“Cuando dos cosas son opuestas, se separan espiritualmente. Al igual que las esencias físicas se separan cuando un espacio se interpone entre ellas o se unifican cuando hay menos espacio entre ellas, dos esencias espirituales se separan o se unifican según la diferencia o similitud de su forma. Cuando son formas diferentes, esencias diferentes, se separan. Cuando son la misma esencia, se unifican. Recuerde esto, porque es la primera clave para entrar en la sabiduría”. — Rav Áshlag
En sus escritos sobre las Diez Emanaciones Luminosas, Rav Áshlag nos dice que la primera clave para entrar en la sabiduría de la Kabbalah es entender qué significa estar unificado con el Creador. Él nos enseña que cuando dos cosas son opuestas se separan espiritualmente y cuando tienen similitud de forma se unen. Sabemos gracias a los kabbalistas que el propósito de nuestra vida es emular al Creador, asumir Sus atributos. Pero ¿cómo logramos esto? ¿Qué debemos hacer para ser como el Creador?
Todo comienza, simplemente, con observar lo que sabemos del Creador; específicamente, lo que a Él le gusta y lo que no le gusta. Rav Áshlag escribe: “Cuando una persona ama todo lo que su amigo ama y odia todo lo que su amigo odia, se puede decir que están unificados”. En otras palabras, para ser como el Creador debemos hacer un esfuerzo para que nos guste lo que le gusta al Creador y para que no nos guste lo que a Él no le gusta.
Nuestra mente es increíblemente poderosa. Es el punto de acceso a la unificación con el Creador, a la sintonía de nuestros pensamientos y deseos con los Suyos.
Entonces, ¿qué sabemos del Creador? Sabemos que el Creador piensa constantemente en los demás y comparte con ellos. Cuando intentamos ser como el Creador, tendemos a concentrarnos en nuestras acciones, nos preguntamos si lo que hacemos está en sintonía con el Creador. Hacemos preguntas como: “¿Cuánto he compartido hoy? ¿Cuántas veces hice un esfuerzo especial por los demás?”, pero a menudo olvidamos que nuestros pensamientos son igual de importantes o quizá más. Es necesario que nos preguntemos: “¿Cuánto tiempo de mi día he invertido en pensar en los demás?”. El Creador no piensa en Sí mismo, por eso, cuando nos comportamos igual alineamos más que nuestras acciones, alineamos nuestra mente con la Suya. Incluso si no actuamos de acuerdo con estos pensamientos, el solo hecho de pensar como el Creador nos acerca a Él.
La belleza simple de esto es que, cada vez que pensamos en alguien más de manera positiva, nos acercamos a la Luz del Creador. Del mismo modo, cada vez que pensamos sólo en nosotros mismos, nos alejamos del Creador. Este es un concepto poderoso y sencillo que debe impregnar todo lo que hacemos.
También sabemos que al Creador no le gusta recibir algo para Sí mismo. Como seres humanos que somos, tenemos un innato Deseo de Recibir para Sí Mismo. Creemos que sabemos qué nos dará satisfacción: dinero, éxito, fama. Esto es lo que fundamentalmente nos diferencia del Creador, lo que nos separa de Él. Por tanto, la meta es llegar a un estado en el que despertemos una aversión activa por el Deseo de Recibir para Sí Mismo. No se trata de disminuir nuestro deseo, sino de transformarlo en un Deseo de Recibir para Compartir. Es decir, debemos desear bendiciones del Creador, no para nuestros propios fines, sino para compartir más con los demás.
A través de la transformación de nuestros pensamientos y deseos en únicamente pensamientos y deseos de compartir, podemos ser como el Creador.
Nuestra mente es increíblemente poderosa. Es el punto de acceso a la unificación con el Creador, a la sintonía de nuestros pensamientos y deseos con los Suyos. Este es el propósito de nuestra vida y la razón por la que estudiamos el mundo espiritual. Tal y como Rav Áshlag explica, cuando una persona intenta entender los pensamientos de otra y de verdad lo logra, la unión de las mentes es equiparable a abrazar a un viejo amigo en la calle.
A través de la transformación de nuestros pensamientos y deseos en únicamente pensamientos y deseos de compartir, podemos ser como el Creador.
Michael Berg-
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