miércoles, 29 de abril de 2020

Adopta una actitud emprendedora

El séptimo paso para poder reinventarnos profesionalmente consiste en comprometernos con resolver problemas, atender necesidades, aportar valor y generar riqueza.
El séptimo paso para reinventarnos profesionalmente consiste en adoptar una actitud emprendedora. En vez de exigir y esperar que otros resuelvan nuestros problemas laborales y financieros, hemos de aprender a resolverlos por nosotros mismos. Es hora de pasar de la adolescencia a la madurez económica. Y aunque en un primer momento no lo parezca, siempre hay otras vías y sendas por explorar. Los verdaderos obstáculos están en nuestra mente, no en la realidad. Ahí afuera solo encontraremos el reflejo de nuestras limitaciones mentales.
Hoy en día los contratos indefinidos están dando paso a los contratos temporales. Si bien en la Era Industrial la mayoría trabajábamos como empleados, en la nueva era la mayoría nos convertiremos en profesionales autónomos,  freelancers o emprendedores. De ahí que en este periodo de la historia la salida profesional más viable sea «emprender». Y esto no quiere decir que tengamos que montar una empresa, sino que cultivemos una nueva actitud que nos permita crear proactivamente nuestra profesión.
En esta nueva era, nos van a pagar por aportar valor, crear riqueza, generar beneficios y lograr resultados. Por ello, cultivar la actitud emprendedora -aunque trabajemos como empleados-pasa por aunar lo que nos gusta y lo que se nos da bien con la resolución de algún problema del mundo, profesionalizando la forma de atender dicha necesidad y demanda ya existente.
Y es que nuestro objetivo profesional no ha de ser ganar dinero, sino crear riqueza. Es entonces cuando el dinero viene como resultado. De hecho, nuestros ingresos sólo pueden aumentar en la medida que aumentamos el valor que aportamos a la sociedad. La belleza de esta forma de concebir nuestra profesión es que nos adentra en un círculo virtuoso. Cuanta más riqueza generamos, más prosperidad cosechamos. Actuando de este modo, verificamos que la raíz de la verdadera abundancia nace de la genuina generosidad.
Gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, disponemos de un sinfín de herramientas digitales y aplicaciones informáticas que facilitan nuestra capacidad de aportar valor sin necesidad de intermediarios. Nunca antes en toda la historia de la humanidad había sido tan fácil y tan barato iniciar nuestro propio proyecto. Gracias al imparable comercio digital, el mercado laboral es cada vez más global: nuestros clientes se encuentran -potencialmente-en cualquier parte del mundo.
SALTAR AL VACÍO Y ATRAVESAR EL DESIERTO
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar.”
(Antonio Machado)
Adoptar una actitud emprendedora nos permite tarde o temprano despedirnos de nuestro estado de dependencia financiera. En esencia, consiste en empezar a trabajar para nosotros mismos primero, comprendiendo que la burbuja de la seguridad hace años que ha reventado. Ahora mismo, el sistema económico en general y el mercado laboral en particular están gobernados por la inestabilidad y la incertidumbre. Podemos seguir trabajando como empleados o iniciar un proyecto como emprendedores. Decidamos lo que decidamos, tendremos que escoger entre una incertidumbre y otra incertidumbre.
El mayor freno para emprender es el miedo a soltar lo que creemos que tenemos. En eso consiste precisamente salir de nuestra zona de confort. Algunos lo llaman «dar un salto al vacío». Y otros, «la travesía por el desierto». Sentir dicha incomodidad nos confronta con todos nuestros miedos inconscientes, empezando, como no, por el miedo al fracaso.
Para vencer este temor, hemos de comprender que la vida es muy muy muy larga. Y que en la medida en que nos permitimos arriesgar y cometer errores, vamos cosechando una serie de aprendizajes que nos permiten crecer como profesionales. En cambio, quienes no hacen nada por miedo a equivocarse, cometen el mayor error de todos: impedir y obstaculizar su evolución, quedándose completamente estancados en el mismo lugar físico y psicológico.
Por otro lado, estamos acostumbrados a ser clientes y consumidores, no a ser vendedores. Detrás de nuestra aversión a la palabra «vender» se esconde otro temor muy profundo: el miedo al rechazo. Sin embargo, a lo largo de esta nueva era nos pagarán en proporción directa a nuestra contribución social. De ahí la importancia de descubrir para qué valemos. El hecho de aferrarnos a nuestro puesto de trabajo tiene bastante que ver con el terror de comprobar nuestro verdadero valor en el mercado. El resto consiste en aprender a vender sin vendernos.
El emprendedor vence sus miedos cuando lo que hace va más allá de sí mismo. Lo importante es el servicio que se genera, no quién lo genera. Al comprender que lo importante no somos nosotros, sino lo que sucede a través nuestro, ya no nos inquieta lo que algunos puedan opinar. Más bien nos centramos en las personas a las que beneficia nuestro proyecto.
En este punto de la travesía aparece la motivación de formarnos, adquiriendo las habilidades, las competencias y los conocimientos necesarios para poner en marcha nuestro nuevo proyecto laboral. Muchos empleados emprenden dentro de sus empresas -los «intra-emprendedores»-, aportando nuevas ideas y liderando nuevas líneas de negocio con las que generar mejores resultados.
Otros emprendedores se vuelven autoempleados, colaborando como agentes libres o freelance, poniendo su talento al servicio de empresas y clientes particulares. Y finalmente otros montan sus propios proyectos empresariales en forma de start-ups. En definitiva, el viaje del emprendedor consiste en reconectar con la semilla con la que nacimos (nuestra esencia), lo que verdaderamente somos. Y así saber el fruto que podemos ofrecer al mundo.
Si quieres saber cuáles son el resto de pasos, para reinventarte profesionalemente, lee los siguientes artículos:
Este artículo corresponde a un capítulo del libro “Qué harías si no tuvieras miedo”.
Borja Vilaseca

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