martes, 26 de marzo de 2019

La enfermedad es miedo


La gran mente cósmica es como un gran fuego.
Del que se desprenden muchas chispas.
Las chispas vuelan en diferentes direcciones.
Algunas tienen un vuelo corto y otras tienen un vuelo largo.
Cuando se enciende la chimenea en el hogar es necesario colocar un chispero.
Para evitar que las chispas más audaces vuelen lejos y enciendan otro fuego en la alfombra o en algún cartón o papel.
Las chispas pequeñas se quedan dentro de la chimenea.
Pero las grandes chispas son peligrosas y por eso hay que contenerlas con el chispero o malla protectora.
Sea pequeña o sea grande la chispa, proviene de la misma fuente y si consideramos que el fuego es sagrado, toda chispa es sagrada porque está hecha de lo mismo.
De la misma información.
El ego es como una de estas chispas.
Algunas tienen un vuelo corto y otras un vuelo largo.
Algunas son inofensivas y otras son peligrosas y potencialmente destructivas.
Pero todo ego parte de una percepción errónea.
Cree que tiene una vida separada del fuego original.
De la perfección original.
El ego cree que tiene una vida propia, y piensa “es mi vida y hago lo que me place”.
Desde el momento en que clama “independencia”, comienza a sentir miedo.
La separación de su Padre, implica el nacimiento del miedo.
Miedo a que su vida cese, finalice.
Y cuanto más se aferra a su vuelo glorioso, más se apega a su efímera existencia.
Y más teme y más defiende su existencia.
Negándose a morir.
Y lucha y se aferra a su existencia breve y fugaz.
Y sufre porque sabe que va a morir.
Y al morir su alma retorna al fuego inicial.
Y el Padre le dará otra oportunidad, otro vuelo como otra chispa.
Y el proceso se repetirá miles de veces.
Hasta que comprenda que no hay una vida separada de la fuente. 
Que el vuelo es sólo una experiencia emocionante.
Pero sin olvidar que es el mismo fuego eterno que elige experimentar la vida desde la óptica breve y fugaz de una chispa.
La enfermedad es miedo.
Y hasta que no comprendamos nuestra divinidad, el miedo continuará.
Y la verdadera cura consiste en despertar de la ilusión y disipar hasta la mínima pizca de temor.
Una nutrición de calidad perfectamente biológica, orgánica y macrobiótica facilita esta comprensión pero no la garantiza.

-Martín Macedo-

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