Recuerdo mis años de estudiante, cuando teníamos 23 o 24 años y recibíamos entrenamiento en medicina social y comunitaria.
Nos trasladábamos a barrios periféricos de la ciudad de Montevideo y nos reuníamos con los profesores en parroquias o policlínicas barriales.
Y nos asignaban tareas en los hogares donde nos ofrecíamos para tomar la presión arterial a los vecinos y les dábamos educación sanitaria como parte de nuestra formación.
Salíamos en grupos de 4 o 5 estudiantes y tocábamos timbre en las casas, equipados con nuestras túnicas blancas y nuestro instrumental para tomar la presión.
Y la gente nos recibía como si fuéramos ángeles enviados por Dios; les complacía que los visitáramos y les tomáramos la presión, dándoles consejos médicos.
Casi siempre en los grupos había 2 o 3 estudiantes guapísimas que enamoraban en el primer vistazo apenas nos abrían la puerta.....
Casi siempre había alguien con cifras altas...mayores a 140/90.
Entonces nuestras instrucciones eran muy claras:
1. Usted es hipertenso y la hipertensión no tiene cura.
2. Debe evitar la sal en forma total.
3. Debe concurrir al centro de salud lo antes posible porque su vida corre un riesgo ya que los órganos vitales pueden sufrir daños importantes.
En eso creíamos (yo no porque tenía otra comprensión) y esa era nuestra forma de "educar" en el miedo.
Y la mayoría aceptaba.
Pero una vez olvidé mi estetoscopio y regresé unos minutos más tarde a un hogar donde vivía un anciano solo.....y cuando me abrió estaba fumándose un cigarro.
En su caso el miedo que tratamos de imponerle no dio resultado.
Fue contraproducente.
Porque la ley de atracción dice que lo semejante atrae lo semejante.
Y si creamos una vibración de temor y muerte, la mayor parte de las veces, la gente responde con ansiedad haciendo lo que le perjudica con mayor intensidad.
O sea que nuestra promoción de la salud era en realidad una promoción del miedo.
Y el miedo y la salud nunca van juntos.....
- Martín Macedo-
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