Para el reconocido historiador y filósofo israelí Yuval Noah Harari —autor de los éxitos de venta “Sapiens”, “Homo Deus”, y “21 lecciones para el siglo XXI”—, la pandemia ha sido una prueba para los sistemas políticos y en la que “demasiadas naciones han reprobado”.
A diferencia de otras crisis sanitarias, como la influenza de 1918, esto “podría hacer del covid-19 una pandemia mucho más transformadora que las pandemias anteriores. Probablemente, tendrá un impacto político y cultural mucho mayor”, comenta en esta entrevista por escrito con “El Mercurio”, en la que también aborda los riesgos y ventajas de la vigilancia digital y las lecciones para el mundo pospandemia.
El intelectual será el orador principal de Softys Innovation Week 2021, el evento anual de innovación de la filial de Empresas CMPC, el próximo jueves 15 de abril, y que se transmitirá vía streaming por EmolTV (16:30, hora de Chile), en el sitio de La Nación de Argentina (17:30, hora de Argentina y de Uruguay) y el canal de Facebook de El Comercio de Perú (15:30, hora de Perú).
—Desde una perspectiva del día a día, la pandemia está marcando la vida de las sociedades. Pero desde su perspectiva como historiador, ¿esta crisis tiene el potencial de definir nuestra era?
Desafortunadamente, el covid-19 ha sido una prueba que demasiadas naciones han reprobado. Esto podría hacer del covid-19 una pandemia mucho más transformadora que las pandemias anteriores. Probablemente, tendrá un impacto político y cultural mucho mayor que el de la influenza de 1918”.
—Usted publicó las “21 lecciones para el siglo XXI” pocos años antes de que se desatara la pandemia. ¿Se han acelerado algunos procesos que aborda en el libro (nacionalismos, los cuestionamientos al relato liberal y la democracia, el uso de datos o la desinformación), ha descubierto nuevos? ¿Cuál le inquieta más?
Sin embargo, políticos alrededor del mundo han descuidado este sistema, y en algunos casos lo han socavado activamente. El orden global es ahora como una casa en la que todos viven, pero que nadie repara. Si colapsa, miles de millones de personas van a sufrir terriblemente.
Para lidiar con los desafíos del siglo XXI, necesitamos cooperación y liderazgo, y también un plan audaz sobre cómo fortalecer el sistema internacional. Cada vez que escuche a un político criticar la idea de la cooperación global, pregúntele: ‘¿Cuál es su plan para prevenir futuras pandemias, evitar la guerra nuclear, detener el cambio climático y regular la inteligencia artificial?’.
Debería ser obvio para todos que ningún país puede abordar estas amenazas por sí solo. Debería también ser obvio para todos que estos son los mayores problemas que todos los países enfrentan, y si no resolvemos estos problemas, entonces nada más va a importar realmente”.
Democracias
Los líderes autoritarios, explica, suelen sancionar a quienes den malas noticias y se pueden dar autocensuras que conlleven a una falla de todo el sistema, porque está alimentado con datos incorrectos. “No es coincidencia que más de un año después del inicio de la pandemia, aún no sepamos cómo comenzó. Es porque empezó en un país autoritario. Gran parte de la información de lo que pasó en las primeras semanas en Wuhan sigue oculta, y no podemos confiar en toda la información que se puso a disposición”, recuerda. En cambio, comenta, en una democracia incluso si alguien quiere ocultar algo, podría ser publicado por la prensa independiente o ciudadanos.
Lo segundo es la capacidad de los sistemas para corregir errores inevitables. “A los autoritarios generalmente se les hace más difícil identificar y corregir sus propios errores”, sostiene, y agrega que a menudo un líder autoritario culpa de los problemas a factores externos y se arroga más poder para combatirlos. “En vez de corregir su error, el sistema autoritario lo amplifica”, plantea. Para las democracias es más fácil identificar y admitir errores, y si un líder niega el error, otros con poder “pueden hacerlo ver y sugerir un curso de acción alternativo”.
