La visión fragmentada de la ciencia médica considera a la salud como el valor que hay que proteger y a la enfermedad como el enemigo que hay que destruir.
En su misma concepción el sistema inmune es el “bueno” y el antígeno es el “malo”.
Hay que destruir a los antígenos; el sistema inmune los ataca y por lo tanto eso es lo que hacen los “buenos” como superman o el capitán América.
El sistema inmune es maravilloso; cuanto más se lo estudia más se descubren recursos asombrosos e interminables que el organismo creado por la inteligencia infinita, despliegan para controlar a los diferentes tipos de elementos foráneos.
El sistema inmune de todos los animales vertebrados tiene una gran perfección funcional fruto de al menos 500 millones de años de evolución.
Mientras que los virus y bacterias no han cambiado básicamente en millones de años.
Los microbios están en condiciones de abrumadora inferioridad frente al sistema inmune de los animales vertebrados en particular de los humanos que tenemos el nivel más grande de evolución en la escala zoológica.
Pero la ciencia médica no se enfoca en la maravilla que somos; más bien se enfoca en el poder del virus, del hongo, de los parásitos intracelulares.
Este tipo de enfoque genera miedo e inseguridad.
Mientras que el enfoque en el poder del sistema inmune humano generaría confianza y tranquilidad.
Este miedo está justificado en parte por la facilidad con que los virus y otras plagas se esparcen por el mundo desde hace siglos.
La ciencia admite la maravilla del sistema inmune pero los datos epidemiológicos muestran que en gran cantidad de personas y países este sistema es inoperante.
O sea que millones de personas están en condiciones de inmunodepresión más o menos acentuada.
Cualquier roedor, cualquier pez, cualquier lagarto tienen una gran superioridad inmune frente al ser humano moderno.
Al ser vertebrados, todos compartimos esta abrumadora complejidad y perfección.
Sin embargo, los seres humanos hemos cometido la mayor de las tonterías en la historia biológica de este planeta: provocar el debilitamiento de la capacidad inmune con estilos de vida, alimentos y bebidas, drogas, radiaciones y medicinas que dejan al sistema inmune desprotegido y presa fácil de los gérmenes de turno.
Y pretenden mejorar el estado de las cosas con vacunas y dando informes que atemorizan más a la gente.
Es hora de cambiar la estrategia y ocuparnos de recuperar nuestra majestuosa capacidad inmune.
Como mínimo igualar a los ratones o a las aves que viven felices sin temor a los microbios.
-Martín Macedo-
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