"La persona que viene a la consulta lleva en sí misma toda la información sobre los programas o aprendizajes que yacen ocultos tras sus síntomas, enfermedades o conductas".
El especialista requiere desarrollar la capacidad de observar los aconteci-mientos que anteceden a los síntomas o motivos de la consulta. Todos los detalles son muy importantes; requiere actuar como un investigador en la escena de un crimen. Ver lo que nadie ve, con la certeza de que el inconsciente siempre se manifiesta en su plenitud cuando el drama acontece. Se debe ser lo más preciso posible; buscar el hilo de Ariadna que llevará a encontrar los aprendizajes ocultos tras unos programas recibidos de los ancestros.
Al principio, al estudiar cualquier problema de un consultante, dábamos una importancia relativa al árbol genealógico. Hacíamos mucho más hincapié en los programas que se desencadenan en la vida cronológica, la que va desde el naci-miento hasta la edad actual. Sin obviar la importancia relativa de estos, actualmente, damos prioridad a buscar el conflicto disparador o activador previo al síntoma o drama, estudiar con todo detalle lo que lo rodea y comprender que cada detalle tiene su razón de ser, que no es fruto de la casualidad, que cada uno de los detalles tiene una información que aportar al estudio.
A esta comprensión se llega cuando se posee una mente cuántica, una mente que sabe que todo está unido, que todo tiene una razón de ser y que las aparentes casualidades, en realidad, son causalidades. El más mínimo detalle puede aportar la información necesaria para desbloquear el estudio del árbol generacional.
La información siempre está ahí para ser descubierta por los ojos que saben ver, por los oídos que saben escuchar, por quien sabe que la mente consciente siempre miente y que hay que buscar en la emoción, pues ella es el vehículo que conduce hasta la historia oculta detrás de todo drama, conducta, síntoma desagradable o tóxico.
El árbol es un gran tesoro; en él se pueden encontrar las respuestas a todo lo que acontece en nuestra vida.
Enric Corbera
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