El tercer paso para poder reinventarnos profesionalmente consiste en armarnos de confianza, coraje y valentía para adentrarnos en la incertidumbre.
El tercer paso para reinventarnos profesionalmente consiste en afrontar y vencer nuestros miedos para atrevernos a salir de nuestra zona de comodidad. Muy pocos lo reconocerán, pero el miedo es el director general de la vida de la inmensa mayoría de personas. Esta emoción se encuentra detrás de casi todas nuestras decisiones profesionales y económicas, provocando que llevemos una existencia limitada, orientada a la mera supervivencia.
Y entonces, ¿qué es el miedo? Se trata de una emoción que nos invade cuando sentimos que nuestra integridad física está en peligro o se ve amenazada de alguna u otra forma. Sin embargo, ¿con cuántos leones o asesinos nos topamos en nuestro día a día? A pesar de que ya no vivimos en la jungla ni estamos rodeados de depredadores, el miedo sigue muy presente en nuestras vidas. Y no por una cuestión de supervivencia física, sino emocional.
En pleno siglo XXI, los leones y asesinos son totalmente ficticios; se encuentran en nuestra mente y toman forma de pensamientos, los cuales devoran nuestros sueños y aniquilan nuestras esperanzas de co-crear una vida más libre y plena. Y es que la raíz de cualquier miedo se origina en un pensamiento limitante basado en una creencia falsa que no hemos cuestionado. En el momento en el que nos creemos dicho pensamiento -el cual es completamente ilusorio-, creamos la emoción correspondiente en nuestro interior, la cual es 100% real.
Si bien hay tantos tipos de miedos como seres humanos hay en este mundo, uno de los que más suelen boicotear nuestro proceso de reinvención profesional es el miedo a salir de la zona de confort. Es decir, ese lugar físico y mental al que estamos acostumbrados, y que nos aporta una confortable sensación de protección y seguridad. Principalmente porque es lo que conocemos y nos resulta familiar.
Darle al claxon mientras gritamos con rabia dentro del coche en un atasco de tráfico los lunes por la mañana. Quejarnos de nuestro jefe por cómo nos trata o de nuestra empresa por lo poco que nos paga. Discutir y pelearnos con nuestra pareja por no ponernos de acuerdo sobre cómo educamos a nuestros hijos. Salir a manifestarnos y protestar en contra de la corrupción del gobierno y los políticos. Creer que no podemos y que no es un buen momento para cambiar… Esta es la jaula en la que malvivimos la mayoría.
Lo cierto es que tan solo nos atrevemos a salir de la zona de comodidad cuando nuestro nivel de malestar, insatisfacción y sufrimiento es superior a nuestro miedo al cambio. Es entonces cuando sentimos que no tenemos nada que perder, armándonos de valor, coraje y valentía para confrontar nuestro miedo. Al principio, el simple hecho de sentir esta emoción es una experiencia incómoda, desagradable y aterradora. Tanto es así, que nuestra primera reacción es huir, convenciéndonos de que lo mejor es seguir tal y como estamos.
CÓMO TRASCENDER EL MIEDO“Si tus sueños no te dan miedo es que no son suficientemente grandes.”(Ellen Johnson)
Sin embargo, en la medida en la que somos capaces de sostener esta emoción el tiempo suficiente, nos damos cuenta de cuál es su verdadera función en nuestra vida: advertirnos de que estamos frente a un límite, un umbral todavía inexplorado. Y que al otro lado se encuentra algo nuevo y desconocido. Por muy mala prensa que tenga, en realidad el miedo es un buen compañero de viaje. Lo único que pretende es protegernos y evitar que nos pasen cosas desagradables. De ahí que intente preservar el pequeño mundo en el que hemos estado metidos y hacernos sentir que no vale la pena salir de él.
