Desde pequeños nos han enseñado la higiene física.
¿Por qué no empezar a enseñar “higiene emocional”? . Guy Winch es
doctorado en psicología por la Universidad de Nueva York (NYU) y miembro de
la American Psychological Association (APA).
En su charla TED nos dice que todos vamos al médico cuando
sentimos un dolor persistente o algún síntoma anómalo. En cambio, no vamos a
consultar a nadie cuando sentimos “culpa”, soledad o pérdida. Nos recuerda que
no tenemos por qué gestionar por nuestra cuenta las emociones que sentimos y nos invita a aprender
“higiene emocional”.
Señala que “hace 100 años, la gente comenzó a practicar higiene personal
y la tasa de esperanza de vida aumentó en más del 50% en apenas unas décadas.
Creo que nuestra calidad de vida podría aumentar de forma igual de drástica si
todos empezamos a practicar higiene emocional”. Y se pregunta: “¿Se imaginan
cómo sería el mundo si todos fuéramos psicológicamente saludables?”.
Aprender a cuidar nuestras emociones tanto como nuestro cuerpo
podría aumentar nuestro bienestar y, en consecuencia, nuestra salud.
En este mismo sentido se expresan las psicólogas que dirigen el
centro Crecer en
Emoción de Madrid. En este artículo equiparan la atención que se dedica al
cuerpo físico con la que se debiera dedicar a las emociones puesto que “si en
cuestiones físicas es sumamente importante prevenir, lo mismo parece suceder
con la psique”. Y subrayan que “es fundamental enseñar a nuestros hijos a
verbalizar sus estados de ánimo”.
La familia es el lugar donde se establecen los primeros vínculos,
relaciones y emociones. “Los padres son para los niños sus modelos y guías” por
lo que es fundamental que primero los padres sepan identificar cómo se sienten.
La psicopedagoga Mar Romera lo cuenta en su libro La familia, la primera escuela de emociones en el que nos
dice que “solo conociendo y regulando nuestro mundo emocional podemos
aprovechar la vida y vivir bien”.
“Educar las emociones puede convertirse en la llave de libertad para las personas” dice Elsa Punset.
La escritora y filósofa Elsa Punset nos recuerda que “enseñamos a los niños a
leer, escribir o vestirse, pero ¿qué hay de sus emociones?”. La educación
podría ir más allá de instruir en habilidades puesto que “las emociones lo afectan todo, desde nuestra salud física
hasta nuestro cociente intelectual, nuestra forma de relacionarnos con los
demás, cómo tomamos una decisión y nuestra creatividad”.
En este sentido cabe destacar que ya existen programas específicos en
escuelas que implementan contenidos transversales relacionados con aspectos
emocionales. El profesor David Yeager de la Universidad de Austin- Texas señala
que “los programas que inciden en los resultados socio-emocionales crean climas y
mentalidades que ayudan a los adolescentes a lidiar con más éxito con los
desafíos que se encuentran”. En la misma línea, en Tarragona, la última edición
del Congreso
EduMindUp dedicado a la neurociencia y la neurodidáctica en el aula ya abrió un espacio de
reflexión del papel de las emociones en el aprendizaje. De hecho, algunas
experiencias como la de la escuela que ha cambiado la meditación por el castigo son
claramente reveladoras.
CONCLUSIÓN
El ser humano es un ser social. De pequeños aprendemos imitando a los
adultos, tanto si son personas reactivas como si son personas conscientes de las emociones que sienten. Es decir,
las emociones siempre se educan. La Bioneuroemoción® propone enseñar las
emociones desde la conciencia para que podamos crecer comprendiendo y regulando
nuestro estado emocional. Vivir las emociones de forma consciente
incide en el bienestar de todos los ámbitos de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario