domingo, 10 de mayo de 2020

No podemos separar la medicina de la nutrición.

En la antigüedad los cereales se molían y se consumían de inmediato.

Según la Dra. Kousmine (1904-1992) de origen ruso , los soldados romanos viajaban en sus campañas con trigo tostado y mijo en grano.
Transportaban una muela para moler los granos y hacer galletas.
Cada cohorte (unidad de infantería del ejército) tenía su propia muela.
Todos los días se molía el cereal y se lo consumía en el acto.
Cada soldado romano recibía 750 gramos de cereal al día.
Durante la mañana lo comían en forma de potaje.
Y por la noche lo consumían en forma de galletas asadas.
Los ejércitos romanos durante siglos fueron invencibles.
Tenían la fuerza de los cereales integrales y orgánicos molidos y empleados de inmediato.
En algunas zonas de África las mujeres muelen el mijo todos los días y lo usan enseguida.
Como descendientes de la cultura occidental, el trigo y la harina forman parte importante de la dieta de millones de personas.
Pero desde hace unos 300 años, la industria retira el salvado y el germen, perdiéndose la mayor parte de la nutrición.
Hoy en día la gente come pan en casi todas las comidas, pastas, arroz blanco y azúcar blanca.
En las pizzerías se toma esta harina sin vida, sin nutrición.
Los sándwiches se toman con harinas blancas o “negras” con una tinta que intenta semejarse al pan integral.
Según la doctora Kousmine, en el refinado los cereales pierden hasta el 70% de sus nutrientes.
Lo que queda son calorías vacías.
Y esto constituye el alimento básico de millones de personas civilizadas, que ejercen cargos gerenciales, posiciones académicas, puestos jerárquicos religiosos.
Los médicos, los abogados, los maestros, los profesores, los policías, los políticos, los gobernantes y los deportistas.
Todos se nutren en base a algo que ha perdido el 70% de su vida.
No puede florecer la sabiduría con una calidad tan pobre de nutrición.
No podemos esperar que mejore la vida de la gente cambiando de ideología.
O de religión.
No podemos separar la medicina de la nutrición.
Ni la economía de la nutrición.
Si cae la calidad de la nutrición cae también la salud y la debilidad física y mental que ello conlleva se traduce en más miseria y angustia social.
A nadie le importa cuándo fue molido el grano.
Ni siquiera tienen un molino en casa.
Si nuestros líderes y dirigentes, nuestros médicos e ingenieros se nutren con algo que ha perdido el 70% de su nutrición, comprenderemos porque reina la confusión y el caos en nuestro mundo.
Ese simple detalle los aleja de la sabiduría.
Y cuando falta la sabiduría las soluciones a los grandes problemas de la humanidad se basan en medidas paliativas y efímeras.

-Martín Macedo-

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