A un mes del decreto de emergencia sanitaria -13 de marzo- en nuestro país (Uruguay) los grupos hegemónicos -locales e internacionales- han construido una narrativa homogénea sobre la única realidad omnipresente que vivimos desde hace tan solo unos meses atrás: numero de infectados, cantidad de fallecidos, cantidad de recuperados de la infección, curvas del contagio, la meseta. A esto se le suman varios dilemas aún no resueltos a nivel científico: mascarillas si, mascarillas no, aplicación de test generalizado o no, toma de temperatura o no, medición de la disminución del olfato y la capacidad gustativa, cuarentena obligatoria o voluntaria, total o parcial, levanta-miento de algunas medidas de reclusión o totales, apostar al efecto "rebaño", entre otros temas recurrentes.
Saturación de cifras y más cifras, datos y más datos, información y más información, todo en tiempo real. La televisión y la mayoría de los programas radiales y la prensa escrita ocupan casi la totalidad de su tiempo y de nuestro tiempo al tema excluyente: el "enemigo" invisible que tiene en jaque al planeta y que genera situaciones dantescas: "fosas comunes", contagios masivos en residencia de ancianos, hospitales improvisados en canchas de tenis o de fútbol, barco hospitales, y la vivencia de la muerte como algo cotidiano...realmente de otra galaxia.
Todas las actividades humanas giran alrededor del virus (aunque queda la duda, por la información ambigua que escuchamos, si el total de las muertes las podemos atribuir directamente al virus o a otro tipo de afecciones asociadas). Y no es una proyección, es en tiempo real, en vivo y en directo. Estamos todos implicados en esta película como actores directos de un guión escrito por otros. Me pregunto, habrá llegado el momento de escribir nosotros el guión de nuestra vida y dejar de vivir la vida dictada por extraños, la mayoría autores desconocidos.
También asistimos al auto halago de casi todos los gobernantes de lo bien que están gestionando la situación de su país. Con excepciones y en su gran mayoría, las decisiones políticas tienen en cuenta la información de los comités científicos. Aunque aún no hemos visto certezas científicas en los métodos utilizados. Cada país aplica una fórmula original que no tiene bases comparativos con su vecino: cada uno con su libreto haciendo camino al andar.¿Cuál de ellos es el correcto ?. Por el momento no lo sabemos. Los investigadores reconocen que son más las incertidumbres que las certezas. Y los resultados no son nada alentadores.
Asimismo el desconcierto científico y político genera en nosotros también desconcierto asociado a mayor miedo y ansiedad y en algunos casos mayor estrés y por ende disminución de la capacidad auto-inmune. Quizás al final de esta etapa, con resultados a la vista, obtendremos alguna información generalizable y aplicable con protocolos validados y comprobados en su eficacia en épocas de pandemias teniendo en cuenta e independiente del contexto en donde se aplique.
Parece surrealista, pero no lo es. Aún me pregunto si esto que estamos viviendo es real o se trata de un sueño. Las evidencias indican que es real y que lo estamos viviendo en el aquí y ahora, en tiempo real y tangible a nivel material y físico, tanto que nos tienen y nos tenemos encerrados desde hace unas semanas bombardeandonos con esa amorfa y machacona información de un virus invisible que paralizo al planeta. No es una película. Directamente el mundo social y las interrelaciones entre las personas y estos con la naturaleza desaparecieron. Centros educativos vacíos, calles fantasmas, comercios cerrados, plazas vacías, playas desiertas. El tiempo -cronológicamente- despareció. Ya no distinguimos los días de la semana. Los feriados y los festejos ya no son. Como hace millones de años atrás, la naturaleza y la vida silvestre son dueños absolutos del espacio público y la incertidumbre, el miedo y la ansiedad dueños absolutos de nuestra existencia.
