Aquel que tiene un por qué vivir puede enfrentarse
a cualquier «cómo»
El estrés y la desorientación hacen presa de nosotros cuando perdemos de vista nuestros
objetivos vitales. La sensación de «trabajar mucho para nada», el agotamiento que
produce la dispersión tienen su antídoto en una meta clara que dé sentido a lo que
estamos haciendo, con sus buenos y malos momentos.
Sobre esto, Viktor Frankl consideraba que basta con que el individuo encuentre un
sentido a su vida para superar la mayoría de los problemas que le aquejan. La logoterapia
busca justamente eso: en lugar de escarbar en el pasado del paciente, se explora qué
puede hacer con lo que tiene aquí y ahora. Dicho de un modo más sencillo: encontrar un
motivo para levantarse cada día de la cama.
El drama de muchas personas insatisfechas con su existencia es que tampoco se
plantean cuál es la vida que desearían vivir. Y la primera condición para dejar de estar
perdido es saber, al menos, adónde se quiere llegar.
Al igual que Frankl medio siglo después, Nietzsche señala la importancia de encontrar
un «por qué vivir». Cuando nuestra vida se llena de sentido, de repente los esfuerzos ya
no son fatigas, sino pasos necesarios hacia la meta que nos hemos fijado.
Allan Percy
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