Según John Brahshaw, el autor de "De vuelta a casa: Recuperación y defensa de su Niño Interior”, para entrar en la herida del niño interior y sanarlo, se transita por 7 vivencias o estados:
- Confiar: Para que su niño interior herido pueda salir de su aislamiento necesita confiar en que usted estará allí para él. Esto pasa por no penalizarlo, juzgarlo, o despreciarlo, de hecho ya sufrió bastante. Necesita de un aliado que le de apoyo para superar el maltrato sufrido. Esta actitud es la entrada al trabajo.
- Aceptar. Esta aceptación implica no minimizar su dolor y no justificar a los padres o racionalizar de qué manera fue avergonzado. El hecho es que su niño fue herido y punto. Es necesario no poner pomada, maquillaje o anestesia al dolor. Aceptar implica exponerse a lo que hay.
- Shock. Al conectar con la herida de tu niño interior es normal que quedes un poco noqueado. Si eres honesto contigo mismo reconecerás que hay mucho dolor, quizás mucho más del que te esperabas o imaginabas. Al conectarte al dolor original, todo esto es terrible para ti, es buena señal, porque el shock es el comienzo del duelo. Es natural que flipes o entres en shock viendo las dimensiones de la tragedia.
- La ira. La ira es una respuesta al dolor recibido por los supuestos padres que debían ser benefactores, pero quienes no fueron así en muchos momentos. Está bien estar enojado aunque sea irracional, mas allá de las buenas intenciones paternas. Es necesario estar enojado si quieres tomar y defender a tu Niño Interior Herido. El enfado sano defiende algo o a alguien. No tienes por qué gritar o insultar (aunque es una legítima posibilidad). Es saludable sentirse enojado cuando se siente el maltrato. Lo que es, más allá de intenciones o dificultades paternas. "Sé que mis padres hicieron lo mejor que como adultos con sus Niños Heridos podían hacer a la vez que soy plenamente consciente de que esto me hirió profundamente y que ha tenido consecuencias perjudiciales para mí en mi vida, las cuales algunas perduran y otras son montañas que tuve que escalar con mucho esfuerzo. Desde esta ira tomo mi fuerza para acabar con la dinámica antigua y no tolerar el abuso que dominaba mi sistema familiar. Ahora tengo la responsabilidad de sanar y defender la cura de mi herida".
- Tristeza. Se entra en el lamento, en la pena por lo que fue y por lo que no fue, por lo que pudo haber sido y no fue posible. Fuimos víctimas. Aquí se entra en la tristeza por la propia infancia y por uno mismo. En esta tristeza reconocemos nuestro sufrimiento, y empezamos a destilarlo. El hielo empieza a deshacerse a base de lágrimas secas o húmedas, internas o externas. Fuimos víctimas y fuimos traicionados. Después de la ira viene la tristeza. Lamentamos nuestras necesidades de desarrollo insatisfechas.
- Remordimiento. Cuando nos afligimos por algo, a veces entramos en preguntarnos qué podríamos haber hecho de distinto. Esto sucede también cuando alguien se muere, el remordimiento, aparece con más o menos intensidad, por ejemplo, tal vez nos hubiera gustado haber pasado más tiempo con la persona fallecida o haberle manifestado quien sabe qué. En este caso es necesario ayudar a nuestro Niño Interior herido a ver que no había nada que él pudiera haber hecho diferente para modificar el resultado, su dolor proviene de lo que le hicieron, no es suyo. Como decía Joan Garriga hace años “eras demasiado pequeño para tener culpa”. Ríndete, tú eras inocente, la responsabilidad es del adulto.
- Soledad. En la herida nos sentimos plenamente solos. Fuimos nosotros los heridos, sin acompañamiento ni consuelo posible. Esta es una soledad profunda como la de nuestra herida.
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