Sin embargo, oculto en esa realidad, atrás de cada fachada, de las paredes y ventanas, existen personas de carne y hueso, con alma y espíritu, con deseos y emociones. Bebitos, niños, niñas, jóvenes, adultos, veteranos, abuelos, abuelas, la mayoría separados físicamente según donde nos "agarró" la cuarentena. No podemos tocar, no podemos besar, no podemos abrazar, no podemos mirar de forma presencial a los ojos y ver la boca del otro. De aquí en más estaremos escondidos detrás de una máscara.
Por primera vez en la historia de la humanidad los seres humanos sin distinción formamos parte como pasajeros o tripulantes del "Arca de Noé". Nos hundimos todos o nos salvamos todos, no tenemos escapatoria, no tenemos hacia donde huir, más que correr por corredores y escaleras de casas y edificios. Las puertas y portones están cerradas bajo llave real o imaginario. Extraño el efecto que genera la falta de libertad de movimiento. Lo que hasta hace escasos días era una acción automática -salir, caminar, correr, tomar sol, tocar el agua en el mar, abrazar a las personas que amamos..., hoy lo tenemos restringido. Sensación ambigua e incómoda similar a lo que viví desarrollando mi filantropia en centros de reclusión.
Saturación de cifras y más cifras, datos y más datos, información y más información, todo en tiempo real. La televisión y la mayoría de los programas radiales y la prensa escrita ocupan casi la totalidad de su tiempo y de nuestro tiempo al tema excluyente: el "enemigo" invisible que tiene en jaque al planeta y que genera situaciones dantescas: "fosas comunes", contagios masivos en residencia de ancianos, hospitales improvisados en canchas de tenis o de fútbol, barco hospitales, y la vivencia de la muerte como algo cotidiano...realmente de otra galaxia.
Todas las actividades humanas giran alrededor del virus (aunque queda la duda, por la información ambigua que escuchamos, si el total de las muertes las podemos atribuir directamente al virus o a otro tipo de afecciones asociadas). Y no es una proyección, es en tiempo real, en vivo y en directo. Estamos todos implicados en esta película como actores directos de un guión escrito por otros. Me pregunto, habrá llegado el momento de escribir nosotros el guión de nuestra vida y dejar de vivir la vida dictada por extraños, la mayoría autores desconocidos.
También asistimos al auto halago de casi todos los gobernantes de lo bien que están gestionando la situación de su país. Con excepciones y en su gran mayoría, las decisiones políticas tienen en cuenta la información de los comités científicos. Aunque aún no hemos visto certezas científicas en los métodos utilizados. Cada país aplica una fórmula original que no tiene bases comparativos con su vecino: cada uno con su libreto haciendo camino al andar.¿Cuál de ellos es el correcto ?. Por el momento no lo sabemos. Los investigadores reconocen que son más las incertidumbres que las certezas. Y los resultados no son nada alentadores.
Asimismo el desconcierto científico y político genera en nosotros también desconcierto asociado a mayor miedo y ansiedad y en algunos casos mayor estrés y por ende disminución de la capacidad auto-inmune. Quizás al final de esta etapa, con resultados a la vista, obtendremos alguna información generalizable y aplicable con protocolos validados y comprobados en su eficacia en épocas de pandemias teniendo en cuenta e independiente del contexto en donde se aplique.
Parece surrealista, pero no lo es. Aún me pregunto si esto que estamos viviendo es real o se trata de un sueño. Las evidencias indican que es real y que lo estamos viviendo en el aquí y ahora, en tiempo real y tangible a nivel material y físico, tanto que nos tienen y nos tenemos encerrados desde hace unas semanas bombardeandonos con esa amorfa y machacona información de un virus invisible que paralizo al planeta. No es una película. Directamente el mundo social y las interrelaciones entre las personas y estos con la naturaleza desaparecieron. Centros educativos vacíos, calles fantasmas, comercios cerrados, plazas vacías, playas desiertas. El tiempo -cronológicamente- despareció. Ya no distinguimos los días de la semana. Los feriados y los festejos ya no son. Como hace millones de años atrás, la naturaleza y la vida silvestre son dueños absolutos del espacio público y la incertidumbre, el miedo y la ansiedad dueños absolutos de nuestra existencia.
