miércoles, 29 de abril de 2020

¿Cómo funciona el Eneagrama?

Todos tenemos un poco del lado oscuro (el ego) y del lado luminoso (el ser) que se encuentran en cada uno de los nueve eneatipos. Sin embargo, en general estamos más identificados un eneatipo dominante.
Muchas veces el desconocimiento del Eneagrama provoca que se lo describa como un medio de encasillar o etiquetar a las personas. Pero la experiencia demuestra todo lo contrario. Esta herramienta psicológica, encaminada a hacer consciente el complejo proceso de nuestra mente, muestra la caja en la que cada uno de nosotros se ha ido encerrando y los pasos necesarios para que podamos salir de ella. Sólo así podremos volver a conectar con nuestra esencia más profunda. Fruto de ese reencuentro con lo que somos verdaderamente, surge dentro de nosotros la paz interior que siempre hemos estado buscando fuera. A este estado natural de conexión con el ser también se lo conoce como «felicidad».
El Eneagrama describe nueve «eneatipos». Es decir, nueve modelos mentales, esqueletos psicológicos o tipos de personalidad, cada uno de los cuales puede vivirse desde el ego o desde el ser, en función de nuestro nivel de consciencia, nuestro grado de comprensión y nuestro estado de ánimo. Y para facilitar el manejo y la comprensión de esta herramienta de autoconocimiento, se emplean nueve números. Estos podrían ser letras o nombres de animales; en sí mismos no tienen ningún significado. El Eneagrama no está relacionado con la numerología ni nada por el estilo.
Cada uno de nosotros nace con un eneatipo determinado. Es decir, en contacto con una de las nueve esencias que define el Eneagrama. Sin embargo, durante nuestra infancia desarrollamos de forma irremediable nuestro correspondiente tipo de ego para protegernos y sobrevivir emocionalmente. Y dado que nadie nos ha enseñado a conocernos a nosotros mismos y vivir desde lo esencial, la mayoría de adultos solemos estar identificados con nuestro falso concepto de identidad. De ahí que nuestra existencia suela estar marcada, en mayor o menor medida, por la lucha, el conflicto y el sufrimiento.
Para poder crecer y evolucionar como seres humanos, el primer paso consiste en identificar cuál es nuestro eneatipo principal: aquel que determina nuestra herida de nacimiento. Es decir, lo que nos mueve inconscientemente a crear e identificarnos con el ego para evitar sentir el dolor, el vacío y la ansiedad que nos produce el vivir desconectados del ser. A su vez, nuestro eneatipo principal determina nuestro rasgo más característico de comportamiento, tanto cuando vivimos identificados con el ego como cuando reconectamos con nuestro verdadero ser. Si bien al investigar los nueve tipos de personalidad nos veremos reflejados en todos ellos, al profundizar lo suficiente verificaremos que sólo uno de estos nueve eneatipos define con más exactitud nuestro modelo mental particular. No se trata de quedarnos con las conductas y actitudes superficiales, sino con las motivaciones inconscientes y ocultas que las generan.
DESCENTRAMIENTO Y CENTRAMIENTO

Desde la perspectiva del Eneagrama, nuestra forma de ser no sólo viene determinada por nuestro eneatipo principal, sino que también está estrechamente relacionada con otros dos eneatipos más: aquellos a los que nos descentramos y nos centramos. Así, cuando pasamos por una situación de estrés, desequilibrio y malestar prolongada, adoptamos los patrones de conducta egocéntricos de otro eneatipo, un movimiento denominado «descentramiento» o «desintegración».

