En esta era de Acuario todos nos encontramos en un viaje hacia la expansión de la conciencia. Nos encontramos en este camino ya sea que nuestra mente consciente y racional esté de acuerdo o no. De manera lenta, pero segura, las nubes de la ilusión se están volviendo más delgadas y menos imponentes. Al final de nuestro viaje encontraremos que existe sólo una verdadera realidad básica: La Luz.
El lenguaje de la Kabbalah nos otorga las herramientas necesarias para proveer el efecto cuántico que la oración estaba originalmente destinada a producir. De todas las actividades humanas no existe nada tan innato para el hombre como la oración. Es una de las pocas actividades del hombre que no tiene equivalente en el mundo animal, ya que sólo el hombre está destinado a gobernar sobre todo el universo y todo lo que está contenido en éste.
Como con todo lo que se encuentra en el texto codificado de la Biblia, éste mensaje central está oculto. Sé testigo de la primera tarea asignada a Adán en el Jardín del Edén:
“Y de la tierra el Señor formó toda bestia de los campos y toda ave de los cielos; y los trajo a Adán para ver qué nombre les pondría; de éste modo, Adán nombró a cada criatura viviente y así fue su nombre”.
Éste ejercicio estaba diseñado para hacer algo más que mantener a Adán ocupado y quitarle el aburrimiento. De todos los temores que atormentan a la humanidad, ninguno es tan aterrorizante como el miedo a lo desconocido; lo que no se conoce no puede ser evitado ni controlado. Al nombrar a las criaturas del mundo recién formado, Adán se convirtió en el amo de su medio ambiente. De acuerdo con el Zóhar, Adán fue el primer y el único humano al momento de la Creación con la habilidad de controlar el vasto universo. Sin embargo, él no sería el último de su línea en ejercer el poder de un nombre.
En el Zóhar abundan las referencias acerca de la meta del hombre de alcanzar el dominio sobre su destino. Como lo retrata el Zóhar, el hombre es una entidad cuyo destino está determinado por sus pensamientos y sus acciones. En lugar de presentar una necesidad rígida por adherirse a una doctrina dogmática, la Kabbalah ubica la oración en el contexto de la experiencia espiritual.
El libro del Génesis declara que el hombre fue creado en el sexto día del proceso de la Creación. El Zóhar pregunta ¿por qué la creación del hombre fue reservada para el final? Porque el hombre es la culminación de todo lo que precedía. De acuerdo con el Zóhar, más que sólo un participante en el esquema cósmico, el hombre recibió el rol determinante de la actividad universal y galáctica.
El Zóhar revela la dinámica interacción y la interconexión entre nuestro universo y nosotros mismos:
“No existe un miembro en el cuerpo humano que no tenga su equivalente en el mundo como un todo. Debido a que el cuerpo de un hombre consiste de miembros y partes de varias clasificaciones, todos actuando y reaccionando unos con otros para formar un organismo, así también el mundo consiste de una jerarquía de cosas creadas, las cuales cuando actúan y reaccionan apropiadamente unas con otras, forman un cuerpo orgánico”.
Este pasaje del Zóhar enfatiza la íntima conexión entre el reino celestial y nuestro campo mundano. Visto desde la perspectiva del Zóhar, el cuerpo humano es un reflejo del vasto cosmos. Los órganos y miembros reflejan la dinámica de un baile universal eternamente presente.
El Zóhar predice que todos los habitantes del planeta tierra llegarán un día a comprender los profundos misterios de nuestro cosmos y los muchos problemas que la raza humana enfrenta.
Los individuos ya no serán forzados a reverenciar la sabiduría de los expertos, científicos y autoridades que viven en una atmósfera intelectual más allá del alcance del ser humano convencional. En esa época, la cual conocemos ahora como la Era de Acuario, el individuo obtendrá el control de su sentido de maravilla y curiosidad y obtendrá nuevamente un minucioso conocimiento de la naturaleza exacta del universo y de la posición que cada persona ocupa en él.
La oración, o el lenguaje de la Kabbalah, es una “Escalera de Yaakov” que conecta y combina a la tierra con el plano celestial. La mayoría de las personas inicialmente se sorprenden al descubrir el rol significativo que juega la oración en los textos bíblicos. La mayor parte del tiempo, la oración o la meditación son utilizadas en nuestros días para rogar la asistencia y el apoyo de la fuerza de la Luz cuando uno se encuentra en problemas, o para expresar agradecimiento cuando la fuerza de la Luz responde y satisface nuestras necesidades.
