Un gran arroz de sabor sublime.
Capaz de curar todas las enfermedades físicas, mentales y espirituales.
Capaz de crear naciones sabias y pacíficas.
Se deben dar ciertos requisitos.
¿Cómo explicar algo tan importante para la humanidad en unas pocas estrofas?
Lo intentaré de todas formas porque necesito compartir esta belleza capaz de cambiar el rumbo de la historia.
Ante todo hay que crearlo primero en la mente.
Porque todo surge del pensamiento.
Y hacer una sincera declaración en alta voz.
Voy a preparar un alimento tan magnífico, que será capaz de curar cada célula de mi cuerpo y cada trozo de mi alma.
Y pondré pasión infinita en cada detalle.
Como un gran artista a punto de crear la obra suprema de su vida.
Conseguir el mejor grano de plaza, sin importar su precio.
Un grano orgánico, redondo de la mejor calidad.
La mejor sal de mar, la mejor agua purificada, la mejor olla a presión, la mejor cocina de gas.
Un entusiasmo desbordante debe acompañar todo el proceso.
Una sensación de júbilo anticipado.
Un sentimiento de profunda gratitud por tener la oportunidad de tomar un alimento destinado a los dioses.
Y la voluntad infinita de persistir día tras día hasta alcanzar la maestría.
Luego servirlo cuidadosamente, como si se tratara de algo sagrado.
Agregar un poco de gomasio o semillas levemente tostadas o un poco de perejil o algún aderezo saludable.
Y luego de unos breves e intensos minutos de respiración profunda tomar el primer bocado con alegría infinita.
Masticando largos minutos (soltando el cubierto por favor) hasta que quede totalmente cremoso y dulce.
Y respirar hondamente entre bocados para descansar esas mandíbulas que convierten al cereal en sangre digestiva.
Poniendo voluntad infinita en cada gesto.
Nos convertimos en gigantes espirituales.
En almas destinadas a la victoria.
Practicando durante unos tres meses con esta actitud altamente positiva toda enfermedad deberá retroceder.
Se trata de un retroceso definitivo.
Porque la verdad ha triunfado sobre la ignorancia.
La enfermedad se retira de nuestra vida.
Ya no es necesaria, porque hemos comprendido.
-Martín Macedo-
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