Sin embargo, oculto en esa realidad, atrás de cada fachada, de las paredes y ventanas, existen personas de carne y hueso, con alma y espíritu, con deseos y emociones. Bebitos, niños, niñas, jóvenes, adultos, veteranos, abuelos, abuelas, la mayoría separados físicamente según donde nos "agarró" la cuarentena. No podemos tocar, no podemos besar, no podemos abrazar, no podemos mirar de forma presencial a los ojos y ver la boca del otro. De aquí en más estaremos escondidos detrás de una máscara.
Por primera vez en la historia de la humanidad los seres humanos sin distinción formamos parte como pasajeros o tripulantes del "Arca de Noé". Nos hundimos todos o nos salvamos todos, no tenemos escapatoria, no tenemos hacia donde huir, más que correr por corredores y escaleras de casas y edificios. Las puertas y portones están cerradas bajo llave real o imaginario. Extraño el efecto que genera la falta de libertad de movimiento. Lo que hasta hace escasos días era una acción automática -salir, caminar, correr, tomar sol, tocar el agua en el mar, abrazar a las personas que amamos..., hoy lo tenemos restringido. Sensación ambigua e incómoda similar a lo que viví desarrollando mi filantropia en centros de reclusión.
Por primera vez la humanidad y cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de aplicar aquello que tanto predicamos en la tarea profesional orientada a empresarios, emprendedores y publico en general y en el ámbito de la vida cotidiana y entre amigos y colegas: para que yo gane -me salve- no requerimos que el otro pierda -se muera-. En este juego todos requerimos ganar. Llegó el momento que todos ganemos en este desafío común. El universo nos puso frente a un imperativo ético: el cambio hacia el paradigma de ganar-ganar. Ya no cabe aquello de todos contra todos partiendo que hay poco para muchos. No, hay todo para todos en abundancia, salud, amor, dinero, oxigeno, naturaleza, belleza, oportunidades, .... Eso si, requerimos estar todos a favor de todos. Todos a favor de la vida y de cada uno de los seres vivientes y sintientes del planeta. Reitero: nos salvamos todos y entre todos o todos pereceremos.
Obviamente que las personas vivimos diferente el evento de referencia. Sin embargo a todos por igual esta situación nos pega directamente al ego y nos empuja a un nuevo orden de nuestras prioridades y acciones dejando de lado caprichos infantiles. Nos está obligando a ordenar prioridades y jerarquizar diferente lo que legítimamente tiene valor en nuestras vidas. Hoy más que siempre se hace evidente que el precio de las cosas no es igual al valor de las cosas. Confirmado: el amor no tiene precio pero si tiene un valor inmenso e incalculable.
Añoro las ravioladas o tallarines caseros compartidos los fines de semana con mis hijos/as y nietos/as.. Cuanto extraño ir a buscar a los nietos/as al jardín. Y otras miles de tareas que van conformando el entramado de relaciones intimas y privadas de cada día. ¿Cuanto hace que nos estrechamos en un fuerte abrazo con un nieto, una nieta, un hijo, una hija, a nuestro papa o mamá si aun los tenemos vivos?. Que destino miserable sería la vida sin esos actos de amor pequeños en lo material pero inmensos e infinitos en lo divino. Cuanto valor contiene el llanto y la sonrisa de un hijo/a. Cuanto valor en la inocencia e incondicionalidad de un niño/a, incluso de una mascota. Cuanto vale un gesto de una abuela o un abuelo. Pues si, algo cambiará para siempre. El valor de las pequeñas pero inmensos gestos de afecto y amor entre los seres humanos y estos con la naturaleza toda es lo único que otorga sentido a nuestras vidas.
