Aquí tenemos un claro ejemplo del poder de los propósitos.
El 1% mueve los hilos del mundo.
El 99% baila sin ofrecer resistencia.
Se trata de una gran desigualdad de poder, parece una tremenda injusticia, que unos pocos puedan dominar a tantos al punto de encerrarlos en sus casas durante meses como si fueran niños en penitencia.
Y esa quietud forzada arruina la economía del mundo creando nuevos problemas.
Y como tuvieron éxito, el año que viene pueden crear otra pandemia porque ya conocen cómo mover los hilos con su gran poder económico.
El que trabaja dominará; el perezoso será dominado (Pr 12:24).
Todos los humanos formamos parte de la inteligencia infinita.
Y por lo tanto tenemos capacidades infinitas.
Pero el 99% no las usa a fondo, sólo cuando está en problemas.
Esto se debe a sistemas de creencias limitantes que nos educan para ser ovejas.
Como el elefante del circo al que sujetan con una fina cuerda a una débil estaca.
Si el elefante supiera lo fuerte que es tiraría la estaca y tiraría todo el circo en cuestión de minutos.
Si los seres humanos supiéramos lo fuertes que somos y cómo enfocar nuestro poder no podrían jugar con nosotros como lo hacen ahora mismo.
Nos asustan como ovejas; nos lanzan los perros y salimos despavoridos.
Así un puñado de perros controlan a 100 ovejas.
Sólo necesitamos asumir nuestro poder infinito y luego darle un propósito fuerte para que este poder actúe.
Imagino la situación contraria.
El 99% recupera su poder y rodea al 1% que debe rendirse incondicionalmente ante semejante fuerza.
Nosotros somos el 99% que ahora gime y se queja del encierro, le teme a un virus de dudosa existencia y cree en los test que dan cifras infladas sobre la cantidad de muertos e internados.
No se necesitan hacer cursos largos y costosos.
Sólo asumir nuestra grandeza y definir objetivos precisos.
Y creer en nuestro éxito inevitable.
Y sentir el sabor de la victoria anticipadamente.
Cuando el 99% despierte podremos crear nuestro paraíso en dos o tres semanas.
Porque será una fuerza tan descomunal que hará temblar los cimientos de nuestra civilización.
-Martín Macedo-
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