No te agrandes.
Nos han dicho una y otra vez.
No te la creas.
No seas creído.
Hay que ser humildes, porque Dios castiga a los soberbios.
Hemos crecido con miedo al castigo.
Al terrible castigo que espera a los soberbios.
A los que se creen superiores a los demás.
"Porque todo el se engrandece será humillado.
Y el que se humille será engrandecido"
Es la enseñanza bíblica; Lucas 14:11
Si desde la niñez hemos oído repetidamente esta enseñanza.
Como todo lo que se repite una y otra vez con tono solemne se convierte en creencia.
Inconscientemente tenemos temor de "engrandecernos".
Creemos que debemos humillarnos ante Dios para alcanzar el éxito.
Pero una cosa es la soberbia.
Y otra es asumir nuestra grandeza.
El soberbio se cree más que los demás.
El que asume su grandeza, la asume desde la comprensión de que todo es grande, todo es sagrado.
Porque no hay separación entre yo y tú.
Esto y aquello.
Todo es grande, todo es sagrado, todo es una maravilla.
Ese "agrandamiento" es divino y saludable.
El agrandamiento que compara y denigra a otras divinidades.
Es al que se refiere la enseñanza bíblica.
A ese le espera la humillación.
Porque se trata de un ego que se agiganta y luego necesita ser reducido.
Pero cuando se expande la conciencia.
No hay necesidad alguna de agrandarse.
Porque simplemente asumimos lo que ya somos.
Y como lo que ya somos es grande.
No necesita ni agrandarse ni reducirse.
Entonces celebremos nuestra grandeza.
Y marchemos por la vida.
De acuerdo con ésta.
Porque no vinimos a este mundo a hacer faenas pequeñas.
Sino a mostrar nuestra infinita capacidad.
Y ponerla al servicio del mundo.
-Martín Macedo-
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