sábado, 8 de agosto de 2020

Todo lo que hacemos en la vida lo hacemos por nosotros mismos

 Todo lo que hacemos en la vida lo hacemos por nosotros mismos. Eso sí, existe una notable diferencia entre el “egoísmo egocéntrico”, el “egoísmo consciente” y el “egoísmo altruista”.

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El primer tipo de egoísmo se denomina “egoísmo egocéntrico”. Es decir, aquel que nos mueve a orientar nuestro comportamiento a saciar únicamente nuestro propio interés. De ahí que nuestro vocabulario esté monopolizado por pronombres como “yo”, “mi” o “mío”. Cegados por nuestros deseos, aspiraciones y expectativas, vamos por la vida sin tener en cuenta la repercusión que nuestras palabras y actos ocasionan sobre los demás. Paradójicamente, al esperar que el mundo gire alrededor de nuestro ombligo, nuestra existencia suele estar marcada por la lucha, el conflicto y el sufrimiento.
Este egoísmo egocéntrico es la raíz desde la que vamos construyendo una personalidad victimista y reactiva, quejándonos y culpando siempre a algo o alguien externo a nosotros cada vez que las cosas no salen como esperábamos.
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Para reconectar con nuestro bienestar perdido, necesitamos cultivar el denominado “egoísmo consciente”. Es decir, aquel que nos permite resolver nuestros conflictos internos por medio del autoconocimiento. Para llevar un estilo de vida saludable es importante dedicarnos algo de tiempo cada día para darnos lo que necesitamos y preservar así nuestro equilibrio emocional.
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El egoísmo consciente es el puente que nos permite evolucionar del egoísmo egocéntrico al “egoísmo altruista”. Este deviene de forma natural cuando reconectamos con nuestra esencia. Entonces disponemos de todo lo que necesitamos para sentirnos completos, llenos y plenos por nosotros mismos. Sabemos que estamos en contacto con nuestro yo verdadero cuando independientemente de cómo sean nuestras circunstancias externas, a nivel interno sentimos que todo está bien y que no nos falta de nada.
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Saber diferenciar entre estos tres tipos de egoísmo es clave para disfrutar más plenamente de nuestras relaciones.

Borja Vilaseca

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