Nos descentramos cuando nos identificamos en exceso con el ego; como resultado, empezamos a reaccionar automáticamente cuando la realidad no se ajusta a nuestras necesidades, deseos y expectativas. Son esos días negros en los que nos sentimos vacíos, inseguros, preocupados, irritables e incómodos con nosotros mismos y con los demás. Cuando estamos descentrados parece que el mundo entero está en nuestra contra. Son esos momentos en los que nuestra mente nos bombardea con pensamientos negativos y desagradables, que finalmente nos conducen a buscar alguna fuente de entretenimiento que nos permita evadirnos de nosotros mismos.
El descentramiento es un proceso inconsciente que se desencadena cuando hemos llevado al extremo las estrategias egocéntricas movidas por nuestro tipo de personalidad. Se trata de un mecanismo de defensa encaminado a desahogar toda la presión y malestar acumulados. Sería algo así como una válvula de escape que nos genera un alivio temporal. Si no somos conscientes del desgaste emocional que supone esta desintegración momentánea, corremos el riesgo de caer en las garras del miedo, la ira y la tristeza. Y si no hacemos nada para remediarlo, puede arrastrarnos incluso al borde de la depresión. Por ejemplo, el eneatipo 1 se descentra al 4, asumiendo los pensamientos y conductas egocéntricos de este tipo de personalidad.
Para recuperar nuestro centro -nuestro equilibrio interior-nos conviene poner en práctica ciertos comportamientos y actitudes esenciales de otro eneatipo, un movimiento denominado «centramiento» o «integración». A diferencia del descentramiento -que es un proceso totalmente inconsciente y automático-, el centramiento es un esfuerzo consciente y voluntario, que surge a raíz de comprender quiénes somos y qué necesitamos para ser verdaderamente felices. El centramiento es una invitación a comprometernos con nuestro proceso de desarrollo personal. Por un lado, consiste en cuestionar el sistema de creencias que nos mantiene anclados al ego. Y por el otro, introducir nueva información en nuestra mente para cultivar nuevas conductas más constructivas con las que obtener nuevos y mejores resultados a nivel emocional. Esta sabiduría la obtenemos al centrarnos al eneatipo correspondiente, marcado a través del símbolo del Eneagrama.
Estamos centrados cuando nuestra mente está relajada, permitiéndonos estar muy atentos para controlar nuestras reacciones impulsivas y dejar de ser víctimas del ego. En este estado de consciencia, nos sentimos alegres de poder disfrutar de la vida tal como es, sin necesidad de recurrir a ningún tipo de evasión para huir de nosotros mismos. En esos instantes «esenciales» nos abraza una paz y felicidad duraderas que nos permiten interactuar con los demás como si fueran parte de nosotros mismos. Son esos días maravillosos, en los que aceptamos sin reservas lo que sucede, sonriendo y cantando sin otro motivo que el de estar vivos.
Por ejemplo, eneatipo 1 se centra al 7, adoptando los pensamientos y comportamientos esenciales de este modelo mental. Así, para verificar cuál es nuestro eneatipo principal, es necesario corroborar la correlación existente con los eneatipos a los que se descentra y centra, respectivamente, tal como muestras las flechas del símbolo del Eneagrama.
LA INFLUENCIA DE LAS ALAS

Más allá de descubrir cuál es nuestro eneatipo principal y corroborar que efectivamente nos descentramos y centramos a los tipos de personalidad correspondientes, desde la perspectiva del Eneagrama nuestra forma de ser también puede estar muy condicionada por los tipos de personalidad situados a la derecha y la izquierda de nuestro eneatipo principal. Son las llamadas «alas». Ciertas personas tienen dos alas; otros, una y algunos, ninguna.

Los expertos en Eneagrama sostienen que la mayoría de seres humanos tenemos un ala dominante, que influye sobre nuestro eneatipo principal, tanto desde el ego como desde el ser. Es importante saber la influencia que podemos estar recibiendo de estas alas, ya que nos ayuda a conocer más detalladamente las trampas a las que hemos de enfrentarnos para llegar a estar bien con nosotros mismos. Por ejemplo, el eneatipo 2 puede adoptar comportamientos del 1 y del 3.
Además, cabe señalar que existen muchos niveles de desarrollo para cada eneatipo, los cuales describen nuestro nivel de identificación o desidentificación con el ego, así como nuestro grado de conexión o desconexión con nuestro verdadero ser. Por ejemplo, no tiene nada que ver un eneatipo 6 centrado que descentrado. A lo largo de la vida, y fruto del impacto que han tenido algunas experiencias sobre nosotros, nuestra manera de interactuar en el mundo suele evolucionar hacia una mayor comprensión y consciencia, sintiéndonos cada vez mejor con nosotros mismos o, por el contrario, hacia una mayor ignorancia e inconsciencia, provocando que la lucha, el conflicto y el sufrimiento se adueñen de nuestro día a día.
Cuanto más bajo sea nuestro nivel de consciencia, más egocéntrica será nuestra manera de ser, y viceversa. Por ejemplo, una persona desconectada de sí misma se quejará cuando un día de lluvia le impida ir a tomar el sol a la playa con sus amigos. En cambio, otra más conectada y absolutamente integrada en la vida, se adaptará a las circunstancias. Quizá se quede en casa contemplando la lluvia desde su ventana, aproveche para leer tranquilamente o decida quedar con esos mismos amigos en un entorno donde puedan guarecerse de la lluvia. El hecho externo es el mismo para los dos, pero la reacción emocional es distinta, según su grado de sabiduría. Con la ayuda del Eneagrama podemos liberarnos de nuestro egocentrismo y caminar por la vida adoptando la postura que más bienestar nos reporte en cada momento.
CÓMO UTILIZAR EL ENEAGRAMA