Sin embargo, desde una perspectiva kabbalística, la oración (como se expone en los textos bíblicos) tiene un rol completamente diferente e incluso opuesto. En lugar de concentrarse en el significado literal de las oraciones, el kabbalista se sumerge en el plano de las fuerzas divinas, y cuando recita las palabras dirige su mente hacia la fuerza de la Luz que gobierna y mueve toda fuerza de vida.
La doctrina de la kavaná (la cual es la meditación que acompaña las palabras de la oración) es lo más importante, mientras que las palabras en sí son consideradas secundarias en cuanto al nivel de importancia. Los kabbalistas consideran las palabras como el cuerpo o el canal para la fase más importante de kavanot, las cuales las equiparo con el alma de la oración.
Bahya Ibn Paquda resalta que la oración sin concentración, o kavanot, es como un cuerpo sin alma o una cáscara sin contenido interno. La palabra kavaná se deriva de la palaba kivún (dirección), indicando que la mente debe tomar una dirección cuando se recita una oración. Mientras que para la palabra oración, la palabra hebrea más comúnmente utilizada es tefilá, la raíz para aquello que significa trivial o secundario.
Estas resonancias etimológicas encajan perfectamente con el concepto kabbalístico de la oración como medio de control que nos da la oportunidad para convertirnos en amos de nuestro destino. La oración es entonces el sistema de comunicación por medio del cual el hombre logra la intención original y el propósito de su existencia como se describe en Génesis, como se mencionó previamente.
La esencia espiritual del alfabeto hebreo (o el Álef-Bet) emana desde los planos más elevados de las Sefirot, los paquetes de energía de la fuerza de la Luz del Creador. El Álef-Bet y las palabras que están formadas a partir de él están imbuidas con el espíritu del Creador y como tales selladas con la Impresión de Su Sello, el cual es la Verdad.
¿De quiénes está cerca el Creador? pregunta el Zóhar con respecto a las palabras “El Creador está cerca de aquéllos que Lo llaman”. La respuesta es: “A aquéllos que Me llaman en Verdad”. El Zóhar pregunta: “¿existe alguien que llamaría falsamente al Creador?”, Rav Abba dijo: “Sí. Es aquel que llama (ora) y no conoce a quien llama”.
El Zóhar realiza otra pregunta: “¿Cuál es el significado de la palabra emet (verdad)?”. La respuesta es: “Es el sello y la conexión con la fuerza de la Luz”. La verdad entonces personifica la fuerza de la Luz del Creador. La Verdad no es relativa y tampoco es la opinión que tiene el mayor peso. La Verdad no es meramente un aspecto de nuestro código moral, aunque éste demanda que siempre digamos la verdad.
La verdad es una idea, una noción o una actividad que contiene la realidad fundamental de la fuerza de la Luz. Esto es lo esencial que debemos entender cuando oramos. “Llamarlo (A Dios) en Verdad” se refiere a nuestra habilidad para trascender el plano racional ilusorio de la existencia y conectar con lo Infinito.
Por ello, el símbolo de la escalera de Yaakov representa a la oración como una escalera por medio de la cual la humanidad puede vincular las esferas celestial y terrenal, con los ángeles siendo los intermediarios como si estuviesen llevando los mensajes. Sin embargo, el Zóhar establece que desafortunadamente: “la mayoría de las personas que oran en casas de adoración salen vacíos”. Sus oraciones son recitadas en un estado de conciencia robótico, desprovisto de conciencia meditativa de las kavanot.
Entonces, la Verdad se encuentra ausente, a pesar de recitar todas y cada una de las palabras de la oración. Rav Eliezer dijo: “La oración debería ser ofrecida con la kavaná apropiada sobre las palabras pronunciadas en la presencia del Señor. Aquel que hace de su oración una tarea fija, su oración no es oración”. Rav Shimón ben Nathaniel dijo: “Cuando ores, no hagas de tu oración una fórmula fija. Una persona que acaba de regresar de un viaje y consecuentemente no se puede concentrar apropiadamente (kavaná) no debería orar hasta que tres días hayan transcurrido”.
Rav Berg
El artículo apareció originalmente en la Revista de Kabbalah, Volumen 2, 6º edición, sept/oct 1997
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