Es aquí que me hago una pregunta existencial y que origina el título de esta nota y es la reflexión sobre el rostro humano de la pandemia. Cuanto es el tiempo que, nuestra alma y nuestra conciencia, requieren para acompañarse mutuamente y acoplarse al ritmo de los tiempos materiales y cronológicos?. El evento precipitó e irrumpió en nuestras vidas casi sin darnos cuenta. En un cerrar y abrir de ojos estábamos en cuarentena sin saber que hacer con nuestras vidas y frente a personas que muchas veces desconocíamos (incluso con parejas, hijos o padres). Tenemos claro que los seres humanos no despertamos si continuamos en automático, en nuestra zona de confort, en donde permanecemos simplemente por que estamos cómodos. El evento quebró nuestra linea de vida y nuestra zona de comodidad. Seguramente la adversidad no obligará a abundantes reflexiones y transformaciones radicales.
El mundo y nuestro mundo es otro. Una vez que atravesemos este evento ¿como saldremos?. Es difícil imaginarse el día después. Mencione anteriormente la sensación de libertad y tranquilidad y también la serena alegría que generaba en mi cuerpo una vez finalizada la tarea en los centros de reclusión una vez en el exterior del centro. Me imagino conectándome con las mismas sensaciones cuando den "la voz de aura" y podamos re iniciar la vida nuevamente.
Intuyo que muchos de nosotros, en este cortísimo -aunque parece un siglo- período pandemico, aún no hemos logrado hacer coincidir todas las dimensiones de un humano: físico, emocional, razón, conciencia, alma. Yo siento que, en mí, estas áreas o dimensiones aún van por carriles separados. En un solo pestañeo nos trasladamos a una realidad distinta y opuesta a la vivida hasta el momento. No tuvimos la oportunidad de decidir libremente. Albedrío tardío le podríamos llamar. El evento irrumpió y ahora requerimos decidir que hacer ante él: victimizarnos -que he hecho yo para merecer esto- o asumir la responsabilidad, sabiendo que lo hemos generado por algo y para algo y que nada es inocente.
El "bichito" nos empujó, en un abrir y cerrar de ojos, al encierro y a un cambio radical de los hábitos y costumbres que repetíamos de forma automática sin la necesaria reflexión del sentido de lo que hacemos con nuestra vida. Cabe continuar haciendo la eterna pregunta existencial: para que hacemos lo que hacemos. Si hay un beneficio de este evento es que nos está obligando a un diálogo con nosotros mismos. A preguntarnos quienes somos y hacia donde vamos y con quien vamos. No tenemos escapatoria. En nuestra vida anterior -al evento de referencia- el hecho de salir e interactuar en otros ámbitos y con otras personas permitía evadirnos de nosotros mismos y de paso de otros. Hoy, aunque lo queramos, no podemos evadirnos y escaparnos. Y esto creo no llevará inevitablemente a expandir nuestra conciencia a nivel individual y a nivel planetario. Llegará un momento que el único camino que tendremos es acelerar el despertar y la elevación de la conciencia individual y colectiva. Se vislumbra un nuevo ser humano para un nuevo planeta.
Una vez leída la nota y si le ves el valor sería interesante que puedas compartirla para generar lo que llamamos la "masa crítica" requerida para producir la transformación a nuevas formas de ser. No necesariamente requerimos contactar al 100 por ciento de una determinada población, con alcanzar la masa crítica es suficiente, gracias!!!.
Daniel Corsino
Obviamente que las personas vivimos diferente el evento de referencia. Sin embargo a todos por igual esta situación nos pega directamente al ego y nos empuja a un nuevo orden de nuestras prioridades y acciones dejando de lado caprichos infantiles. Nos está obligando a ordenar prioridades y jerarquizar diferente lo que legítimamente tiene valor en nuestras vidas. Hoy más que siempre se hace evidente que el precio de las cosas no es igual al valor de las cosas. Confirmado: el amor no tiene precio pero si tiene un valor inmenso e incalculable.
