Yo tenía una vida normal. Trabajaba, estudiaba, buscaba una pareja, tenía momentos felices, otros que sufría, me sentía a veces solo, inseguro, con poco dinero, pensaba sin parar y muchas veces no encontraba sentido a esta existencia. Sabía que había algo más, que esto no podía ser la vida, pero sin embargo la mayor parte del tiempo la realidad me resultaba difícil e injusta. Pero un maravilloso día desperté; me di cuenta de que yo no era la voz de mi mente. Comprendí que esa voz me había acompañado desde siempre y que era la responsable de todo mi sufrimiento. El problema no era que estaba solo, que no tenía dinero o que me sentía triste, ¡¡sino que no sabía quién era!! Estaba desconectado, fuera de mi esencia, pero no lo sabía. Al dejar de pensar y experimentar el silencio, el amor y la paz que están detrás de todas las experiencias, comprendí que la perfección existe.
Supe también que lo que buscaba en el futuro estaba dentro mío y Ahora. Encontré la llave para acceder a ese paraíso a voluntad y comprender que la vida entera no es más que un juego. Los primeros días los pasé entre carcajadas y llantos de emoción, por comprender que toda mi vida había sufrido en vano solo por creer en lo que decía una voz en mi cabeza. Al separarme definitivamente de esa voz, encontré la libertad. Ya no más sufrimiento, no más días malos, ni angustia, carencias o preocupaciones. Me di cuenta de que esa voz había creado todas mis miserias, que soy perfecto y que todo lo demás no son más que condicionamientos que se pegaron en mi conciencia tal cual el barro a una piedra preciosa.
Entonces sentí una urgencia: transmitir al mundo quienes somos realmente, que la vida es una ilusión, que somos libres y que el sufrimiento no existe. Los primeros meses fueron muy difíciles, porque la gente no podía comprenderme; no creía que todo fuera una ilusión, que la vida fuera tan simple ni que los seres humanos fuéramos perfectos por naturaleza. Comprendí entonces que no es fácil que alguien llegue repentinamente y te diga que tu vida entera es sólo un show, que los problemas no existen y que en realidad nunca está pasando nada. Me di cuenta que cada uno tiene un tiempo para despertar y aprendí a ser paciente y sembrar día a día la semilla del conocimiento para que germine a su tiempo el árbol de la libertad.
La perfección existe. La felicidad perfecta también. El amor eterno también. Se encuentra detrás de los pensamientos, en el profundo silencio del alma; donde todo termina y todo empieza a la vez; donde la personalidad se disuelve y surge el vasto océano de la conciencia despierta, lejos del tumulto de los sentidos y del tiempo; donde todo es amor, paz infinita y tranquilidad. Todo aquel que ponga todo su corazón, toda su mente, toda su intención y toda su voluntad en regresar, regresará y entonces se solucionará su vida entera y sabrá que siempre fue LIBRE. .
Lic. Fernán Makaroff
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