Algunos maestros de cocina macrobiótica sostienen que Ohsawa enseñó a vegetalizar la sal.
Yo he leído extensamente la enseñanza de Ohsawa y en ningún momento habla de vegetalizar la sal.
Ese tipo de ideas conducen a una visión de temor hacia la sal.
Como la sal no es amiga de la salud hay que transformarla en otra cosa.
Es un poco como cuando los británicos ocuparon la India y querían que los indios aprendieran sobre las costumbres civilizadas de Inglaterra.
Les querían enseñar buenos modales y también intentaron hacerlo con los nativos australianos.
En América los misioneros europeos vinieron a traer su luz evangelizadora enseñando a los nativos que el sol no era Dios, sino que Dios estaba en determinado personaje histórico y que tampoco había dioses en la naturaleza como el tigre o la cobra que eran considerados sagrados por las culturas primitivas.
El indígena sudamericano no es inglés ni francés ni nunca podrá serlo.
Intentar reformarlo o convertirlo es considerar que hay algo profundamente equivocado en el indígena y por eso hay que mejorarlo o educarlo.
Eso denota una profunda arrogancia; quien se considera superior intentará mejorar a los elementos que juzga como inferiores.
Algo similar ocurre cuando intentamos vegetalizar la sal.
La sal es la sal; es perfecta así como es.
El hermosa, es inteligente, tiene la sabiduría y la historia de millones de años.
Ningún experto debería intentar que la sal deje de ser sal.
Es como pensar que la inteligencia infinita se equivocó en ese punto y "yo" debo corregir esta falta mejorando la sal y convirtiéndola en otra cosa que ya no es sal.
Es una vegetalización; algo que no es ni sal ni vegetal.
En el futuro aparecerán escuelas que querrán vegetalizar el agua o vegetalizar el huevo escaldado.
En mi opinión la nutrición ideal debe incluir los tres reinos; animal, vegetal y mineral.
En la proporción correcta, con las combinaciones correctas y las cantidades correctas.
La palabra correcta no es justa, pero la idea es que cada uno descubra por un lento proceso de ensayo y error, la combinación y proporción ideal para sus necesidades que además cambian constantemente.
Pero la gente quiere recetas y cuántos minutos hay que tostar las semillas de lino o cuántos minutos se debe cocer el sarraceno.
Pero aferrarse a las recetas es como aferrarse a un empleo o a una ciudad o a una pareja.
El universo es cambio constante y te trae cada tanto un terremoto para que lo pierdas todo y empieces de nuevo para reinventarte.
Pero nuestros egos tan rígidos quieren estabilidad y certeza y se ponen a hojear frenéticamente en las recetas de cocina escritas en 1950 por tal o cual profesor que en su momento tuvo un gran éxito.
Y así nos parecemos un poco a los islámicos que se aferran a un libro sagrado que dos mil años después ya queda obsoleto para resolver los problemas actuales.
Debemos ser creadores, crear constantemente y apreciar los aportes de nuestros ancestros porque son nuestro piso para crecer hacia el infinito.
Hacia la salud infinita.
Pero si no soltamos la receta por miedo a equivocarnos nos encerramos a nosotros mismos en una cárcel dialéctica de conceptos y rigidez.
Y ese es el comienzo de la muerte de la macrobiótica.
-Martín Macedo-
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