domingo, 3 de junio de 2018

Consejos de María Montessori para Maestros/as

CONSEJOS DE MARÍA MONTESSORI PARA MAESTROS
"Algunas Palabras de Consejo a los Maestros, 1924 - Maria Montessori"
En este corto, poco conocido, pero muy influyente e impactante texto, María Montessori presenta algunas palabras de consejo a los maestros:
Anticipándome a algunas de las preguntas que sin duda se me harán, daré algunas recomendaciones sobre los errores que he observado durante mis visitas a las escuelas Montessori. Estos errores, aparentemente leves y de naturaleza psicológica más que técnica, son asuntos pequeños; pero son aquellos que impiden el desarrollo pleno y armonioso que todo maestro quisiera lograr en su clase y precisamente porque parecen insignificantes, son los más difíciles de descubrir y eliminar.
* AMBIENTE - El maestro no debe contentarse con simplemente proporcionar a su escuela un ambiente atractivo; ella debe pensar continuamente sobre este entorno, porque una gran parte del resultado depende de ello. El maestro, por lo tanto, debe:
a) mantener el material de desarrollo didáctico en perfecto orden. Si este no es el caso, los niños no se interesarán en él y si no lo hacen, el material se volverá inútil, ya que todo el método Montessori se basa en la actividad espontánea del niño que se despierta precisamente por el interés que el niño toma en el material.
b) asegurarse de que cada objeto utilizado por los niños tenga un lugar propio al que puedan acceder fácilmente. Por lo tanto, los lápices negros y de colores, el papel, el bolígrafo, la tinta, etc., deben colocarse de manera tal que los niños puedan tomarlos de forma ordenada sin la ayuda del maestro. El orden en que se guardan los objetos enseña orden a los niños.
El maestro, por lo tanto, debe ocuparse del ambiente en lugar de ocuparse del niño y permitir que el primero enseñe al último. Por ejemplo, si para cada escoba hay un soporte que le impide tocar el piso y dañarse, el niño aprenderá de inmediato a ponerla así. Si hay un gancho especial para cada paño de cocina usado, para que los húmedos se cuelguen en el lugar adecuado, el niño se interesará en este orden y lo aprenderá.
* EJERCICIOS DE VIDA PRÁCTICA
Debe haber ejercicios de vida práctica para todos los niños, ejercicios que progresen según la edad, de simple a difícil, a compleja. Cada maestro debe estudiar para decidir qué ejercicios de la vida práctica son interesantes y posibles en su entorno y hacer una lista de ellos; porque mientras que el otro material ya está determinado, los ejercicios de la vida práctica no lo están. Estos varían según el entorno, pero siempre siguen siendo una parte muy importante del trabajo porque sustituyen la gimnasia formal de los otros métodos educativos. Entonces deben ser interesantes y suficientemente desafiantes.
Los ejercicios de la vida práctica deben realizarse cuando sean necesarios, independientemente del tiempo, y no de acuerdo con un horario fijo. Por ejemplo, los niños deben lavarse las manos cuando las tienen sucias, barrer el piso cuando hay algo que barrer, etc. Muchos objetarán que, si se permite esto, los niños no harán más que ejercicios de vida práctica y dibujo. Esto no es verdad y, si sucede, es solo porque el maestro no ha podido presentar su material de una manera interesante o porque los ejercicios que le ha dado a los niños son demasiado fáciles o demasiado difíciles. El maestro no debe corregir esto prohibiendo los ejercicios o permitiéndolos solo durante un cierto momento del día, más bien debe permitir que los niños completen las tareas que les atraen también durante todo el día, si así lo desean. El maestro simplemente debe hacer que todos los trabajos sean tan interesantes, que los niños no quieran dedicarse exclusivamente a una cosa. Aún así, el maestro no debe entrar en pánico si los niños se lanzan de todo corazón a una determinada tarea: eso es lo que llamamos explosión y esta dedicación continua a un ejercicio específico, si se concentra y es espontánea, siempre conduce a excelentes resultados. El maestro debe saber muy bien cómo presentar los ejercicios de la vida práctica a los niños: recordar que debe enseñarlos con absoluta claridad en cada detalle, pero luego dejar al niño libre para dominarlos, y no deber corregir al niño incluso si lo hace mal. Lo importante es que lo haga solo, sin una palabra, sin la ayuda ni la mirada del maestro.
Debe dar su lección, plantar la semilla y entonces desaparecer, observando y esperando, pero no tocando.
INTERVENCIÓN DEL MAESTRO
Muchos maestros interfieren para restringir, aconsejar o elogiar a los niños cuando no deberían hacerlo, y en lugar de eso, se abstienen de intervenir cuando es necesario. El maestro nunca debe intervenir en una acción cuando aquello que la impulsa sea bueno, ni con su aprobación, ni con su ayuda, ni con una lección o corrección, pues puede destruir el buen impulso de los niños al intervenir; o al menos su intervención hará que el "ego" real del niño se retraiga dentro de sí mismo como un caracol en su caparazón. Daré algunos ejemplos para ilustrar este hecho:
a) Un niño corre para encontrarse con una persona y la abraza con afecto, pero torpemente. Si el maestro elige ese instante para corregir al niño y enseñarle cómo saludar a alguien, el niño se sentirá herido o al menos avergonzado y, hasta que se haya olvidado de esta desagradable experiencia, ya no querrá saludar a nadie y quizás nunca pueda hacerlo con facilidad. Si, en cambio, el maestro se da cuenta de que no le ha enseñado al niño a saludar bien, preparará una lección divertida y animada sobre las diversas formas de saludar a las personas, y unos días más tarde, le enseñará esta lección al niño. Así el niño no se sentirá ofendido, y aprenderá con placer cómo saludar educadamente a una persona sin perder su afectuoso entusiasmo.
b) Un niño trata de lavar una mesita: al no saber cómo hacerlo, lo hace mal. El maestro aprovecha esta oportunidad para enseñarle cómo hacerlo bien. Entonces e niño pierde interés; mirando alrededor, friega la mesa una o dos veces, y luego se va. Si el maestro hubiera esperado, el niño por sí mismo podría haber descubierto cómo fregar la mesa, y habría mejorado su acción. En cualquier caso, el maestro debería haber elegido otro momento para darle una lección: esperando una oportunidad en la que no corra el riesgo de destruir un buen impulso.
c) Un niño ha comenzado recientemente la escuela: es pequeño y muy tímido. Hasta el momento, se ha mantenido inmóvil, mirando a su alrededor, sin interés en nada. Hoy, se levanta y muy lentamente, casi tratando de esconderse, va a buscar su primera pieza de material. La maestra lo ve, llena de alegría, se acerca a él y lo alienta con unas pocas palabras. El niño se siente atrapado, mortificado y casi tan asustado por la aprobación como lo habría sentido por una reprimenda. Se sonroja, regresa inquieto a su mesa, deja el material y se queda allí sin usarlo. Quizás el niño no haga nada durante un mes y permanezca sentado, mirando a su alrededor, aún más infeliz y tímido que antes.
d) Un niño violento y grosero se comporta amablemente con otro niño. Si el maestro, al darse cuenta de esto, le muestra su aprobación y lo alienta a continuar de esta manera, el niño se sentirá casi avergonzado de su primer signo de bondad (que a él puede parecerle debilidad) y hará cualquier cosa para reprimirlo y ocultarlo , volviéndose más grosero que antes. Si, en cambio, el maestro simula no haberlo notado, el niño sentirá un verdadero placer al realizar estas pequeñas bondades inadvertidas, y desarrollará esta cualidad con la práctica.
El maestro debe intervenir y reprender a los niños cada vez que hacen algo grosero o descuidado que no tiene buen impulso y no conduce a la perfección; por ejemplo, cuando:
- pasa frente a una persona sin pedir permiso;
- arrastra su silla en lugar de cargarla.
- cierra la puerta de golpe, azotándola;
- tira un papel en el piso en vez tirarlo en el bote de basura
- no despeja / limpia su mesa cuando haya terminado su trabajo.

