El cowboy, el chico que trabaja con el ganado se conduce con firmeza para lograr que los animales se sometan a sus órdenes.
No puede mostrar debilidad, debe ser enérgico y no mostrarse condescendiente, pues si los animales avizoran la mínima debilidad se escapan y se rebelan.
El cowboy se considera superior a las vacas, y por esa razón cree que tiene derecho a conducirlas a su antojo, a usarlas para su propio provecho y para hacer negocios agrarios.
También hay personas que tratan a otras personas como si fueran ganado.
Gente de bajo juicio que se considera superior a otras personas, y cree que puede usarlas para su propio beneficio.
En la antigüedad había esclavos, y éstos se vendían y compraban como mercancías.
En el presente la esclavitud toma formas más sutiles, pero hay muchos esclavos que deben vender las mejores horas de su vida para conseguir un sustento para sobrevivir.
El gobierno es a veces como el cowboy.
Exige impuestos y no anda con rodeos.
Castiga al infractor como el cowboy castiga a la vaca que se sale del carril.
El dócil contribuyente debe pagar puntualmente la cuota asignada y debe dar cuentas detalladamente, en una fecha estipulada, de sus movimientos financieros.
Y si se atrasa unos días lo castigan con multas.
Y si aún así no se somete lo amenazan con la prisión.
El hombre poderoso que trata a otros hombres como si fueran ganado no es feliz ni sabio ni verdaderamente poderoso.
Y tampoco es feliz quien es tratado por otros hombres como mercancía para sanear las cuentas del estado.
Quien es usado odia al que lo usa y cuando pueda lo sacará del poder.
Quien usa a otros hombres vive en una angustiosa lucha para obligar a otros a hacer su voluntad.
Uno es yin y el otro es yang.
Pero ambos olvidan que todos somos hermanos y que el amor nos conecta a todos para una felicidad y para una abundancia mayor.
El que da su contribución debería hacerlo alegremente sabiendo que contribuir a la felicidad colectiva le traerá más felicidad.
Y el que administra estos recursos debería tratar con delicadeza y respeto a todos los seres sagrados cuya sangre es necesaria para la supervivencia del sistema.
Y emplear estos recursos con escrupulosa honestidad.
Así debe ser el gobernante ideal.
Y el ciudadano ideal.
Todavía necesitamos subir en la escalera de la sabiduría.
Pero tarde o temprano llegaremos.
Y será muy hermoso.
-Martín Macedo-
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