Por ejemplo, si no existiera el miedo, no sabríamos que estamos en peligro al asomarnos por un precipicio. Esta es la razón por la que sentimos vértigo. Del mismo modo, el miedo aparece cuando nos planteamos la posibilidad de dejar un contrato indefinido para aventurarnos a emprender un proyecto personal como autónomos. En este caso, al tomar una decisión arriesgada y adentrarnos en un entorno incierto, el miedo aparece para que no saltemos a una piscina completamente vacía. El quid de la cuestión es que tener miedo no debe impedirnos saltar. Pero sí volvernos lo suficientemente prudentes como para verificar que hay algo de agua en dicha piscina.
Y lo mismo sucede con el resto de miedos. El miedo a la libertad. A ser independiente. A no ser queridos. A lo que piensen los demás. A la responsabilidad. A la incertidumbre. Al juicio. A la crítica. Al error. A no saber cuál es nuestro verdadero valor. Al cambio. A hablar en público. Al conflicto. A no cumplir las expectativas. Al rechazo. Al abandono. A la pérdida. Al ridículo. A vender. A decepcionar. Al fracaso. Al éxito. A brillar. A ser auténticos. A la vulnerabilidad. A exponernos. A destacar. A ser diferentes. A pensar en grande. Y en definitiva, el miedo al propio miedo.
Si bien todos estos temores son completamente ilusorios, sus efectos emocionales son totalmente reales. Todos ellos se originan en nuestra mente y se propagan por medio de pensamientos. Para poder trascender cualquier miedo -e impedir que nos limite, boicotee y paralice- hemos de cultivar el hábito de observar nuestra mente y cuestionar nuestros pensamientos. De este modo aprenderemos a detectar y observar nuestros miedos antes de que estos tomen el control y se apoderen de nosotros emocionalmente.
A su vez, hemos de aprender a comprender lo que verdaderamente significan y nos quieren transmitir. Así, la próxima vez que alguno de estos miedos vengan a visitarnos hemos de recibirlos con hospitalidad, cariño y gratitud. Principalmente porque ponen de manifiesto que nos estamos acercando a uno de los bordes de nuestra zona de confort. Salir de ella siempre nos va a hacer crecer y evolucionar como seres humanos, descubriendo aspectos de nosotros que desconocíamos.
De hecho, el miedo siempre va a estar ahí, a nuestro lado, señalándonos nuevos límites y umbrales todavía por explorar. No solo nos hace sentir inmensamente vivos, sino que también nos recuerda que la vida es incierta. Y que la única seguridad que vale la pena cultivar es la que se encuentra dentro de nosotros mismos.
De ahí que con la práctica y el entrenamiento el miedo empiece a venir acompañado de cierta ilusión, excitación y expectación. Al atrevernos a confrontar nuestros temores con sabiduría y atravesar el umbral de alguna de nuestras limitaciones, de pronto sentimos como algo se expande en nuestro interior. Y descubrimos cómo al otro lado del miedo se encuentran las mejores cosas de la vida. Es entonces cuando dejamos de tenerle miedo al miedo. Y empezamos a mantener con él una relación amistosa que mutuamente nos beneficia. Así es como finalmente encontramos un sano equilibrio entre el riesgo y la prudencia. Ya nada nos limita, pero tampoco nos pasamos de frenada.
Si quieres saber cuáles son el resto de pasos, para reinventarte profesionalemente, lee los siguientes artículos:
Primer paso: “Asume que eres 100% co-creador de tu vida”.
Segundo paso: “Emancípate emocionalmente de tu entorno”.
Cuarto paso: “Conócete y sé fiel a ti mismo”.
Quinto paso: “Descubre cuál es tu propósito”.
Sexto paso: “Invierte en tu educación financiera”.
Séptimo paso: “Adopta una actitud emprendedora”.
Octavo paso: “La importancia de crear tu marca personal”.
Noveno paso: “Cómo crear tu marca personal”.
Este artículo corresponde a un capítulo del libro “Qué harías si no tuvieras miedo”.
Borja Vilaseca
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