jueves, 2 de abril de 2020

¡Humanos, despertad ya!

Ciudades vacías, la humanidad confinada en su casa; prohibido salir y si lo haces te multan. Desde hace mucho tiempo todos nuestros movimientos controlados a través de teléfonos móviles: nuestro ocio, nuestro consumo, los pasos que damos, las calorías que ingerimos, cuál es nuestro ritmo cardíaco: control total. Ahora mascarillas en nuestras caras, guantes en nuestras manos, un metro de distancia entre nosotros; seres vestidos de astronautas atendiendo en improvisados hospitales a cientos de personas; la voraz economía acechando con sus implacables tentáculos a todos nosotros. Miedo, confusión, incertidumbre, nerviosismo, tristeza, desconcierto.
¿No parece una película de ciencia ficción? Si hace veinte años nos hubieran contado esto no lo hubiéramos podido creer y, sin embargo, es ahora nuestra realidad.
Hay otra cara de esta realidad, fuera de nuestro ahora “coronado” ombligo: delfines en los canales de Venecia, aguas cristalinas, patos y pavos reales paseando libremente por las calles, pájaros cantando en lugares donde nunca los hemos observado, atmósfera limpia.
Crisis para el ser humano. Tregua para el planeta. ¿Podemos darnos cuenta de dónde está verdaderamente el virus? ¿Somos capaces de entender el mensaje o realmente estamos tan ciegos? ¿Podemos tomar consciencia de hasta dónde hemos llegado y a lo que nos ha conducido? ¿Tenemos la suficiente inteligencia no artificial para ver al abismo al que caminábamos como zombis?
La Vida es muy grande, nos quiere y no se equivoca. Muchas veces antes nos susurró, nos habló, nos gritó, nos golpeó… pero no entendimos el mensaje. Dormidos. Ahora nos está dando una señal colectiva luminosa, difícil de eludir, de obviar, un rótulo de neón que dice: “¡Humanos, despertad ya!”
Y esta es la duda que me asalta y, de todo lo que ocurre, en lo que de verdad se centra mi atención: ¿Vamos a aprovechar lo que esta crisis nos ofrece? ¿Estamos de verdad preparados? ¿Hay el suficiente número de personas despiertas que puedan dar un giro a todo esto? ¿O la humanidad, en su conjunto, va a seguir dormida?
En este último caso, el miedo habrá vencido. Una humanidad asustada es tremendamente manipulable. Implica vibrar bajo y seguir siendo pasto de quienes ganan con todo esto (y poco importa el nombre que tengan). Se traducirá en aumento de control, pérdida de libertades y esclavitud disfrazada de modernidad y tecnología.
Despertar nos lleva a ser una humanidad libre, responsable de sí misma, consciente, a un nuevo paradigma, a una nueva Tierra. Para ello es necesario tomar contacto con nuestra parte espiritual, es imprescindible que cada uno de nosotros mire hacia dentro. ¡Qué mejor momento que este para hacerlo! Descubrir nuestras emociones y gestionarlas. Detectar nuestro ego y trascenderlo. Aceptar la vida y la muerte, tal y como se presentan. Hallar nuestro propósito en este mundo. Honrar y mirar con humildad y agradecimiento, tanto a los seres humanos de los que venimos, como a la Naturaleza de la que formamos parte… Es un trabajo personal, una revolución individual, cuya suma dará un mundo mejor en el que merezca la alegría vivir. Si cada uno de nosotros se ocupa de sí mismo, se ocupa también de los demás y de todo el Universo.
Es hora de despertar de esta pesadilla. Llegará el momento de abrir la puerta de nuestra casa y de salir al mundo, un mundo que será nuevo si cada uno de nosotros ha hecho su trabajo personal. Un mundo en el que poder unirnos al otro, sin mascarilla, guantes ni distancia de seguridad. Unir nuestras manos y nuestro corazón y reinventar el mundo en el que queremos vivir. Y esto, no tiene nada de fantasioso ni de utópico, esto será todo lo real que queramos que sea. Somos seres muy poderosos. Si hemos hecho bien nuestro trabajo veremos que es realizable. De cada uno de nosotros depende.
Que esos aplausos que se escuchan a las ocho de la tarde sean por todos nosotros, porque todos somos héroes.
¿Quieres despertar o seguir durmiendo?
Helena Fernández Brioso.

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