Padre nuestro que estás en el Cielo.
Santificado sea tu nombre.
Las palabras tienen poder.
Cada día lo podemos comprobar.
Porque si no hubiera palabras no habría pandemia.
Ésta sólo es posible porque alguien nos convenció usando hábilmente las palabras sobre un virus supuestamente letal, que en realidad no existe.
El Padre está en el cielo, el hijo está en la Tierra.
El Padre es Santo, la palabra que lo identifica es Santa.
Pero el hijo es un pobre pecador y en la reunión religiosa se lo recuerda constantemente ...."eres un pecador, eres débil, necesitas ayuda para salvarte".
Cuando el fiel acepta estas palabras, acepta su estado de imperfección irremediable y entonces surge la necesidad de una práctica religiosa.
Las personas que perciben lo divino como distante sólo pueden ver su limitación y debilidad.
Y ese paradigma, ese sistema de auto reconocimiento lo aleja de todo lo bueno de la vida.
Lo convierte en un ser lleno de limitaciones.
Cuando estas personas ven cómo otros brillan como diamantes y logran asombrar al mundo con sus logros, no consiguen comprender.
Entonces para intentar hallar una explicación concluyen que tanto poder personal se debe obviamente a que hicieron un pacto con fuerzas oscuras.
Pero estas personas simplemente usan sus capacidades naturales.
Y saben que la divinidad vive en ellos.
Lo creen, lo sienten, lo asumen y lo hacen valer en sus vidas.
Soy un grande, soy un genio, soy divino.
Entonces el Universo les da más evidencias de lo que ellos ya saben.
Pero la persona educada muy religiosamente se escandaliza y les advierte...".no hables así....debes ser humilde porque Dios aplasta a los altaneros....lo dice la escritura".
Así es manejado el rebaño, igual que el elefante del circo.
Hay que enseñarle que es débil, que necesita cultivar la humildad porque sólo los humildes heredarán la gloria.
Y debido a la gran difusión de estas ideas religiosas, más del 90% de la humanidad vive en la más profunda pobreza.
-Martín Macedo-
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