lunes, 8 de junio de 2020

El problema es que estamos dormidos

Muchos cristianos esperan la segunda venida de Cristo.
Creen que si esperan por suficiente tiempo, el amado maestro un buen día regresará y caminará con su túnica blanca y su encantadora sonrisa entre nosotros.
En los tiempos de los apóstoles, hace más de dos mil años ya se estaban preparando porque su fe les recordaba constantemente que "en el momento menos pensado llegará como un ladrón en la noche sin advertencia", según consta en la carta de Pablo a los Corintios.
Parece que este asunto tan importante y delicado se basa en una paciente espera....no hay que hacer nada..sólo esperar como quien espera un tren en una estación solitaria....algún día vendrá....
En mi opinión esta espera es completamente inútil.
Han pasado dos mil años y el maestro no acaba por aparecer.
Han esperado dos milenios y no hay señales de Él.
¿Valdrá la pena seguir esperando otros dos mil años?
La vida es corta para esperar tanto.
Las cosas no van a mejorar por el simple paso de las horas, los días y los meses.
Yo creo que la segunda venida no ocurrirá nunca.
Es una vana ilusión, una invención para retener a la gente en las instituciones eclesiásticas.
Como nadie sabe el día ni la hora, por las dudas yo no me salgo de la Iglesia.
Cristo nunca se fue, nunca se apartó de nosotros.
Por eso no es necesario esperar que regrese.
El problema es que estamos dormidos.
El amor infinito está en todos lados y nosotros tenemos tanto amor para dar y tanto amor para recibir...
Sólo tenemos que tomar conciencia.
Cristo nos enseñó el amor como camino para salvar al planeta, al mundo, a los hombres, a los animales y a toda la creación.
No estamos aparte del amor infinito.
El amor infinito es como la luz del sol...podemos escondernos por un tiempo de ella y usar bloqueadores pero forma parte de nuestra esencia porque comemos luz solar condensada en forma de comida.
No podemos esperar al que nunca se fue.
Ya está aquí....la figura histórica llamada Cristo vino a ayudarnos a recordar que somos amor y no podemos dejar de serlo.
Pero a veces lo olvidamos porque nuestros bajos niveles de juicio nos hacen caer en la ilusión de que estamos separados de la gracia.
Y nos volvemos prisioneros del temor y el temor crea todos los horrores y sufrimientos de los hombres.
Se trata de una fea pesadilla.
Y cuando despertemos nos sumergiremos nuevamente en el amor infinito.
Y nos quedaremos allí para siempre.

-Martín Macedo-

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