Adoro que me acaricien el alma, la piel la toca cualquiera
Acariciar el alma es seducir con las palabras para encender emociones insospechadas.
El buen artesano del amor sincero sabe que no hay mayor atracción que la de dos mentes que encajan, que se buscan y se descubren más allá de la piel y los sentidos, porque acariciar el alma es renacer en el otro sin dejar de ser uno mismo.
El buen artesano del amor sincero sabe que no hay mayor atracción que la de dos mentes que encajan, que se buscan y se descubren más allá de la piel y los sentidos, porque acariciar el alma es renacer en el otro sin dejar de ser uno mismo.
Si lo pensamos bien, suelen ser muy pocas las veces en que llegamos a experimentar una auténtica unión mental con alguien hasta el punto de que la seducción, pase casi por alto lo físico para deleitarnos con una armonía de gustos, placeres, conoci-mientos y complicidades que trazan instantes maravillosos imposibles de olvidar.
Hasta que no vacíes tu alma de rencores, miedos e incertidumbres, no te sentirás libre para que otros te la acaricien, para que otras voces la arropen y la cuiden como mereces.
En la bellísima lengua indígena de México, el náhuatl, acariciar el alma se traduce en una sonora palabra: “apapachar“. Es sin duda un arte excepcional que todos deberíamos practicar con nuestros seres amados, porque en ella se inscribe el respeto, el reconoci-miento y ese amor que trasciende la piel y los sentidos.
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