Como ya sabemos cada vez que no estamos en coherencia entre lo que decimos, pensamos y hacemos nuestro cuerpo nos envía una señal que suele manifestarse en nuestro plano físico.
El resfriado expresa una dificultad de adaptación social, a veces nos cuesta relacionarnos con algunas personas, por eso se manifiesta con mayor frecuencia en épocas en la que debemos convivir con la gente más de cerca, es decir, en aquellas situaciones donde las personas están más en casa, como por ejemplo en Navidad.
Se trata de los pequeños conflictos familiares o profesionales, breves y violentos, repetitivos, la mayoría de las veces expresados bajo forma de disputas y, en general, ligados con el territorio, los conflictos de amenazas en el territorio.
El resentir sería:
- Obstrucción nasal: “aquí me huele mal” o “quiero separarme de esta situación”.
- Irritación de nariz: “ya está bien de tocarme las narices”.
- Irritación de garganta: “esto no me lo trago”.
- Tos, dolor de cuello: “mejor me callo” o “me tenía que haber callado”.
- Estornudos y secreción nasal: “hay amenaza en el aire” o “no me gusta cómo se están poniendo las cosas”.
- Enfriamiento: “me siento como si me hubieran echado un jarro de agua fría” o “me siento sola, nadie me apoya”.
- Dolor de oídos: “esto que dices me duele y no lo quiero escuchar”.
- Ojos llorosos: “no me gusta esto que veo”.
- Fiebre: “no me presta atención”.
La fiebre en todos los casos hace alusión a un enfado acumulado; aparece cuando llegamos a estar muy molestos por “no recibir el calor necesario”, abrazos, atención, mimos, cuidados… y esto provoca que seamos nosotros mismos los que nos demos ese “calor” a través de la fiebre. Nuestra biología es fiel a nuestras emociones, sentimientos y pensamientos.
El resfriado es el medio por el que liberamos una gran dosis de tristeza que hemos ido acumulando en nosotros. Puede aparecer después de haber sufrido alguna decepción o como consecuencia, de un arrepentimiento por no haber dicho o hecho algo. O después de una vivencia en la que nuestros sentimientos han sido heridos y hemos sentido falta de calor y de apoyo. “Quiero estar separado del olor para reencontrar el contacto conmigo mismo”.
También puede manifestarse un resfriado cuando hay un exceso de actividad en el plano mental y nos sentimos confundidos, preocupados, sin saber por dónde empezar. Estamos hartos, cansados: “hasta las narices”, de una situación, de nosotros mismos, de los demás… “Algo me disgusta mucho, o estoy frío con alguien o alguien lo está conmigo”.
Existen también otras causas basadas en creencias populares que pueden desencadenar en un resfriado, por ejemplo: creer que después de un “enfriamiento” o por colocarnos en una “corriente de aire” nos vamos a resfriar; creer que podemos “coger un resfriado de otra persona” porque nos lo va a contagiar, o creer en los “tres resfriados de cada invierno”, etc. Esto se manifiesta solamente en aquellas personas que así lo creen.
Creamos lo que creemos
Cuanto más difundida esté una creencia, mayor es su influencia en la sociedad. El resfriado es el motivo idóneo que inconscientemente provocamos, para escapar de una situación (conflicto) que nos agobia, pero que no estamos dispuestos a reconocer y a expresar.
Sin embargo, si nuestra nariz está tapada, si nos lloran los ojos, si no podemos casi ni hablar por la irritación de la garganta o por la tos de perro e incluso, nuestros estornudos se convierten en la mejor arma: “no te acerques que estoy resfriado”, nos permite alcanzar nuestro objetivo de apartarnos de la situación molesta, sin conflictos y además, con la benevolencia y la comprensión de todo el mundo, y así podemos centrarnos un poco más en nosotros.
La enseñanza que recibimos es que debemos estar preparados para afrontar los conflictos que nos plantean nuestras relaciones, aceptando que proyectamos en los demás aquello que rechazamos para que lo podamos ver, reconocer e integrar dentro de nosotros.
Cualquier enfado puede acabar en resfriado si no lo gestionas adecuadamente.
¿Cómo puedo gestionarlo adecuadamente?
Primero tomando conciencia del enfado, recuerda que si hay síntoma es porque no somos conscientes del conflicto. Reconoce lo que te enfada y cámbialo, si vas a acudir a la comida de navidad, o a cualquier otro sitio, puedes ir pero sin expectativas, aceptando la situación y no esperando que los demás cambien. Si te enfadas es por tus expectativas, por qué quieres que las cosas sean como tú crees que deben ser, sin expectativas no hay enfado.
Por otro lado si hay algo que te hace sentir malestar, exprésalo. No hay que callar “todo”, al expresar estamos informando a la otra parte de algo que no nos hace sentir bien, y estamos liberando la emoción, para que no se quede bloqueada y se pueda convertir en un síntoma.
Por Erick Arias
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