Añoro las ravioladas o tallarines caseros compartidos los fines de semana con mis hijos/as y nietos/as.. Cuanto extraño ir a buscar a los nietos/as al jardín. Y otras miles de tareas que van conformando el entramado de relaciones intimas y privadas de cada día. ¿Cuanto hace que nos estrechamos en un fuerte abrazo con un nieto, una nieta, un hijo, una hija, a nuestro papa o mamá si aun los tenemos vivos?. Que destino miserable sería la vida sin esos actos de amor pequeños en lo material pero inmensos e infinitos en lo divino. Cuanto valor contiene el llanto y la sonrisa de un hijo/a. Cuanto valor en la inocencia e incondicionalidad de un niño/a, incluso de una mascota. Cuanto vale un gesto de una abuela o un abuelo. Pues si, algo cambiará para siempre. El valor de las pequeñas pero inmensos gestos de afecto y amor entre los seres humanos y estos con la naturaleza toda es lo único que otorga sentido a nuestras vidas.
Es aquí que me hago una pregunta existencial y que origina el título de esta nota y es la reflexión sobre el rostro humano de la pandemia. Cuanto es el tiempo que, nuestra alma y nuestra conciencia, requieren para acompañarse mutuamente y acoplarse al ritmo de los tiempos materiales y cronológicos?. El evento precipitó e irrumpió en nuestras vidas casi sin darnos cuenta. En un cerrar y abrir de ojos estábamos en cuarentena sin saber que hacer con nuestras vidas y frente a personas que muchas veces desconocíamos (incluso con parejas, hijos o padres). Tenemos claro que los seres humanos no despertamos si continuamos en automático, en nuestra zona de confort, en donde permanecemos simplemente por que estamos cómodos. El evento quebró nuestra linea de vida y nuestra zona de comodidad. Seguramente la adversidad no obligará a abundantes reflexiones y transformaciones radicales.
El mundo y nuestro mundo es otro. Una vez que atravesemos este evento ¿como saldremos?. Es difícil imaginarse el día después. Mencione anteriormente la sensación de libertad y tranquilidad y también la serena alegría que generaba en mi cuerpo una vez finalizada la tarea en los centros de reclusión una vez en el exterior del centro. Me imagino conectándome con las mismas sensaciones cuando den "la voz de aura" y podamos re iniciar la vida nuevamente.
Intuyo que muchos de nosotros, en este cortísimo -aunque parece un siglo- período pandemico, aún no hemos logrado hacer coincidir todas las dimensiones de un humano: físico, emocional, razón, conciencia, alma. Yo siento que, en mí, estas áreas o dimensiones aún van por carriles separados. En un solo pestañeo nos trasladamos a una realidad distinta y opuesta a la vivida hasta el momento. No tuvimos la oportunidad de decidir libremente. Albedrío tardío le podríamos llamar. El evento irrumpió y ahora requerimos decidir que hacer ante él: victimizarnos -que he hecho yo para merecer esto- o asumir la responsabilidad, sabiendo que lo hemos generado por algo y para algo y que nada es inocente.
El "bichito" nos empujó, en un abrir y cerrar de ojos, al encierro y a un cambio radical de los hábitos y costumbres que repetíamos de forma automática sin la necesaria reflexión del sentido de lo que hacemos con nuestra vida. Cabe continuar haciendo la eterna pregunta existencial: para que hacemos lo que hacemos. Si hay un beneficio de este evento es que nos está obligando a un diálogo con nosotros mismos. A preguntarnos quienes somos y hacia donde vamos y con quien vamos. No tenemos escapatoria. En nuestra vida anterior -al evento de referencia- el hecho de salir e interactuar en otros ámbitos y con otras personas permitía evadirnos de nosotros mismos y de paso de otros. Hoy, aunque lo queramos, no podemos evadirnos y escaparnos. Y esto creo no llevará inevitablemente a expandir nuestra conciencia a nivel individual y a nivel planetario. Llegará un momento que el único camino que tendremos es acelerar el despertar y la elevación de la conciencia individual y colectiva. Se vislumbra un nuevo ser humano para un nuevo planeta.
Una vez leída la nota y si le ves el valor sería interesante que puedas compartirla para generar lo que llamamos la "masa crítica" requerida para producir la transformación a nuevas formas de ser. No necesariamente requerimos contactar al 100 por ciento de una determinada población, con alcanzar la masa crítica es suficiente, gracias!!!.
Daniel Corsino
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