Lo tercero es la motivación de las personas de un sistema. En las autocracias, sin libre acceso a la información, no es posible tomar decisiones propias y hay que esperar instrucciones, lo que “puede hacer perder mucho tiempo y recursos”. Pero en democracia, las personas pueden obtener información y tomar iniciativas. “Una población motivada y bien informada es más efectiva que una población ignorante esperando recibir instrucciones”, expone.
El dilema digital
—Al principio de la pandemia, usted planteó en un ensayo su inquietud sobre el falso dilema entre privacidad y salud, dada la capacidad de vigilancia y la disponibilidad de datos a través de dispositivos tan comunes como un celular. Un año después, ¿cómo cree que se ha resuelto?
“No deberíamos ser forzados a elegir entre privacidad y salud. Deberíamos disfrutar de las dos. Sí necesitamos más vigilancia para luchar contra las pandemias. Pero más vigilancia no necesariamente socava la democracia. Hay un principio clave para incrementar la vigilancia sin socavar la democracia: donde sea que se aumente la vigilancia de los ciudadanos, se tiene que incrementar la vigilancia al gobierno. Si el gobierno sabe más sobre lo que están haciendo los ciudadanos, entonces los ciudadanos deberían conocer más sobre lo que está haciendo el gobierno (…).
Si el gobierno dice que es muy complicado establecer este tipo de sistema de monitoreo en la mitad de una crisis, no le crean. Si no es muy complicado empezar a monitorear lo que yo hago, no es muy complicado hacerlo con el gobierno. Así como algunos países han utilizado aplicaciones en los teléfonos para monitorear la propagación del coronavirus, deberíamos tener una app que monitoree cómo los fondos de emergencia se están gastando”.
—Ha dicho que los dueños de los datos serán los dueños del futuro y ha advertido contra el peligro de una dictadura. ¿Pondría una señal de alerta en la forma en la que los datos están siendo manejados?
Las dictaduras digitales que he descrito son el peor escenario de los sistemas de vigilancia que están siendo desplegados. Pero podemos imaginar mejores escenarios. La vigilancia moderna podría ser usada no para seguir a los ciudadanos de un país, sino que para seguir al gobierno, para asegurarnos de que no haya corrupción. Más que ayudar a la policía a que te conozcan mejor, los sensores biométricos podrían ser usados para permitirte conocerte mejor. Nuestros datos podrían ser usados para empoderarnos más que para esclavizarnos”.
—Entre los confinamientos, las infecciones y los hospitales repletos, se dio un progreso científico notable que ha permitido tener varias vacunas contra el virus en tiempo récord; en muchos casos, gracias a colaboraciones científicas internacionales. ¿Podría ser esta la mejor oportunidad aprovechada de esta crisis?
“El último año ha destacado tanto la promesa de la cooperación global como los peligros de su ausencia. Cuando se trata de investigación científica, ha sido un año que marcó un hito para la colaboración. Científicos trabajando en diferentes laboratorios alrededor del mundo rápidamente identificaron el virus, encontraron formas de detener la propagación y crearon varias vacunas altamente efectivas.
— ¿Cuál sería la lección número 22 para el mundo pospandemia?
“La lección obvia es que necesitamos invertir más en nuestros sistemas de salud pública. Y no solo en nuestros sistemas nacionales de salud pública, sino que también en organizaciones internacionales que pueden intervenir tempranamente para detectar enfermedades antes de que se propaguen. Estas organizaciones también deberían tener influencia política para que no sean obstaculizadas por políticos poco cooperadores. Construir tales instituciones cooperativas no solo reducirá el riesgo de futuras pandemias, sino que también ayudará a enmendar las fracturas en el sistema global que están obstruyendo nuestra capacidad para resolver otros problemas globales. Espero que el covid-19 sirva como una llamada de atención sobre el valor de la cooperación global”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario