LECCIONES DE LA PANDEMIA (I): "LA GRAN URBE".
por Jorge Cappato
Así se titulaba una de las páginas destacadas en el libro de lectura de mi escuela primaria. Demás está decir --con este título--, que sólo se hablaba maravillas de aquel sitio hacia el cual, como polillas atraídas por la llama de la vela, emigraron desde los años '50 hasta acá, decenas de millones de habitantes de las áreas rurales de la Argentina. Ahora, la actual pandemia deja varias lecciones: una, de gran importancia, es lo que intuíamos/sabíamos hace tiempo. Las ciudades no son el mejor lugar para vivir. Ya en la Edad Media el hacinamiento, la basura y las ratas, llevaron de golpe a la tumba a la mitad de la población de Europa (la Peste Negra, no fue la primera, pero sí un claro aviso). Con los años, los sistemas de alcantarillas y cloacas mejoraron un poco la situación.
Pero el siglo XIX nos encuentra con Megalópolis irracionales: Sao Paulo, Tokio, México DF, Delhi, Pekín... Buenos Aires-Conurbano, que superan los 15, 20, 30 millones de personas --configurando situaciones inmanejables. El hacinamiento y las crecientes tasas de pobreza van de la mano con la violencia urbana (doméstica y callejera), las adicciones y la comida chatarra. Preparando así el caldo de cultivo ideal para la presente y futuras pandemias. De hecho la mayoría de los casos de COVID --y la mayor parte de las muertes--, se dan en los enormes conglomerados de cemento y asfalto (ya indisolublemente unidos) denominados eufemísticamente CABA y AMBA. Los pueblos rurales (aunque no los vamos a idealizar) en cambio tienen: acceso al sol, aire limpio, mayor posibilidad de cultivar alimentos propios, y en algunos casos mayor acceso a recursos naturales que pueden mejorar la calidad de vida --aún con bajos ingresos económicos. En la mayoría de ellos la vida (y el trabajo) han transcurrido en estos meses cuasi-normalmente. Excepción hecha (atenti si van a pensar en la emigración) de aquellos pueblos rurales que, lamentablemente, han quedado atrapados en las áreas de monocultivos donde se fumiga y se fertiliza con químicos que intoxican el aire, el agua, el suelo.. y por lo tanto los alimentos. El caso de India* es otra prueba de la "resiliencia" que otorgan los menospreciados pueblos campestres: con el 70% de su población en áreas rurales tiene la mitad de muertes que España --siendo que India, con sus 1.300 millones de habitantes, representa una población 26 veces mayor.
(*) Elevamos nuestra plegaria para que la situación en las grandes ciudades indias no revierta este auspicioso promedio comparativo.
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