El maestro nunca debe permitir que una de estas acciones pase desapercibida. Debe decirle algo de inmediato al niño, pero de una manera que solo él pueda escuchar, "Cuando pases frente a una persona, debes pedir permiso" o, "Las sillas son llevadas de esta manera". Estas cosas se enseñan en lecciones colectivas a grupos pequeños, particularmente a los niños pequeños.
El maestro debe intervenir antes, no después,que el desorden o trastorno ha ocurrido. Por lo tanto, debe reprender aquellos actos que son inútiles, incluso si no están desordenados, porque estos actos son los que conducen al desorden. Por ejemplo, dos niños bromean juntos. Si el maestro no interviene y dirige su atención hacia algo interesante e inteligente, después de unos minutos otros niños se les unirán, creando un gran desorden. O, si en lugar de lavarse las manos, un niño está jugando con el agua. Si el maestro no interviene, el niño comenzará a regar el agua a los otros niños, quienes a su vez lo imitarán en esta acción, creando estragos en el aula.
He observado estas cosas, una aquí, una allá, en diferentes ocasiones y con diferentes personas. Estas sugerencias siempre han traído una gran mejora en el aula. Con gran sorpresa, algunos maestros me han dicho que nunca hubieran imaginado que algo tan pequeño podría haber tenido un efecto tan grande. Pero, de hecho, los pequeños detalles cambian una obra mediocre en una obra maestra
– MARÍA MONTESSORI
* Este texto fue originalmente publicado en The Call of Education, Volumen 11, No. IV, Diciembre, 1925. 
* Texto en español: Norma Gómez / Educación Montessori.
* Fuente: Baandek.org.
* Foto: María Montessori con dos niñas, Roma, 1913

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