sábado, 27 de abril de 2019

El poder de la montaña está en su quietud absoluta.


La montaña es sagrada.
Es nuestro maestro.
Por fuera inmovilidad perfecta.
Por dentro intensa actividad.
Así es el ideal de la meditación.
Aparentemente quietud absoluta.
Postura elegante, majestuosa, inamovible.
La montaña es yin infinito.
Paz infinita.
No huye, no dispara, todo lo acepta.
Eternamente, acepta todos los cambios.
Físicos, químicos, magnéticos.
Su poder está en su inmovilidad.
La potencia de la meditación.
La profundidad de la meditación.
Radica en la inmovilidad perfecta del cuerpo.
La respiración se aquieta, se profundiza.
La postura se afirma, el alma se agiganta.
El poder de la montaña está en su quietud absoluta.
El poder de la práctica está en la habilidad de no moverse.
El poder del tigre depende en gran medida de su capacidad de estarse quieto para no ser descubierto mientras acecha.
El gato es un maestro zen.
Tiene el yin infinito en la inmovilidad.
Y el yang infinito en la precisión del salto.
Pero si le cortan los pelos de los bigotes, falla en el salto.
Porque el cabello es una antena hacia el universo.
Por fuera yin infinito.
Por dentro yang infinito.
Así es la salud absoluta.
Por fuera dulzura, bondad, flexibilidad.
Por dentro convicción inamovible, voluntad de hierro, perfección funcional.
Por eso no se consigue la salud sólo tomando clases de cocina.
Se debe practicar la meditación, el arte de respirar y enfocar la voluntad.
Como la poderosa montaña que resiste todos los cambios.
Y aguanta todas las descargas.
La montaña es Dios.
Que nos enseña con el ejemplo.

-Martín Macedo-

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