A veces usamos la espiritualidad como una excusa para la pereza. Yo lo he hecho. Tú lo has hecho. Todos lo hemos hecho. Es una de las grandes trampas de convertirse en una “persona espiritual”. Por ejemplo: la meditación es una herramienta espiritual muy poderosa, pero si te sientas en tu cama todo el día a comer helado y meditas en ser delgado, ¿sabes qué? No va a pasar… Créeme, lo sé.
Mientras avanzamos en nuestro camino espiritual, creo que muchos de nosotros en determinado momento cometemos el error de creer que el estilo de vida espiritual no toma en cuenta al mundo de la fisicalidad. Pero si este fuese el caso, ¿entonces por qué estamos aquí? Una persona puede sentarse en la cima de una montaña a cantar y orar todo el día, todos los días, toda su vida. ¿Esto la hace espiritual? No lo sé, pero algo en lo que personalmente creo es en que cuando lleguemos allá arriba, primero nos preguntarán: ¿Cómo hiciste del mundo un lugar mejor durante tu tiempo en la Tierra? ¿Cómo compartiste con tu prójimo? ¿De qué manera mejoraste la vida de los demás al formar parte de ella?.
Si la espiritualidad se define como la superación de la fisicalidad, entonces primero debemos aprender a superarnos a nosotros mismos. El trabajo espiritual consiste en superar el egoísmo y en su lugar elegir ser generoso. Consiste en superar el juicio y en su lugar elegir ser misericordioso. Consiste en subir la escalera hacia la mejor versión de nosotros mismos, ascendiendo escalón por escalón. El gran regalo de la fisicalidad es que nos provee los medios para hacerlo. Piénsalo. En Pésaj, usamos una comida física, el Séder, como una manera de hacer contacto con Biná y alcanzar total libertad espiritual. En Shavuot, usamos la Torá física para tocar la Luz de la inmortalidad. Esto no sólo ocurre en las festividades, ocurre todos los días.
Revelamos la mayor Luz celestial a través de nuestras acciones físicas, por ejemplo: cada vez que compartimos una comida con un compañero de trabajo, hacemos voluntariado en un refugio local, abrazamos a un amigo o le sonreímos a un desconocido.
Un estilo de vida espiritual incorpora al espíritu en cada faceta de nuestra vida humana física.
La porción de esta semana se llama Behaalotjá, que significa (¡ya lo sabes!) “superar”. En los próximos siete días, haz de mejorarte a ti mismo, ser mejor hoy que ayer, una prioridad. Y recuerda, en cada acto bondadoso que le ofrecemos a alguien más, ¡avanzamos de donde estábamos momentos antes!
Con los simple actos de mejora-miento de este mundo físico superamos la versión previa de nosotros mismos y elevamos al mundo en el proceso.
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