A la hora de identificarse con uno de los nueve eneatipos, hay personas que dicen que les ha tocado «el peor de todos». Otras, «el más difícil». Algunos comentan que no saben muy bien cuál es el suyo, pero que uno de los tipos de personalidad les da literalmente «asco». Otros se creen que es una decisión racional, pensando que el eneatipo es algo que puede escogerse, como si se tratara de elegir entre diferentes productos de un supermercado espiritual. Otros se ponen a reír cuando lo descubren. O sienten vergüenza, tristeza o rabia. Sea como fuere, el Eneagrama es un espejo que nos invita a ser radicalmente honestos con nosotros mismos, atreviéndonos a aceptarnos tal y como somos, sin importar si en el momento de conocer esta herramienta nos encontramos identificados con el ego o, por el contrario, más en contacto con nuestro verdadero ser. Curiosamente, nuestro ego va a seguir tratando de autoboicotearnos, incluso mientras leemos este libro. A esta parte de nosotros no le interesa que nos conozcamos, pues podría resultar el principio del fin de su existencia…

En la medida que vas conociendo en profundidad cada uno de los nueve eneatipos, ves haciendo consciente todo aquello con lo que te sientas identificado, tanto en lo concerniente con tu lado oscuro como con tu parte luminosa. Y dado que el Eneagrama describe tendencias de comportamiento, no sólo tengas en cuenta aquello que refleja tu momento presente, sino también todo lo que te recuerde a tu manera de ser en el pasado. Así, esta herramienta puede servirte para ponerle nombre a emociones, sentimientos y estados de ánimo que formen -o hayan formado- parte de tu vida interior. Y también como un termómetro evolutivo, con el que medir más objetivamente en qué punto te encuentras en el camino del autoconocimiento.
 Afirmar que nos identificamos con el eneatipo 8, por ejemplo, no quiere decir que somostodo lo que se describe esta herramienta de autoconocimiento. Más bien pone de manifiesto que reconocemos que dicha tendencia de comportamiento es la que mejor define -a grandes rasgos- nuestra forma de ser, tanto en el ego como en el ser. De ahí que no tengamos que sentirnos identificados con todo lo que se dice acerca de un eneatipo. Principalmente porque todos los seres humanos somos mucho más de lo que se pueda definir a través de esta herramienta, que tan sólo nos sirve a modo de orientación y referencia. Si somos sinceros con nosotros mismos, tarde o temprano terminaremos por reconocer cuál es nuestro eneatipo principal, así como la correlación existente con el descentramiento, el centramiento y las alas. A fin de lograrlo, hemos de tener el valor de aceptarnos tal como somos. Ése es el primer paso para poder cambiar. Lo cierto es que el autoengaño es el único obstáculo que podemos encontrarnos a lo largo de este apasionante viaje de autoconocimiento.
El Eneagrama no es una varita mágica que pone fin a todos nuestros males, pero sí un útil instrumento para empezar a ser cada vez más conscientes de cuáles son los mecanismos psíquicos que nos mantienen esclavizados. Recordemos que es como una balsa que nos lleva de la orilla donde estamos a otra a la que queremos llegar. Una vez alcancemos nuestro destino, podremos seguir nuestro camino sin ella. Eso sí, el que rema siempre es uno mismo. Buen viaje.
Este artículo es un extracto del libro “Encantado de conocerme”, de Borja Vilaseca, publicado en enero de 2008.

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