Hipócrates, el padre de la medicina occidental, es conocido también por aliar a la medicina con la filosofía y con una ética (algo que quizá fue hecho en cierta forma antes por Pitágoras).
Aunque conocemos más frases como "que la comida sea tu medicina" o "todas las enfermedades empiezan en el intestino" y, por supuesto, su juramente que enseña primero no hacer daño, la siguiente frase expresa la visión hipocrática de la medicina de manera más completa:
Las enfermedades no surgen de la nada. Se desarrollan de pequeños pecados contra la naturaleza. Cuando suficientes pecados se han acumulado, las enfermedades repentinamente aparecen.
Una pequeña frase muy rica en posible comentario. Primero hay que decir que el término griego que luego la tradición tradujo como pecado tiene la noción de fallar, como un arquero que no da en el blanco.
En el sentido de la medicina holística de Hipócrates esto tiene que ver con un desequilibrio, con fracasar en no estar en armonía con la naturaleza y el cosmos, pues el padre de la medicina occidental insistía en que el cuerpo estaba relacionado con el macrocosmos y que todo médico debía saber algo de astrología.
Aunque la palabra no tiene un componente moral en el sentido de culpa que ha sido asociado luego con el pecado, sí lo tiene en un sentido eminentemente ético, al menos de responsabilidad personal, pues también Hipócrates es conocido por separar la medicina de la religión o de los designios divinos (pese a que él mismo haya aprendido medicina en un templo de Esculapio, el dios de la medicina, y al parecer haya sido devoto de Apolo, el dios de todas las artes medidas y padre de Esculapio).
Somos responsables de nuestra salud con cada acto, con cada bocado, con cada respiración y con cada pensa-miento. La salud perfecta sería la integración total con el universo y su inteligencia autónoma, una perfecta armonía, un perfecto receptáculo de la energía.
Pues la misma energía que hace estrellas en los campos negros del espacio mueve nuestra sangre y hace que pensemos y que amemos.
Sin este cúmulo de peccatas minutas , sin estos desequilibrios, el ser humano no alcanzaría necesariamente la felicidad pero si la actualización de su ser y quizá la salvación, pues recordemos que salud y salvación tienen la misma raíz (soter) y a final de cuentas, en un sentido profundo, son lo mismo.
Y ésta entonces es la enseñanza "esotérica" (palabra que también comparte la misma raíz) es decir, la salvación interna. Si el organismo encuentra el balance será capaz de autorregularse, de dejar que el universo lo sane, lo lleva a su estado de unidad inmaculada.
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