel, frutas y otros alimentos muy refrescantes.
El azúcar es el combustible del cáncer.
Y la proteína animal crea deseos incontrolables por azúcar.
Por eso la proteína animal es la causa indirecta del cáncer.
El yang extremo se convierte en yin.
Pero la proteína vegetal es yin.
Y termina creando yang.
Las razas más fuertes y sanas del mundo.
La historia de la humanidad lo muestra a simple vista.
Pero los hábitos son difíciles de cambiar.
Y por esa razón seguiremos teniendo muchos encarnizados defensores de la superioridad de la proteína animal.
Dispuestos a morir antes que admitir su error.
-Martín Macedo-
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