Yo no tengo recursos.
¡No diga eso, nunca!
Mucha gente habla así y lo hace con total convicción.
Está usando su poder infinito para seguir siendo pobre.
Le está ordenando al poder creador con palabras y con una profunda emoción y convicción que nada tiene, y por lo tanto que no puede acceder a las cosas buenas que desea tener.
La verdad es que la inmensa mayoría de las personas experimentamos esa sensación de imposibilidad, como si hubiera un muro de Berlín que nos separa definitivamente de las cosas que más amamos, que más deseamos, que más anhelamos.
¡Qué difícil es la vida!
¡Qué difícil es sobrevivir en este mundo tan competitivo!
No diga eso nunca, porque está cayendo en el mismo error.
Palabras negativas cargadas de dolor emocional e impotencia que imprimen su huella en la matriz inteligente o subconsciente que buscará reproducir esa "orden".
Yo tengo recursos infinitos.
La vida es magnífica, porque el Universo respalda todos mis deseos.
Pero debo aprender a liberar mis propias ilusiones, mis miedos, mis creencias tóxicas, mis errores que sólo retardan la manifestación de todo lo que amo.
El Universo es inocente, el gobierno no tiene la culpa, el capitalismo no es responsable de mi falta de habilidad para comunicarme con el gran poder.
La verdad es que nos han entrenado para ser ovejas.
A este entrenamiento se le llama "educación".
Necesitamos una nueva educación, como decía Ohsawa.
Una educación lógica y fisiológica.
Que nos permita usar nuestros recursos infinitos.
Tenemos recursos internos infinitos.
¿Por qué no usar nuestra voluntad de hierro?
¿Por qué no leer a los grandes sabios y aprender de ellos?
Si dedicáramos la mitad del tiempo que pasamos mirando televisión o viendo partidos de fútbol a la lectura de textos de crecimiento personal podríamos recordar el camino de acceso hacia nuestra divinidad.
Entonces comprenderíamos que nacimos en medio de la abundancia, de la salud, de la felicidad y de la libertad.
Y cuidaríamos cada palabra como si se tratara de una moneda de oro puro.
Porque la palabra le ordena al poder infinito y éste se limita a hacer lo que mejor sabe hacer.
Manifestar lo más pronto posible aquello que se le ha ordenado con palabras.
Las palabras que sólo los dioses pueden pronunciar.
-Martín Macedo-
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