La Ley de Atracción no hace excepciones.
Si tienes un pobre concepto de ti mismo atraerás a la pobreza.
Pobreza en la salud, en las finanzas, en las relaciones, en la calidad de tus experiencias.
Pero si tienes un saludable y fuerte concepto de ti mismo, la misma Ley te traerá experiencias y manifestaciones completamente opuestas.
Mucha gente se esfuerza mucho y trabaja con gran voluntad y auto sacrificio.
Pero sus creencias acerca de si mismos y de quiénes son, están llenas de heridas y culpabilidad.
Se auto definen como pecadores, en banca rota, o “tengo todas las enfermedades del libro”.
Entonces luchan y se esfuerzan con gran voluntad pero la proyección de sus creencias de auto desvalorización impiden la llegada de aquello que desean.
Porque no atraemos lo que deseamos; atraemos lo que creemos que nos merecemos.
Durante años estudié los libros de diagnosis macrobiótica y los tomé como una verdad suprema asimilando la información que allí estaba en forma literal.
Y cuanto más leía sobre el diagnóstico macrobiótico más descubría mis debilidades y al tomar literalmente estas enseñanzas llegué a la conclusión de que era muy yin y por lo tanto tendría que hacer enormes méritos para poder alcanzar la salud infinita.
Orejas sin lóbulo, pie plano, rostro alargado y a nivel de las líneas de la mano, líneas muy tenues e irregulares que hacían avizorar un futuro lleno de dificultades.
Y durante años de práctica lleno de grandes y heroicos esfuerzos notaba que los resultados eran siempre pobres.
Ahora comprendo que todos los esfuerzos que no se acompañan de una saludable y fuerte auto estima tienden a fracasar.
Porque durante todos esos años mi auto imagen estaba impregnada de esa sensación de mala genética que había descubierto en mi cuerpo al estudiar con detalle el auto diagnóstico.
Y cuando al leer los libros de Michio Kushi comprendí que al tener una cirugía de apendicitis, el “hara” se debilita profundamente, impidiendo al operado triunfar en deportes que requieran fuerza en las piernas, como el fútbol o el ciclismo…..mi auto confianza cayó aún más.
La intención de estos maestros que enseñaron en la década de los 80 la diagnosis oriental era que sus estudiantes descubrieran sus debilidades y fortalezas constitucionales para que los que eran dotados con fuerte genética potenciaran sus fuerzas y los que no tenían una fuerte constitución trabajaran a fondo para auto transformarse en seres de gran salud.
Pero el efecto fue al menos en mi caso totalmente opuesto.
Los que se sabían dotados de una buena constitución genética prosperaban cada vez más y tenían cada vez más éxito y autoconfianza.
Y los que no teníamos esa suerte y que además perdimos el apéndice durante la infancia nos esforzábamos una enormidad y los resultados eran siempre pobres.
Porque todos esos esfuerzos estaban contaminados con esa degradada imagen de nosotros mismos.
Estos maestros tuvieron la mejor intención pero no conocían la Ley de Atracción.
Conocían muy bien el Orden del Universo.
Y éste enseña que los opuestos se atraen.
Nunca que lo semejante atrae a lo semejante.
En realidad ambas verdades se complementan.
Porque lo semejante en el plano de la mente, atrae a lo semejante en el plano material.
Si imagino que tengo un ascenso en mi trabajo, atraeré el ascenso en el trabajo y todos podrán verlo.
Pero la imagen es yin y la realidad física es yang.
La semejanza está en la calidad de la información.
Pero son opuestos en cuanto a que uno es sutil (imagen) y el otro es palpable (hecho consumado).
He hecho grandes méritos para avanzar en la senda macrobiótica.
Durante un largo trecho mis avances fueron frenados por una fuerza que desconocía.
Pero ahora que he comprendido la Ley de Atracción y que mi esencia es infinita (resultado de años de meditación disciplinada y persistente).
El avance se hace a una velocidad vertiginosa.
Y todo gracias a un cambio profundo en lo que tiene que ver con la idea que tenemos de quiénes somos.
Sigo enseñando diagnosis pero dejando siempre claro que somos infinitos y esencialmente sagrados……
Los rasgos corporales y faciales son sólo un recuerdo de la forma de vida de nuestros antepasados y los hábitos familiares.
-Martín Macedo-
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