El apuro es enemigo de la perfección.
Apurarse en cualquier acción es renunciar a la excelencia.
El necio se apura porque cree que así avanza más rápido.
El experto no tiene prisa porque tiene en mente crear algo magnífico.
Los jóvenes quieren avanzar más rápido.
No tienen paciencia.
Y adoran la velocidad.
Y aprenden a golpes.
Que es mejor avanzar despacio.
Dando más peso a la calidad de la acción.
Que a la cantidad de acciones.
El afán, la prisa, el apuro revelan una profunda inmadurez.
Sin embargo el sentido de urgencia revela una inteligencia aguda.
Afán y sentido de urgencia no son lo mismo.
Aunque se parecen.
Los que hemos trabajado en hospitales tenemos ese entrenamiento.
Cuando llega un accidentado al que le quedan pocos minutos de vida a menos que se le hagan maniobras de reanimación cardio respiratorias.
No nos apuramos porque una falla implica la muerte del paciente.
Pero tenemos un claro sentido de urgencia.
Estamos super alertas, conscientes de la seriedad de la situación.
Vamos a proceder con excelencia para salvarle la vida.
Pero a la mayor velocidad posible.
Sin excelencia en el procedimiento el paciente se nos va.
Sin velocidad en el procedimiento también lo perderíamos.
Por eso la prisa y el sentido de urgencia se parecen.
Pero la prisa está enfocada en la velocidad.
Y el sentido de urgencia en la excelencia.
El sabio tiene ese sentido de urgencia.
Sabe que la vida transcurre rápido y las oportunidades desaprovechadas se pierden para siempre.
Sabe que la vida es corta.
Que la juventud es breve.
Que la gran oportunidad de mejorar es hoy.
Entonces sabe que estar enfocado en el ahora.
Es algo super importante.
Para poder manifestar nuestra super potencia.
Nuestra divinidad.
Nuestra magia.
Nuestra capacidad infinita.
El que posterga, lo hace porque le falta sentido de urgencia.
Cuenta con el día de mañana.
Cuenta con la semana próxima.
Con el mes que viene.
Con el próximo verano.
Vive en una ilusión.
En un engaño perpetuo.
Porque cada día vuelve a postergar.
Pero el sabio sabe que hoy es todo lo que hay.
Y por eso lo aprovecha con pasión.
Sabiendo que la vida infinita está transcurriendo ahora mismo.
Y se sumerge con toda su alma y toda su mente.
En el océano infinito del momento que está transcurriendo.
Explorando allí los tesoros más grandes que la vida nos tiene preparados.
-Martín Macedo-
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